Enseñanzas del Libro de Mormón

Capítulo 21

La Maldad del Mundo


Quizás nada haya nunca preocupado más al hombre que el problema del mal. El mundo está plagado de maldades. Frecuentemente tenemos oportunidad de ver que la miseria y la muerte asestan sus despiadados golpes tanto sobre el inocente como sobre el culpable. Día a día las páginas de los diarios nos perturban con el relato de las crueldades que los hombres cometen.

El problema presenta una serie de interrogantes. ¿Qué es el mal? ¿Por qué existe? ¿Quién es responsable del mal? ¿Podría ser eliminado? Aun las tribus aborígenes han considerado al mal como derivado de espíritus desfavorables y muchas veces han utilizado a sus brujos para que los alejen. Muchos de las antiguos griegos y romanos, aunque no tan seguros de las causas del mal, se cuidaban de ofender a los dioses, por temor a que éstos se vengaran de ellos. Mientras se encontrara visitando el Partenón de Atenas, donde los griegos veneraban a sus dioses, Pablo encontró que los atenienses, temerosos de haber pasado por alto alguno de ellos, habían erigido un altar “al Dios no conocido.” (Hechos 17:23.)

El mal puede ser definido como la fuerza que incita a hacer decisiones nocivas al progreso y al desarrollo espiritual del individuo. Es lo contrario a la bondad, y en forma de maquinaciones de Satanás se opone a los actos y consejos de Dios.

El apóstol Pablo asoció al mal con los deseos de la carne, y así lo escribió a los Santos:

Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del espíritu es vida y paz.

Por cuanto la mente carnal es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede;

Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él (Romanos 8:6-9.)

De igual manera, los profetas nefitas enseñaron a su pueblo que el mal sucedía a los desenfrenados deseos de la carne. No obstante, se regocijaban de poder estar viviendo en un tabernáculo de carne y huesos, y disfrutar a la vez de la compañía del Espíritu de Dios, pues ello les proporcionaba la felicidad y el progreso.

Si bien censuraban el mal, valoraban la condición del libre albedrío que les permitía decidir entre el bien y el mal. Lehi consideraba que dicha condición era necesaria para los propósitos de la ley de oposición:

Porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas. Pues de otro modo, mi primer hijo nacido en el desierto, no habría justicia ni iniquidad, ni santidad ni miseria, ni bien ni mal. De modo que todas las cosas serían necesariamente un solo conjunto; y si fuese un solo cuerpo, habría de estar como muerto, pues no tendría ni vida ni muerte, ni corrupción ni incorrupción, ni felicidad ni miseria, ni sensibilidad ni insensibilidad.

Por lo tanto, habría sido creado en vano, y no hubiera habido ningún objeto en su creación. Esto, pues, habría destruido la sabiduría de Dios y sus eternos designios, como también el poder, la misericordia y la justicia de Dios.

Porque si decís que no hay ley, decís que no hay pecado. Y si decís que no hay pecado, decís también que no hay justicia. Y de no haber justicia, no hay dicha. Y si no hay justicia ni felicidad tampoco hay castigo ni miseria. Y si estas cosas no existen, tampoco existe Dios. Y si no existe Dios, nosotros tampoco existimos, ni la tierra; porque no podría haber habido creación de cosas ni para actuar ni para recibir la acción; por tanto, todo se habría desvanecido.

Y ahora, hijos míos, os digo estas cosas para que os sirvan de provecho e instrucción; porque hay un Dios que ha creado todas las cosas: el cielo, la tierra y todo cuanto en ellos hay; tanto las cosas que obran, como las que reciben la acción.

Y para realizar sus eternos designios sobre el objeto del hombre, después de haber creado a nuestros primeros padres, los animales del campo, las aves del cielo, en fin, todo cuanto ha sido creado, se precisaba una oposición, sí, el fruto prohibido en oposición al árbol de la vida, dulce uno y amargo el otro.

Por lo tanto, el Señor Dios le concedió al hombre que obrara por sí mismo. De modo que el hombre no podía actuar por sí, a menos que lo atrajera el uno o el otro. (2 Nefi 2:11-16.)

También se regocijaba Lehi de la caída de Adán, por lo que comentó:

Porque si Adán no hubiese pecado, no habría caído; sino que habría permanecido en el jardín de Edén. Y todo lo que fue creado tendría que haber permanecido en el mismo estado en que se hallaba después de su creación; y habría permanecido para siempre, sin tener fin.

Y no hubieran tenido hijos; por consiguiente, habrían permanecido en un estado de inocencia, sin sentir gozo, por no tener conocimiento de la miseria; sin hacer el bien, por no conocer el pecado. (2 Nefi 2:22-23.)

