Capítulo 28
Los Juicios
¿Cuándo y cómo habrá el hombre de responder por sus pecados? El poeta Dante Alighieri, en su obra La Divina Comedia, describe a la humanidad clasificándose ante el tribunal celestial de la justicia, donde los libros de la vida se encuentran abiertos y sus virtudes son valoradas. El resultado era la división y separación de las “ovejas” y las “cabras,” pasando unos a morar en una región de eternas bendiciones, mientras que los otros entraban en un lugar de ardiente tormento interminable.
Muchas personas y grupos religiosos piensan que Pedro, el apóstol de la antigüedad, ha de ser el guardián de la puerta del reino y el juez de aquellos que podrían entrar en el mismo, pero el Libro de Mormón nos hace saber que será el propio Jesucristo quien tendrá a Su cargo tal responsabilidad.1
Todos los Cristianos, en una forma u otra, han reconocido que habrá un día en que tendremos que ajustar nuestras cuentas ante el Señor. Los profetas nefitas, por su parte, tienen mucho que decir concerniente al juicio final y despliegan un amplio y profundo concepto con respecto a la manera en que este juicio ha de llevarse a cabo.
El Juicio de Uno Mismo
Los profetas del Libro de Mormón comprendían que el castigo más grande que se puede imponer al hombre en esta vida, y por consiguiente el más importante en la vida venidera, es el remordimiento de su propia conciencia. Cuando su conciencia es propiamente despertada, el hombre puede sufrir intensamente por los errores que ha cometido. Así nos lo demuestra el joven Alma, después de su arrepentimiento y conversión al Cristianismo, cuando exclamó:
. . .Me hallaba en un obscuro abismo; mas ahora veo la maravillosa luz de Dios. Atormentaba mi alma un suplicio eterno; más he sido rescatado, y mi alma no siente más dolor. (Mosíah 27:29.)
Jacob percibió que el juicio más impresionante en el mundo de los espíritus es aquel por el que uno mismo puede verse tal cual es visto. Y agregó que en la resurrección,
. . .todos los hombres se tornarán incorruptibles e inmortales; y serán almas vivientes, con un conocimiento perfecto parecido al que tenemos en la carne, salvo que nuestro conocimiento será perfecto.
Por lo que tendremos un conocimiento perfecto de toda nuestra culpa, y nuestra impureza, y nuestra desnudez; y los justos, hallándose vestidos de pureza, sí, con el manto de rectitud, tendrán un conocimiento perfecto de su gozo y de su justicia. (2 Nefi 9:13-14.)
Alma hace destacar que será nuestro estado mental el que ha de definir nuestra felicidad o miseria en el mundo de las espíritus,2 mientras que Moroni, dirigiéndose a cierto número de no creyentes, declaró:
¿Seguiréis negando al Cristo, o podréis mirar al Cordero de Dios? ¿Suponéis que podréis vivir con él estando conscientes de vuestra culpa? ¿Suponéis que podríais ser felices, viviendo con ese santo Ser, cuando atormenta a vuestras almas el remordimiento de ser culpables de haber violado sus leyes todo el tiempo?
He aquí, os digo que seríais más miserables, viviendo en la presencia de un Dios santo y justo, con el conocimiento de vuestra impureza ante él, que si vivierais con las almas condenadas en el infierno.
Porque he aquí, cuando se os haga ver vuestra desnudez delante de Dios, y también la gloria de Dios, y la santidad de Jesucristo, se encenderá una llama de fuego inextinguible en vosotros. (Mormón 9:3-5.)
Así será cómo el hombre habrá de juzgarse a sí mismo, y si es inicuo, tratará de escapar de los juicios de otros.
El Juicio de Otros
Aunque el hombre sea, tarde o temprano, expuesto a su propio juicio, éste no ha de ser el único que habrá de afrontar. En las varias etapas de la vida hay otros individuos que, debido a su posición o llamamiento, deben emitir sus juicios sobre nosotros. Un obispo, como juez común de Israel, juzga, conforme a su divino llamamiento, a los miembros de su barrio, pudiendo determinar en cada uno la dignidad que habrá de habilitarles para efectuar las ordenanzas de la Iglesia, entrar en los templos del Señor o ser portadores de ciertos oficios. Los presidentes de estaca son los jueces de las familias en sus jurisdicciones, en tanto que las Autoridades Generales son frecuentemente llamadas para juzgar a los miembros y determinar quiénes podrían ser llamados a prestar servicios especiales al Padre Celestial o quiénes han de ser suspendidos o excomulgados por motivo de iniquidad. Y aun aquéllos que pretendan escapar a estos juicios, habrán de ser juzgados.
Hablando de tales individuos al tiempo de la resurrección, Alma dice:
Porque nos condenarán nuestras palabras, sí, y todas nuestras obras; no nos encontraremos sin mancha y nuestros pensamientos nos condenarán también. Y en esta terrible condición no nos atreveremos a mirar a nuestro Dios, sino que nos daríamos por felices con poder mandar a las piedras y montañas que cayesen sobre nosotros, para que nos escondiesen de su presencia.
Mas esto no puede ser; tendremos que presentarnos ante él en su gloria, fuerza, poder, majestad y dominio, y reconocer, para nuestra eterna vergüenza, que todos sus juicios son rectos; que es justo en todas sus obras y misericordioso hacia los hijos de los hombres, y que tiene todo poder para salvar a todo el que crea en su nombre y dé fruto digno de arrepentimiento.
Y he aquí, os digo que entonces viene una muerte, una segunda muerte, que es espiritual; entonces es cuando el que muere en sus pecados, en cuanto a la muerte temporal, padecerá también una muerte espiritual, sí, morirá en cuanto a las cosas que pertenecen a la justicia.
