Capítulo 17
La Responsabilidad Individual
En la mente humana existe mucha confusión con respecto al lugar y la naturaleza del hombre dentro del complejo universo del que forma parte. Algunos consideran que el hombre es un ser personal e independiente, capaz de pensar y actuar por sí mismo y, en consecuencia, responsable de todos sus actos. Otros niegan que sea un ser de voluntad independiente y lo ubican dentro de un marco sometido a fuerzas sobre las cuales no puede siquiera tener poder o control, siendo, por lo tanto, medianamente o de ninguna manera responsable de lo que hace.
En el capítulo número 4 tratamos acerca de la relación entre Dios y el hombre, destacando que la libertad de escoger entre lo bueno y lo malo es un concepto fundamental dentro de la filosofía del Libro de Mormón, como lógicamente debe ser ya que el mismo fue revelado directamente de los cielos al hombre en estos últimos tiempos. Sin embargo, es necesario analizar más detalladamente este concepto, a fin de que el lector del Libro de Mormón comprenda que el ejercicio del libre albedrío forma parte esencial del resto de las responsabilidades del hombre.
La condición libre de la voluntad no significa que uno tiene el simple derecho de escoger entre dos alternativas. Hace cincuenta años, el teólogo inglés William H. Mallock declaró algo que está relacionado con lo que el Libro de Mormón predica. El mencionado erudito escribió:
Cuando la mayoría de la gente manifiesta creer en la libertad moral, considera como tal al poder que se debilita a sí mismo a través de actos de elección entre una serie de alternativas. Pero pese a la importancia de dicha resolución como un acto de libertad, el concepto radical de ésta permanece mucho más profundo aún. La libertad consiste en la idea, no de que el hombre, como un ser personal, sea la primera y sola causa de su elección entre dos o más alternativas, sino que, en verdad, él es el principal motivo de lo que hace, siente o ve, ya sea que ello signifique un acto decisivo o un simple impulso no impedido. La libertad de elección entre alternativas es una consecuencia directa de esa facultad primordial. (W. H. Mallock, Reconstruction of Religious Belief.)
Mallock consideró que la vida sin el libre albedrío no tendría propósitos ni significado alguno. Igualmente, los profetas nefitas manifestaron su testimonio en cuanto a la libertad e independencia del hombre, conceptos que nos ayudan a considerar más inteligentemente las modernas filosofías que tratan de definir al ser humano como una consecuencia de factores circunstanciales.
La Libertad Moral
Samuel, el profeta lamanita, proclamó la libertad moral y la responsabilidad individual con estas palabras:
Así pues, recordad, recordad, mis hermanos, que el que perece, perece por causa de sí mismo, y quien comete iniquidad, lo hace contra sí mismo; pues he aquí, sois libres; se os permite obrar por vosotros mismos, porque Dios os ha dado el conocimiento y os ha hecho libres.
Él os ha concedido discernir el bien y el mal, y escoger la vida o la muerte; y podéis hacer lo bueno y ser restablecidos a lo que es bueno o que os sea restituido lo que es bueno; o hacer lo malo y causar que lo que es malo os sea devuelto. (Helamán 14:30-31)
Hablando de la libertad de conciencia, Lehi destacó la importancia de escoger antes que la voluntad comience a funcionar. Y dijo:
. . .el Señor Dios le concedió al hombre que obrara por sí mismo. De modo que el hombre no podía actuar por sí, a menos que lo atrajera el uno o el otro. (2 Nefi 2:16)
La Libertad Moral a la Luz de un Plan Preordenado
El reformador francés Juan Calvino tuvo dificultades en relacionar el plan de salvación con el libre albedrío, por lo que finalmente declaró que el hombre estaba irremisiblemente predestinado al cielo o al infierno, y que la libre voluntad no tenía nada que hacer al respecto.
Los profetas nefitas, por el contrario, ninguna dificultad tuvieron en reconocer que los hombres, individualmente, no estaban predestinados a obtener la vida o la muerte, y que sólo el plan en sí podría ser considerado como predestinado. Lehi declaró:
. . .el Mesías vendrá en la plenitud de los tiempos, para redimir a los hijos de los hombres de la caída. Y porque son redimidos de la caída, quedan libres para siempre, distinguiendo el bien del mal, para obrar por sí mismos y no para que obren sobre ellos, a menos que sea el castigo de la ley en el grande y último día, según los mandamientos que Dios ha dado.
Así pues, los hombres son libres según la carne; y les son dadas todas las cosas que para ellos son propias. Y pueden escoger la libertad y la vida eterna, por motivo de la gran mediación para todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte según la cautividad y el poder del diablo, porque éste quiere que todos los hombres sean miserables como él. (2 Nefi 2:26-27)
Tampoco Alma vio discrepancia alguna entre un plan preordenado para la salvación del hombre y el libre albedrío de éste. Así nos lo dice:
. . .es indispensable para la justicia de Dios, que los hombres sean juzgados según sus obras; y que también, si sus hechos han sido buenos en esta vida y buenos los deseos de sus corazones, sean ellos restituidos a lo que es bueno en el postrer día.
Y si sus obras han sido malas, les serán restituidas para mal. Por tanto, todas las cosas serán restablecidas a su propio orden; cada cosa a su forma natural—la mortalidad levantada en inmortalidad; la corrupción en incorrupción—resucitada a una felicidad sin fin para heredar el reino de Dios, o a una miseria interminable para heredar el reino del diablo; una cosa por un lado y otra por el otro;
Uno resucitado a la dicha, de acuerdo con sus deseos de felicidad, o a lo bueno, según sus deseos del bien, y el otro al mal, según sus deseos de maldad; porque así como ha deseado hacer mal todo el día, así recibirá su recompensa de maldad cuando venga la noche.