Es enteramente comprensible que el progreso del hombre requiera un mundo donde exista una oposición para todas las cosas: frío y calor, dulzura y amargura, gozo y remordimiento. Más aún, un mundo tal sería inútil a menos que el hombre pudiera tener el libre albedrío que le permita discernir y decidirse entre dos fuerzas o alternativas opuestas. Los profetas han proclamado que precisamente de estos dos factores y de la asociación humana, provenían todo el gozo o todo el dolor del mundo.

La conservación de la libertad de conciencia es tan importante y necesaria, que a veces se ha permitido que los hombres perpetren las mayores atrocidades, aun la matanza de personas inocentes, aunque sólo cuando existe un propósito para ello. De ahí que cuando Alma y Amulek debieron presenciar la muerte de hombres, mujeres y niños que se habían convertido a la Iglesia, les fue explicada la razón de ello, por lo que llegaron a saber que el libre albedrío se había también otorgado a aquellos que habían sido muertos y que serían posteriormente bendecidos y exaltados por ello. Y así lo leemos en el capítulo 14 del libro de Alma:

Y cuando Amulek vio los dolores de las mujeres y niños que se consumían en la hoguera, se condolió también, y dijo a Alma: ¿Cómo podemos presenciar esta horrible escena? Extendamos nuestras manos y ejerzamos el poder de Dios que está en nosotros para salvarlos de las llamas.

Más le dijo Alma: El Espíritu me restringe para que no extienda mi mano; pues he aquí, el Señor los recibe para sí mismo en gloria; y él permite que el pueblo les haga esto según la obstinación de sus corazones, para que los juicios que en su ira envíe sobre ellos sean justos; y la sangre del inocente será un testimonio en su contra, sí, y clamará fuertemente contra ellos en el postrer día. (Alma 14:10-11.)

Los profetas no esperaban que los hombres fueran totalmente compensados en esta vida por sus acciones, pero consideraban que tanto las consecuencias del mal como del bien, se extenderían aun a la vida venidera.

El Lugar del Diablo con respecto a lo Malo

A raíz de que lo malo resulta de una elección equivocada, aquellos que incurren en errores tratan generalmente de persuadir a otros a seguir sus pasos. Para influenciarles, los malvados, o bien lo hacen en la creencia de que están actuando correctamente, o habiendo reconocido la triste situación a que han llegado, quieren arrastrar a otros consigo. Cualquiera que sea el motivo, los integrantes de la sociedad humana están constantemente influenciándose unos a otros. No debe suponerse, sin embargo, que los individuos que han sido persuadidos por otros a hacer el mal, habrán de ser justificados o absueltos por tal razón. Todos somos nuestros propios agentes y no meras marionetas en “el juego de los dioses”. También somos influenciados por Dios y por compañeros honestos, para hacer lo bueno. El hombre no permanece solo en su lucha contra Satanás. Tampoco es necesario que seamos persuadidos a hacer lo malo. La maldad es consecuencia de decisiones erróneas y no precisamente de maléficas influencias. No obstante, el hombre reconoce frecuentemente sus equivocaciones y se arrepiente. Y este arrepentimiento es facilitado cuando fomentamos nuestra asociación con personas honestas; y de la misma manera, cuando andamos en compañía de gente mala, este reconocimiento del error se hace más difícil, siendo el deseo de repararlo más fácilmente sofocable.

Los profetas nefitas se referían a Satanás como “el padre del mal”, “el autor de las mentiras” que trata esmeradamente de arrastrar las almas de los hombres al infierno. Un “autor” es alguien que publica o disemina ideas. El diablo esparce la maldad. Mormón atribuía a Satanás todo lo que era malo, diciendo:

Por consiguiente, toda cosa buena viene de Dios, y lo que es malo viene del diablo; porque el diablo es enemigo de Dios, y siempre estará contendiendo con él, e invitando e incitando a pecar y a hacer lo malo sin cesar. (Moroni 7:12.)

El Diablo es un Personaje

Los antiguos profetas americanos entendían que “diablo” fue un nombre dado a un ángel que cayó de la gracia de Dios antes de la creación del mundo. Jacob enseñó:

¡Oh la sabiduría de Dios! ¡Su misericordia y gracia! Porque he aquí, si la carne no se levantara más, nuestros espíritus quedarían sujetos a aquel ángel que cayó de la presencia del Dios Eterno, y se convirtió en diablo, para no levantarse más.

Y nuestros espíritus habrían llegado a ser como él, y nosotros seríamos diablos, ángeles de un diablo, separados de la presencia de nuestro Dios para quedar con el padre de las mentiras, en miseria como él; sí, semejantes a aquel ser que engañó a nuestros primeros padres, quien se hace aparecer como un ángel de luz, e incita a los hijos de los hombres a combinaciones secretas de asesinatos y a toda especie de obras secretas de tinieblas. (2 Nefi 9:8-9.)