Entonces es cuando sus tormentos serán como un lago de fuego y azufre, cuya llama asciende para siempre jamás; entonces es cuando serán ligados a una eterna destrucción, según el poder y cautividad de Satanás, pues él los habrá sujetado a su voluntad.
Dígoos que entonces se hallarán como si no se hubiese hecho ninguna redención; porque no pueden ser redimidos de acuerdo con la justicia de Dios; y no pueden morir, porque no hay más corrupción. (Alma 12:14-18.)
Y en un pasaje posterior, el mismo profeta nos explica más ampliamente la naturaleza del castigo impuesto a los inicuos:
Y entonces los justos resplandecerán en el reino de Dios.
Mas he aquí, una terrible muerte sobrevendrá a los malos; porque mueren en lo que respecta a lo que es recto; pues son impuros, y nada impuro puede heredar el reino de Dios; sino que son echados fuera y consignados a participar de los frutos de sus obras o sus trabajos, que han sido malos; y beberán las heces de una amarga copa. (Alma 40:25-26.)
Mucho antes, el profeta Nefi había proclamado ya la misma doctrina, diciendo:
Recuerda, pues, oh hombre, que por todos tus hechos, serás llamado a juicio.
Por lo que, si habéis seguido lo malo en los días de vuestra prueba, seréis declarados impuros ante el tribunal de Dios; y ninguna cosa inmunda puede habitar con Dios; así que tendréis que ser desechados para siempre. (1 Nefi 10:20-21.)
Y algo más tarde, Jacob declaró:
Y cuando todos los hombres hayan pasado de esta primera muerte a vida, y hayan así llegado a ser inmortales, acontecerá que se presentarán ante el tribunal del Santo de Israel. Entonces seguirá el juicio, y serán juzgados según el santo juicio de Dios.
Y tan cierto como que el Señor vive, porque el Señor Dios lo ha dicho, y es su palabra eterna que no puede fallar, que aquellos que son justos permanecerán justos, y los que son sucios permanecerán sucios; por lo tanto, los impuros son el diablo y sus ángeles; e irán al fuego eterno que ha sido preparado para ellos; y su tormento es como un lago de fuego y azufre, cuyas llamas ascienden para siempre jamás, y no tienen fin. (2 Nefi 9:15-16.)
Cuando hablamos del juicio ante el tribunal divino, mucha gente se maravilla pensando cómo podrían ser juzgados por nuestro Padre Celestial todos aquellos que han existido y todos los que actualmente viven sobre la tierra. Alguien ha dicho que los habitantes del mundo son tan numerosos que si uno pudiera pararse en cierto lugar mientras todos ellos, en formación militar y en filas de treinta y dos personas de ancho, pasaran en frente nuestro sin cesar, los escuadrones andarían indefinidamente puesto que la natalidad humana estaría equiparada con la velocidad de la marcha.
Pero a los profetas nefitas no les preocupaban los acertijos matemáticos. Para ellos el gran juicio final no les presentaba problema alguno. Y sabían que así como en la Iglesia de Dios sobre la tierra, Sus convenios son administrados por Sus siervos, también en el reino eterno los juicios del Señor habrán de ser efectuados por aquellos que El comisione para juzgar. En los comienzos de la cultura nefita, Nefi manifestó su concepto en cuanto al gran juicio:
. . .El ángel me dijo: He aquí los doce discípulos del Cordero que han sido escogidos para ejercer su ministerio entre tus descendientes.
Y me dijo: ¿Te acuerdas de los doce apóstoles del Cordero? He aquí, ellos son los que juzgarán a las doce tribus de Israel; por tanto, los doce ministros de tu posteridad serán juzgados por ellos, pues sois de la casa de Israel.
Y estos doce ministros que tú ves, juzgarán a tu posteridad. He aquí, son justos para siempre, porque a causa de su fe en el Cordero de Dios, sus vestidos han sido blanqueados en su sangre. (1 Nefi 12:8-10.)
El hecho de que sean otros los que habrán de juzgarnos en lugar de Jesucristo, no disminuirá ni el gozo ni la miseria que obtengamos como resultado. Y así lo declaró el Maestro cuando dijo a Sus discípulos:
. . .Seréis como yo, y yo soy como el Padre; y el Padre y yo somos uno. (3 Nefi 28:10.)
Ahora bien, ¿por qué es necesario un juicio final? Si el hombre no puede soportar la presencia de Dios sin ser perdonado antes por sus pecados, deberá entonces someterse a un juicio. Porque el perdón de los pecados, medie o no el arrepentimiento del individuo—el cual es el principio que justifica dicho perdón—, requiere que él sea juzgado.
Un Juicio Justo
Los profetas nefitas estaban firmemente convencidos de que Dios es un Dios de leyes y de orden, y que por consiguiente Sus juicios han sido, son y serán justos.3 Los hombres serán recompensados conforme a sus obras hechas en la carne,4 de acuerdo a sus propios deseos5 y en base a lo que habrían hecho si hubieran tenido la oportunidad que no tuvieron.6
Hablando de los incrédulos, Nefi menciona un interesante principio en cuanto al juicio final:
. . .Las cosas del sabio y del prudente quedarán para siempre ocultas de ellos; sí, esa felicidad que está preparada para los santos. (2 Nefi 9:43.)
1 2 Nefi 9:41.
2 Alma 40:11-14.
3 Repásese el Capítulo 6, Un Dios de Leyes.
4 Alma 5:16-2; 52-56.
5 Ibid., 41:3-7.
6 Mosíah 4:24-25

























Gracias por tan importante altura Gracias bendiciones saludos
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Gracias por este bello mensaje Gracias excelente explicacion
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