Capítulo 27
La Resurrección
Hace casi dos mil años, Jesús de Nazaret moría sobre una cruz romana y su cuerpo era luego depositado en un sepulcro judío.
Testigos presenciales del acontecimiento registraron entonces en la historia que tres días más tarde, de acuerdo a los cómputos hebreos, el espíritu de Jesús retomó Su cuerpo y apareció a muchos en la carne—diciendo a Sus discípulos: “Palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.”1 Esos mismos relatos nos hacen saber que Jesús anduvo, presentándose ante numerosas personas, durante cuarenta días sobre la tierra antes de ascender a los cielos.
Estos acontecimientos concuerdan ampliamente con las doctrinas que el Maestro enseñó durante su existencia natural en la carne: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.”2 “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.”3
Veinte años más tarde, escribiendo a los santos de Corinto, el apóstol Pablo refiere su mensaje al hecho más importante del Cristianismo—la resurrección de Cristo, diciendo:
Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;
Y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;
Y que apareció a Cefas, y después a los doce.
Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.
Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles;
Y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. (1 Corintios 15:3-8.)
Antes del tiempo de Jesucristo, mucha gente creía en una resurrección del cuerpo que tomaría lugar en cierta época después de la muerte, pero tal unión de cuerpos y espíritus separados no había sido aún observada o experimentada por nadie. Y fue mediante su experiencia personal con el Señor resucitado que los discípulos de Jesús se sintieron impulsados hacia la acción e imprimieron al movimiento Cristiano aquel vigor que le permitió expandirse por el mundo entonces conocido en sólo poco más que un siglo. Resulta significativo el hecho de que el repentino celo con que estos seguidores de Cristo comenzaron a predicar el evangelio, fervientemente dispuestos a sellar sus testimonios con su propia sangre, nunca haya sido satisfactoriamente explicado, excepto sobre las bases de la misma resurrección del Salvador.
Sin embargo, este conocimiento acerca de la resurrección que fuera entonces obtenido por el hombre, se ha ido perdiendo o debilitando hasta llegar a ser sólo una vaga esperanza entre los innumerables círculos Cristianos. La resurrección ha sido frecuentemente interpretada como un mero renacimiento, no ya del cuerpo de Jesús, sino de Sus ideas, doctrinas y ejemplos en los corazones de los hombres.
Mas nosotros no compartimos las dudas Cristianas sobre la materia, ni tampoco dejamos de valorar la fuerte creencia que en cuanto a la resurrección otros grupos religiosos profesan. Baste decir que algunos de los más notables predicadores del pasado, han pregonado desde sus pulpitos una filosofía acerca de la resurrección de Cristo que no dista mucho del concepto mencionado.
Hace ya algunos años, uno de los senadores de los Estados Unidos, llamado Beveridge, manifestó no haber encontrado un solo ministro religioso, de entre los varios que consultó, que estuviera dispuesto a declarar positivamente al mundo que Cristo vive, o que uno mismo habrá de resucitar después de la muerte temporal. Si el señor Beveridge hubiera preguntado a un miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días al respecto, habría encontrado las mismas aseveraciones firmes que del conocimiento sobre la resurrección tenían Pablo y los primeros Cristianos y precisamente por las mismas razones, a saber, por motivo de la posesión de una indiscutible evidencia de una resurrección tan real como la vida misma.
La Iglesia está agradecida a Dios por haber recibido de El nuevos testimonios referentes a la resurrección. De entre éstos, el Libro de Mormón es uno de los más notables, pues es un verdadero testigo de que Jesús es el Cristo y Dios de este mundo, y que está en verdadera armonía con la voluntad del Padre. Más aún, el Libro de Mormón es un testigo de que Jesús resucitó de la tumba, que apareció a los nefitas en el hemisferio occidental, les enseñó el evangelio y organizó Su Iglesia entre ellos. Y es con el relato de estos eventos que tanto Mormón como Moroni esperaban poder convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo.
La Resurrección de Todos los Hombres
Con las siguientes palabras, Jacob nos da la razón de la resurrección:
Porque como la muerte ha pasado a todo hombre para cumplir el misericordioso designio del Gran Creador, también es necesario que haya un poder de resurrección, y la resurrección debe venir al hombre por motivo de la caída; y la caída vino a causa de la transgresión; y por haber caído el hombre, fue desterrado de la presencia del Señor.
Por tanto, deberá ser una expiación infinita, porque si no fuera infinita, esta corrupción no podría vestirse de incorrupción. De modo que el primer juicio que cayó sobre el hombre habría durado eternamente. Y siendo así, esta carne tendría que pudrirse y desmenuzarse en su madre tierra, para no levantarse jamás.
¡Oh la sabiduría de Dios! ¡Su misericordia y gracia! Porque he aquí, si la carne no se levantara más, nuestros espíritus quedarían sujetos a aquel que cayó de la presencia del Dios Eterno, y se convirtió en diablo, para no levantarse más.
