Capítulo 26
El Estado del Hombre Después de la Muerte
Desde tiempo inmemorial, los pueblos de la tierra, en su mayoría, han profesado la creencia de una doble naturaleza en el hombre. Se ha considerado que el cuerpo humano es una morada temporal del espíritu, y que éste, después de la muerte del cuerpo, pasa a vivir en mundo espiritual.
La naturaleza de ese mundo de los espíritus ha sido descripta y su ubicación determinada en forma muy variada y contradictoria. Los indígenas del continente americano llamaban al mundo de los espíritus “la pradera del cazador feliz”, considerándolo como un lugar lleno de todos los menesteres de la vida. Entre los pueblos primitivos del mundo encontramos también la tradicional creencia de que aquel estado consiste en la liberación del hambre, el dolor y las privaciones.
Los antiguos griegos y romanos ubicaron al mundo de los espíritus debajo de la tierra, y creían que allí iban a morar los espíritus de todos los que morían, siendo entonces agrupados en aquel lugar y divididos como ovejas o cabras, para gozar de interminables bendiciones algunos, y para sufrir penalidades y miserias otros. El poeta italiano Dante Alighieri, en su libro “La Divina Comedia”, describe profusamente al mundo de los espíritus en el capítulo titulado “El Infierno”. Este libro es aun grandemente editado y leído, y hasta se ha puesto en escena en los teatros.
Los judíos de Palestina que vivieron en la época de Jesucristo, discrepaban en sus puntos de vista con respecto a la vida después de la muerte. Los fariseos, firmes creyentes en las Escrituras hebreas, creían en un mundo de los espíritus al que llamaban “Seol”, en el cual decían que habitaban los espíritus después de la muerte del cuerpo. Generalmente ubicaban este lugar en alguna parte debajo de la tierra, y lo consideraban un “infierno” para los que eran desobedientes. Y así leemos en los Salmos: “. . .Porque no dejarás mi alma en el Seol.” (Salmos 16:10.) Estas son palabras atribuidas al rey David, después que el Señor le condenara por la muerte de Urías. Los saduceos, por el contrario, no creían en el mundo de los espíritus.
El Nuevo Testamento enseña claramente que existe un mundo de los espíritus, un lugar de miseria o felicidad para el hombre, conforme a su grado de obediencia a los mandamientos de Dios en la vida mortal. Es bastante general la creencia en un mundo de los espíritus entre los Cristianos, pero la misma carece de detalles específicos y las diferentes sectas religiosas proclaman muchos puntos de vista discrepantes.
El apóstol Pablo declaró vigorosamente la existencia del mundo de los espíritus, sin dar precisamente una descripción detallada del mismo ni de las condiciones allí existentes. Especialmente las sectas Cristianas están en desacuerdo y confusión concerniente a la relación entre el mundo de los espíritus y la resurrección del cuerpo, y la diferenciación de los así llamados “paraíso” e “infierno”.
El Libro de Mormón arroja bastante luz sobre este particular. Instruyendo a su hijo, Alma dice:
He aquí, se ha señalado una época en que todos se levantarán de los muertos. Más cuándo vendrá este tiempo señalado, nadie lo sabe; pero Dios sabe la hora indicada.
Y con respecto a que si habrá una primera, segunda o tercera época en que los hombres han de resucitar de los muertos, nada importa; pues Dios sabe todas estas cosas; y básteme saber que tal es el caso: que se ha señalado un tiempo en que todos se levantarán de las muertos.
Más ha de haber un intervalo entre el tiempo de la muerte y el de la resurrección.
Y ahora pregunto: ¿Qué será de las almas de los hombres desde este tiempo de la muerte hasta el momento señalado para la resurrección?
. . . Los hombres tienen señalada una época en que han de resucitar de entre los muertos y hay un intervalo entre el tiempo de la muerte y el de la resurrección. Y con respecto a este espacio de tiempo, lo que será de las almas de los hombres, fue lo que pregunté diligentemente al Señor para saber y acerca de esto es lo que sé.
. . .Ahora respecto al estado del alma entre la muerte y la resurrección, he aquí, un ángel me ha hecho saber que los espíritus de todos los hombres, luego que se separan de este cuerpo mortal, sí, los espíritus de todos los hombres, sean buenos o malos, son llevados ante aquel Dios que les dio la existencia.
. . .Y entonces acontecerá que los espíritus de los malvados, sí, los que son malos—pues he aquí, no tienen parte ni porción del Espíritu del Señor porque escogieron las malas obras más bien que las buenas, por lo que el espíritu del diablo entró en ellos y se posesionó de su casa—éstos serán echados a las tinieblas de afuera;. . . y esto a causa de su propia iniquidad. . .
. . .Así que éste es el estado de las almas de los malvados; sí, en tinieblas y en un estado de terrible y espantosa espera de que la ardiente indignación de la ira de Dios caiga sobre ellos; y así permanecen en este estado, como los justos en el paraíso, hasta el tiempo de la resurrección. (Alma 40:4-7, 9, 11, 13-14.)
Los pasajes que acaban de citarse son muy significativos. De ellos aprendemos que todos los hombres, buenos y malos, después de la muerte entran en el mundo de los espíritus. Todas las almas, hasta que sean resucitadas, habían de permanecer allí sin cuerpos de carne y huesos. El mundo de los espíritus será una morada de paz y de gozo o de inquietud y miseria para el hombre, de acuerdo al estado o condiciones de su mente. Para aquellos que se hayan arrepentido de sus pecados terrenales y estén verdaderamente libres de remordimientos de conciencia respecto de sus transgresiones, y que hayan logrado la compañía del Espíritu Santo, el mundo de los espíritus será un lugar de gozo—un “paraíso, un estado de reposo y paz, donde descansarán de sus tribulaciones y de toda inquietud y pena.”