El diablo se manifestó en personales apariciones ante los hombres para engañarles y guiarles hacia el mal. Así fue que Korihor, un anti-Cristo, dijo a Alma:

Mas he aquí, me engañó el diablo; pues se me apareció en forma de un ángel y me dijo: Ve y reforma a este pueblo, porque todos se han extraviado siguiendo a un Dios desconocido. Y me dijo: No hay Dios; sí, y me enseñó lo que había de decir. Y he enseñado sus palabras; y las enseñé porque deleitaban la mente carnal; y las enseñé hasta lograr mucho éxito, al grado que realmente llegué a creer que eran ciertas; y por esta razón me opuse a la verdad, hasta traer esta grande maldición sobre mí. (Alma 80:53.)

Nefi nos describe al diablo como uno que está trabajando sutilmente para destruir las almas de los hombres, con estas palabras:

Porque el reino del diablo ha de estremecerse, y los que a él pertenezcan deben ser provocados a arrepentirse, o el diablo los prenderá con sus sempiternas cadenas, y serán movidos a cólera, y perecerán;

Porque he aquí, en aquel día él enfurecerá los corazones de los hijos de los hombres, y los agitará a la ira contra lo que es bueno.

Y a otros pacificará y los adormecerá con seguridad carnal, de modo que dirán: Todo va bien en Sion; sí, Sion prospera, todo va bien. Y así el diablo engaña sus almas, y los conduce astutamente al infierno.

Y he aquí, a otros los lisonjea y les cuenta que no hay infierno; y les dice: Yo no soy el diablo, porque no hay; y así les susurra al oído, hasta que los prende con sus terribles cadenas de las que no hay rescate.

Sí, son ligados con la muerte y el infierno; y la muerte, el infierno, el diablo y todos los que hayan caído en su poder, deberán presentarse ante el trono de Dios para ser juzgados según sus obras, de donde tendrán que ir al lugar preparado para ellos, un lago de fuego y azufre, que es tormento sin fin. (2 Nefi 28:19-23.)

El Diablo y las Enfermedades

También sabían los profetas nefitas que el diablo es capaz de obtener tal control sobre los hombres, que hasta podría afectar aun las funciones del cuerpo. Y reconocían que mediante el ejercicio del sacerdocio los espíritus inmundos pueden ser expulsados de nosotros. El Libro de Mormón, a través del siguiente relato, nos hace saber que el profeta Nefi que vivió en la época de Jesús, tenía un gran poder:

Y en el nombre de Jesús echaba fuera los demonios y espíritus inmundos; y aun levantó a un hermano suyo de los muertos, después que el pueblo lo hubo apedreado y muerto. (3 Nefi 7:19.)

Hablando de Cristo, el rey Benjamín dijo:

Y echará fuera los demonios o los malos espíritus que moran en el corazón de los hijos de los hombres. (Mosíah 3:6.)

Sin embargo, los nefitas no siempre atribuían al diablo las causas de las enfermedades, y aparentemente cultivaron la medicina como un verdadero arte. Aunque Mormón no dedica mucho espacio a este asunto, el siguiente pasaje es muy significativo:

Y hubo algunos que murieron de fiebres, que en ciertas estaciones del año eran muy frecuentes en el país. Pero no murieron muchos de las fiebres, por razón de las excelentes cualidades de las muchas plantas y raíces que Dios había preparado para destruir la causa de aquellas enfermedades que la gente contraía por motivo del clima. (Alma 46:40.)

El Diablo organiza sus Fuerzas

Aunque los nefitas mencionan que las personales apariciones del diablo y sus ángeles con propósitos de engañar a los hombres y guiarles por mal camino eran frecuentes,1 sabían que el mayor daño que Satanás estaba haciendo era por medio de individuos y organizaciones terrenales. Las doctrinas del diablo se infiltraban periódicamente en las sociedades nefitas y lamanitas.

Bajo la influencia de Satanás, Korihor estableció una iglesia y apartó por medio de ella a muchos fieles Cristianos.2

Sherem, otro anti-Cristo, trabajó diligentemente para establecer una iglesia y alejar al pueblo de la verdadera fe. Jacob nos dice:

Era un hombre instruido y sabía perfectamente la lengua del pueblo; por tanto, podía emplear mucha lisonja y mucha elocuencia, según el poder del diablo. (Jacob 7:4.)

Habiendo sido reprendido por Jacob, quien estaba poseído por el Espíritu de Dios, Sherem se afligió mucho y llamando a aquellos a quienes había burlado,

. . . les dijo claramente que había sido engañado por el poder del diablo. . . (Jacob 7:18.)