Y nuestros espíritus habrían llegado a ser como él, y nosotros seríamos diablos, ángeles de un diablo, separados de la presencia de nuestro Dios para quedar con el padre de las mentiras, en miseria como él; sí, semejantes a aquel ser que engañó a nuestros primeros padres, quien se hace aparecer como un ángel de luz, e incita a los hijos de los hombres a combinaciones secretas de asesinatos y a toda especie de obras secretas de tinieblas.
¡Oh cuán grande es la bondad de nuestro Dios, que nos prepara el camino para que escapemos de las garras de ese terrible monstruo! Sí, ese monstruo, muerte e infierno, que llamo la muerte del cuerpo, y también la muerte del espíritu.
Y a causa del plan de redención de nuestro Dios, el Santo de Israel, esta muerte de que he hablado, que es la temporal, entregará sus muertos; y esta muerte es la tumba.
Y la muerte de que he hablado, que es la muerte espiritual, entregará sus muertos; y esta muerte espiritual es el infierno. De modo que la muerte y el infierno han de entregar sus muertos; el infierno ha de entregar sus espíritus cautivos, y la tumba sus cuerpos cautivos, y los cuerpos y los espíritus de los hombres serán restaurados el uno al otro; y se hará por el poder de la resurrección del Santo de Israel.
¡Oh cuán grande es el plan de nuestro Dios! Porque por otro lado, el paraíso de Dios ha de entregar los espíritus de los justos y la tumba los cuerpos de los justos; y los espíritus y los cuerpos serán restaurados de nuevo unos a otros, y todos los hombres se tornarán incorruptibles e inmortales; y serán almas vivientes, con un conocimiento perfecto parecido al que tenemos en la carne, salvo que nuestro conocimiento será perfecto.
Por lo que tendremos un conocimiento perfecto de toda nuestra culpa, y nuestra impureza, y nuestra desnudez; y los justos, hallándose vestidos de pureza, sí, con el manto de rectitud, tendrán un conocimiento perfecto de su gozo y de su justicia. (2 Nefi 9:6-14.)
Aun los Injustos Serón Resucitados
Amulek nos hace saber que aun los injustos habrán de ser levantados de la muerte temporal. Y así nos lo dice:
Por tanto, los malvados permanecen como si no hubiese habido redención, salvo que quedan libres de las ligaduras de la muerte; pues he aquí, viene el día en que todos se levantarán de los muertos y se presentarán delante de Dios para ser juzgados según sus obras.
Hay pues una muerte que se llama la muerte temporal; y la muerte de Cristo desatará las ligaduras de esta muerte temporal para que todos se levanten de ella.
El espíritu y el cuerpo serán reunidos otra vez en su perfecta forma; los miembros así como las coyunturas se verán restablecidos a su propia forma, tal como nos hallamos ahora; y seremos levantados ante Dios; y conoceremos como ahora conocemos, y tendremos un vivo conocimiento de toda nuestra culpa.
Esta restauración vendrá sobre todos, sean viejos o jóvenes, esclavos o libres, varones o hembras, malvados o justos; y no se perderá ni un solo pelo de sus cabezas, sino que todo será restablecido a su perfecta forma, o en el cuerpo, cual se encuentra ahora; e irán para comparecer ante el tribunal de Cristo el Hijo, y Dios el Padre, y el Espíritu Santo, que son un eterno Dios, para ser juzgados según sus obras, sean buenas o malas.
He aquí, te he hablado acerca de la muerte del cuerpo temporal, y también de la resurrección del cuerpo mortal. Te digo que este cuerpo mortal se levantará cuerpo inmortal, es decir, de la muerte, sí, de la primera muerte a vida, para no morir ya más; sus espíritus se unirán a su cuerpos para no ser separados nunca más, y esta unión se tornará espiritual e inmortal, para no volver a ver corrupción. (Alma 11:41-45.)
El mismo Jesucristo, cuando apareció a los nefitas como un Ser resucitado, enseñó el carácter universal de la resurrección:
Y les explicó todas las cosas, sí, desde el principio hasta le época en que él viniera en su gloria; sí, todas las cosas que habían de suceder sobre la faz de la tierra, hasta que los elementos se derritieran con intenso calor, y la tierra se plegara como rollo, y desaparecieran los cielos y la tierra;
Y hasta aquel grande y postrer día en que todos los pueblos, familias, naciones y lenguas comparecerán ante Dios para ser juzgados según sus obras, ya fueren buenas o malas:
Si fueren buenas, a la resurrección de vida eterna; y si fueren malas, a la resurrección de condenación; y constituyen un paralelo, unos por un lado y los otros por el otro, según la misericordia, justicia y sanidad que hay en Cristo, que existía desde antes del principio del mundo. (3 Nefi 26:3-5.)