Y lo mismo sucede del otro lado. Si se ha arrepentido de sus pecados y ha procurado la justicia hasta el fin de sus días, igualmente será recompensado en justicia. (Alma 41:3-6; véase también Helamán 14:29-31 y Mosiah 2:34-39)
El derecho de escoger implica asimismo una gran responsabilidad personal, puesto que nuestra elección afectará no sólo nuestras propias vidas, sino las de aquellos que forman parte de nuestra comunidad o familia. Así fue como Zeezrom, el abogado, instigando al pueblo de Ammoníah1 en contra de Alma y Amulek, causó una serie de problemas que luego se tornaron casi incontrolables. Pero cuando Alma y Amulek le confundieron con sanos argumentos contestando todas sus preguntas, y le predicaron, Zeezrom se arrepintió de sus actos y trató de aquietar la cólera del pueblo.2 Mas éste no pudo ser apaciguado y cuando Zeezrom vio con sus propios ojos que tanto mujeres como niños eran quemados en la hoguera por causa de sus malsanas instigaciones, cavó enfermo, presa de un fiebre angustiosa. Sin embargo, este hombre fue luego sanado por el poder del sacerdocio, y habiéndose arrepentido sinceramente, se convirtió en un predicador de la justicia y debió reconocer su responsabilidad por los actos resultantes de su proceder, fruto éste de su libre albedrío.
Las mismas acciones emanantes de nuestro libre albedrío, limitan nuestra libertad futura. No podemos ser libres de actuar sin tener que responsabilizarnos por los resultados o consecuencias de nuestro proceder. Como resultado de su propio libre albedrío, un hombre puede escoger una esposa; pero al hacerlo, se hace automáticamente responsable de su cuidado y manutención, limitando, de esta forma, las libertades que tuviera cuando soltero.
La Libertad Moral a la Luz de los Preceptos Morales
Es de lamentar que existan ciertas iglesias que, creyendo con firmeza estar procediendo correctamente, tratan de imponer por la fuerza sus códigos, negando la libertad moral del individuo. Esto sucedió con los Padres Peregrinos al llegar a América, y aún hoy, en diversas regiones del mundo, pasa lo mismo con muchas iglesias conocidas a las que se ha atribuido cierta influencia política en las áreas de su jurisdicción geográfica. Este concepto es altamente contrapuesto al que los profetas nefitas predicaron. Ellos concedían a todos los hombres la libertad moral o de conciencia, no obstante declarar que las leyes del Señor constituían el único camino hacia la vida eterna y reconocer que la misma libertad que otorgaban podía conducir a los hombres hacia el error. En el libro de Mosíah, leemos lo siguiente:
. . .aconteció que el rey Mosíah envió una proclamación por todos los confines del país, que ningún incrédulo podía perseguir a los que pertenecían a la Iglesia de Dios.
Y se dio un estricto mandamiento a todas las iglesias, de que no hubiera persecuciones entre ellos; que hubiera igualdad entre todos los hombres;
Que no permitieran que el orgullo o la soberbia alteraran su paz; que cada uno amara a su prójimo como a sí mismo, y trabajara con sus propias manos para su sostén.
Sí, y todos sus sacerdotes y maestros deberían trabajar con sus propias manos para su sostén a todo tiempo, salvo en caso de enfermedad o gran necesidad; y haciendo estas cosas, abundaron en la gracia de Dios. (Mosíah 27:2-5)
Y aunque la Iglesia era a veces cruelmente perseguida, sus miembros eran enseñados a no perseguir a los que no pertenecieran a ella. Alma nos dice:
Había entonces una estricta ley entre el pueblo de la iglesia, que nadie que perteneciese a la iglesia se pusiera a perseguir a aquellos que no pertenecían a ella, y que no hubiera persecución entre ellos. (Alma 1:21)
Toda vez que la Iglesia de Jesucristo fuera establecida, el mismo principio moral era promulgado. Cuando Lamoni, el rey lamanita, se convirtió a la fe Cristiana, uno de sus primeros actos fue declarar la libertad de conciencia en su reino:
Y también les declaró que gozarían de la libertad de adorar al Señor su Dios según sus deseos, dondequiera que se hallasen, si la región quedaba bajo la autoridad del rey Lamoni. (Alma 21:22)
Los nefitas entendían que la libertad moral era inspirada de Dios, por lo cual sancionaron leyes que protegían tal derecho. Con respecto a ello, leemos lo siguiente:
Pues no había ley alguna contra la creencia de ningún hombre; porque era expresamente contrario a los mandamientos de Dios que hubiera una ley que colocara a los hombres en una posición desigual.
Porque así dicen las Escrituras: Escogeos hoy a quien queráis servir.
De modo que si alguien deseaba servir a Dios, era su privilegio; o mejor dicho, si creía en Dios, era suyo el privilegio de servirlo; pero si no creía en él, no había ley que lo castigara. (Alma 30:7-9)
1 Éter 9:16-23.
2 Ibid.t 9:26.

























Gracias por tan importante altura Gracias bendiciones saludos
Me gustaMe gusta
Gracias por este bello mensaje Gracias excelente explicacion
Me gustaMe gusta