De la misma manera llegó a ser Nehor un instrumento en las manos del diablo, para la predicación de la mentira y la iniquidad entre el pueblo.3

Posteriormente, el diablo organizó sus fuerzas entre los hombres, a través de juramentos y combinaciones secretas, la más maligna de las cuales entre los nefitas era la banda de Gadiantón. En el libro de Helamán leemos lo siguiente:

Y he aquí, estos asesinos y ladrones pertenecían a una banda que habían formado Kishkumen y Gadiantón. Y sucedió que aun entre los nefitas había muchos de los de la banda de Gadiantón. Mas he aquí, eran más numerosos entre la parte más mala de los lamanitas; y eran conocidos como los ladrones y asesinos de Gadiantón.

Y fueron ellos los que asesinaron a Cezóram, el juez superior, y a su hijo, mientras ocupaban el tribunal; y he aquí, no los descubrieron.

Y sucedió que los lamanitas se afligieron en extremo cuando vieron que existían ladrones entre ellos; y se valieron de cuantos medios pudieron para destruirlos de sobre la faz de la tierra.

Pero he aquí, Satanás incitó el corazón de la mayoría de los nefitas, de modo que se unieron a esas bandas de ladrones, y participaron en sus convenios y juramentos de protegerse y defenderse el uno al otro en cualesquiera circunstancias dificultosas en que se encontrasen, a fin de que no fuesen castigados por sus asesinatos, robos y hurtos.

Y acaeció que tenían sus signos, sí, sus señas y palabras secretas; y esto a fin de reconocer al hermano que hubiese hecho el convenio de que cualquiera que fuese la iniquidad cometida, ni su hermano, ni ninguno de los de la banda que hubiese hecho este convenio, lo perjudicaría;

Y así podrían asesinar, despojar, robar y cometer fornicaciones y toda clase de iniquidades, en oposición a las leyes de su patria y también las de su Dios.

Y todo miembro de aquella banda que revelase al mundo sus iniquidades y abominaciones, debería de ser juzgado, no según las leyes de su patria, sino de acuerdo con las leyes de su maldad, leyes que les habían dado Gadiantón y Kishkumen.

Y he aquí, fueron estos juramentos secretos y pactos, los que Alma mandó a su hijo nunca revelar al mundo, para que no llegasen a ser la causa de la destrucción del pueblo.

Mas he aquí, estos juramentos y pactos secretos no llegaron al conocimiento de Gadiantón por los anales confiados a Helamán; sino que los puso en el corazón de Gadiantón ese mismo ser que incitó a nuestros primeros padres a comer del fruto prohibido;

Sí, ese mismo ser que conspiró con Caín, que si mataba a su hermano Abel, el mundo no lo sabría. Y desde entonces hizo pacto con Caín y sus secuaces.

Y es también ese mismo ser el que puso en el corazón del pueblo construir una torre suficientemente alta para llegar al cielo. Y fue ese mismo ser el que indujo a ese pueblo que vino a este país de aquella torre, y el que extendió las obras de tinieblas y de abominaciones sobre toda la superficie del país, hasta que arrastró al pueblo a una destrucción completa y a un infierno eterno.

Sí, es el mismo ser que inclinó el corazón de Gadiantón a continuar las obras de tinieblas y de asesinatos secretos; y él lo ha divulgado desde el principio del hombre hasta hoy.

Y he aquí, él es el autor de todo pecado; he aquí, él propaga sus tenebrosas obras y asesinatos secretos, y les transmite sus conspiraciones y sus juramentos y sus pactos y todos sus proyectos de terrible maldad, de generación en generación, de acuerdo con el dominio que puede lograr en el corazón de los hijos de los hombres.

Y he aquí, tenía mucho dominio en el corazón de los nefitas; sí, al grado de que se habían vuelto sumamente perversos; sí, la mayoría se había apartado de las vías de rectitud, y hollaban los mandamientos de Dios, siguiendo sus propios caminos, y haciéndose ídolos con su oro y su plata.

Y sucedió que todas estas iniquidades surgieron entre ellos en el término de pocos años, originándose la mayor parte de ellas en el año sesenta y siete del gobierno de los jueces sobre el pueblo de Nefi. (Helamán 6:18-32.)

Así vemos que el diablo es capaz de causar la destrucción de individuos y naciones, por medio de organizaciones terrenales. En su carta a su hijo Moroni, Mormón escribió:

Pero lo que persuade a los hombres a hacer lo malo, y a no creer en Cristo, y a negarlo y no servir a Dios, entonces podréis saber, son un conocimiento perfecto, que es el diablo; porque de este modo es como obra el diablo, porque él no persuade a los hombres a hacer lo bueno, no, ni a uno solo; ni lo hacen sus ángeles, ni los que se sujetan a él. (Moroni 7:17.)


1  Alma 30:53.
2  Alma 30:6-53.
3 Alma 1:2-15.

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2 Responses to Enseñanzas del Libro de Mormón

  1. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Gracias por tan importante altura Gracias bendiciones saludos

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  2. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Gracias por este bello mensaje Gracias excelente explicacion

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