Muchos Santos han Resucitado Ya
En su relato sobre la vida y la muerte de Jesús, Mateo declara:
Y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;
Y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. (Mateo 27:52-53.)
En el continente americano, aún antes del nacimiento del Salvador, se sabía que la resurrección de Jesucristo habría de ser seguida por la de los justos que habían vivido y muerto entre la época de Adán y el Meridiano de los Tiempos. El profeta Abinadí manifestó:
Porque si no fuera por la redención que hizo por su pueblo, la cual fue preparada desde la fundación del mundo, os digo que de no haber sido por esto, todo el género humano habría perecido.
Mas he aquí, los lazos de la muerte serán deshechos; y el Hijo reinará y tendrá poder sobre los muertos; por tanto, llevará a efecto la resurrección de los muertos.
Y viene una resurrección, una primera resurrección; sí, una resurrección de aquellos que han existido, que existen y que existirán hasta la resurrección de Cristo, que así será llamado.
Y la resurrección de todos los profetas, y todos aquellos que han creído en sus palabras, y todos aquellos que han guardado los mandamientos de Dios, se realizará en la primera resurrección; por tanto, ellos son la primera resurrección.
Estos serán levantados para vivir con Dios, que los ha redimido; de modo que tienen vida eterna por medio de Cristo, el cual ha quebrantado los lazos de la muerte.
Y son los que tienen parte en la primera resurrección; y son los que murieron en su ignorancia, antes que Cristo viniese, no habiéndoseles declarado la salvación. Y así el Señor efectúa la restauración de éstos; y participan en la primera resurrección o tienen vida eterna, porque el Señor los rescata.
Y los niños pequeños también tienen vida eterna. (Mosíah 15:19-25.)
Cinco años antes del nacimiento de Jesús, Samuel, el profeta lamanita, habló de la muerte y la resurrección del Señor, y agregó:
Y se abrirán muchos sepulcros, y entregarán a gran número de sus muertos; y numerosos santos se aparecerán a muchos. (Helamán 14:25.)
Y cuando, tiempo después, estuvo entre los nefitas, el Señor resucitado se refirió a esa profecía, diciendo:
. . .Trae los anales que habéis conservado.
Y cuando Nefi llevó los anales, y los puso ante él, Jesús los examinó y dijo:
En verdad os digo que le mandé a mi siervo, Samuel el Lamanita, testificar a este pueblo, que el día en que el Padre glorificara su nombre en mí, habría muchos santos que se levantarían de los muertos, y aparecerían a muchos, y los atenderían. Y les preguntó: ¿No fue así?
Y sus discípulos le contestaron, y dijeron: Sí, Señor, Samuel profetizó según tus palabras, y todas se cumplieron.
Y Jesús les dijo: ¿Cómo es que no habéis escrito esto, que muchos santos se levantaron, y se aparecieron a muchos, y los atendieron?
Y sucedió que Nefi se acordó de que aquello no se había escrito.
Y acaeció que Jesús mandó que se escribiera; de manera que se escribió, según su mandamiento. (3 Nefi 23:7-13.)
La Primera Resurrección
Sin embargo, la resurrección de Jesucristo y la de los justos que habían muerto antes de Su venida, no fue todo lo que está incluido en lo que se conoce como “la primera resurrección”; y así lo indican las promesas que en la actualidad se hacen a los que viven. El ángel Moroni, que vivió mucho después que Jesús, tomó parte en “la primera resurrección”.
El problema, no obstante, se aclara sobremanera si utilizamos las terminologías “resurrección de los justos” y “resurrección de los injustos”. Aquélla, no importa cuándo haya tomado o de tomar lugar, precede a la de los injustos, y por lo tanto se ha definido como “la primera resurrección”. Así que los justos habrán de tomar parte de la ‘primera resurrección—aún por completarse—, en contraste con los injustos o inicuos, que habrán de participar de la última resurrección, la cual se efectuará al final del Milenio.
Repetidamente encontramos en las Escrituras la promesa de que al tiempo de la segunda venida de Cristo, aquellos justos que hayan muerto y no hubieren aún resucitado, se levantarán de sus tumbas y habitarán nuevamente la tierra durante el Milenio. Esta resurrección, siendo definidamente “la primera resurrección” o “la resurrección de los justos”, es la que en nuestros días se promete en las ordenanzas del templo y en las bendiciones patriarcales.4
1 Lucas 24:39.
2 Juan 2:19.
3 Juan 12:32.
4 Doctrines of the Restored Church, por el autor, páginas 206-208. Véase Doc. y Con. 76:50-70.

























Gracias por tan importante altura Gracias bendiciones saludos
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Gracias por este bello mensaje Gracias excelente explicacion
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