Pero para los que en su vida mortal hubieran infringido las leyes de Dios y cometido iniquidades, fracasando en su progresión terrenal en cuanto a carácter y personalidad, el mundo de los espíritus habrá de ser un “infierno”—un estado de remordimiento y angustia mental, una condición de tinieblas.
El profeta José Smith dijo:
La mayor miseria de los espíritus de los muertos, en el mundo de los espíritus, es saber que están privados de la gloria que otros disfrutan y que ellos mismos podrían haber alcanzado; y ellos son sus propios acusadores. (Historia de la Iglesia, tomo V, página 425.)
De acuerdo a lo mencionado, el “paraíso” no consiste en un estado en la presencia de Dios, sino en una condición de gozo o remordimiento para los espíritus de los que han muerto. Tampoco es un lugar en el que los espíritus duermen, como lo han conceptuado algunos grupos Cristianos. Allí podrá experimentarse un vivido recuerdo de la vida anterior, lo cual habrá de determinar el gozo o el remordimiento del individuo. Es un lugar en el cual el hombre ha de conservar su libre albedrío, y donde continuaremos haciendo cosas buenas o malas, conforme al mismo.
Amulek hace resaltar la importancia de aprender a obedecer al Señor en la vida terrenal:
Porque he aquí, esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios, sí, el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar su obra.
Y como os dije antes, y que habéis tenido tantos testimonios, os ruego, por tanto, que no demoréis el día de vuestro arrepentimiento hasta el fin; porque después de este día de vida, que se nos da para prepararnos para la eternidad, he aquí que si no mejoramos nuestro tiempo durante esta vida, entonces viene la noche de tinieblas en la cual no se puede hacer nada.
No podréis decir, cuando os halléis ante esa terrible crisis: Me arrepentiré; me volveré a mi Dios. No, no podréis decir esto; porque el mismo espíritu que posee vuestros cuerpos al salir de esta vida, ese mismo espíritu tendrá poder para poseer vuestro cuerpo en aquel mundo eterno.
Porque si habéis demorado el día de vuestro arrepentimiento, aun hasta la muerte, he aquí, os habéis sujetado al espíritu del diablo que os sellará como cosa suya; por tanto, se retira de vosotros el Espíritu del Señor y no tiene cabida en vosotros, y el diablo tiene todo poder sobre vosotros; y éste es el estado final del malvado.
Y sé esto, porque el Señor ha dicho que no mora en templos impuros, sino en los corazones de los justos; y también ha dicho que los justos se levantarán en su reino, para ya no volver a salir; y sus vestidos serán blanqueados por medio de la sangre del Cordero. (Alma 34:32-36.)
Aquí nos deja Amulek una lección muy importante. En la muerte en sí, no hay nada que pueda cambiar la naturaleza del espíritu del hombre. Más allá del velo el hombre habrá de conservar aún las mismas tendencias hacia lo malo o hacia lo bueno que tuviera en la vida mortal. Más aún, los poderes malignos podrán ser sentidos allí tal como aquí, puesto que el diablo, siendo un espíritu también, tendrá libertad para andar entre aquellos espíritus que hayan preferido su compañía en la vida terrenal. Concerniente a ello, Alma nos dice:
A los que endurecen sus corazones les es dada la menor porción de la palabra, hasta que nada saben de sus misterios; y entonces el diablo los lleva cautivos y los guía según su voluntad hasta la destrucción. Esto es lo que significan las cadenas del infierno. (Alma 12:11.)
Tomados aisladamente, estos pasajes citados podrían llevar a algunos a pensar que no existen esperanzas para aquellos que hayan rechazado el evangelio en esta vida. Pero no es tal la intención de Alma; más bien, él ha querido dejar la impresión de que será muy difícil para el inicuo cambiar de parecer en el mundo de las espíritus. Por otro lado, no debemos olvidar que allí estará también el Espíritu del Señor y los espíritus de muchos hombres y mujeres justos. El mismo sacerdocio estará presente, y los justos tendrán ascendencia sobre los malos. Asimismo, será natural que los justos busquen asociarse y fortalecerse entre sí, tal como en esta vida. Y puesto que los malos preferirán relacionarse con los que sean como ellos mismos, la obra misionera será problemática, y el arrepentimiento no muy fácil.
Una revelación dada al presidente José F. Smith en 1918, arroja una luz sobre el asunto. En aquella impresionante visión le fueron mostrados los misioneros que predicaban entre los que habitan el mundo de los espíritus, aun aquellos que habían rechazado el evangelio en esta vida, y aunque no vio indicaciones de que éstos lo aceptaran a medida que se les predicaba, es razonable suponer que la obra entre ellos no podía ser enteramente en vano, aun cuando les resultare difícil reconocer la verdad.1 Parte del relato del presidente Smith dice:
Mientras lo meditaba, fueron abiertos mis ojos y mi entendimiento fue vivificado, y percibí que el Señor no fue en persona a evangelizar a los inicuos y desobedientes que habían rechazado la verdad; más he aquí, organizó sus fuerzas de entre los justos y nombró mensajeros, investidos con poder y autoridad, y los comisionó para que fueran y llevaran la luz del evangelio a los que se hallaban en tinieblas, sí, todos los espíritus de los hombres. De esta manera se predicó el evangelio a los muertos. (Gospel Doctrine, José F. Smith, páginas 598-599. Véase “Liahona”, Mayo 1957, páginas 10-11.)
1 Gospel Doctrine, por José F. Smith, páginas 472-476.

























Gracias por tan importante altura Gracias bendiciones saludos
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Gracias por este bello mensaje Gracias excelente explicacion
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