Capítulo 32
Una Advertencia a Naciones y Pueblos
¿En qué forma ha intervenido Dios en la historia de las naciones? Esta pregunta es muy antigua y aún en nuestros días causa disensión entre los filósofos. La Biblia contiene fuertes evidencias en cuanto a que el Señor hace prosperar a las naciones que le sirven, en tanto que levanta Su mano en juicio contra aquellos pueblos que le olvidan y se hunden en la inequidad. El Libro de Mormón, a la par de la Biblia, realza este mismo punto de vista. Clásica es la declaración de profeta Nefi sobre el particular:
Vosotros sabéis que los hijos de Israel se hallaban en la esclavitud, sobrecargados con penosas tareas; por lo tanto, sabéis que debe haberles sido cosa grata verse libres de su servidumbre.
Además, sabéis que Moisés recibió del Señor el mandamiento de hacer esta gran obra; y que por su palabra se dividieron las aguas del mar Rojo, a uno y otro lado, y pasaron a pie enjuto.
Pero sabéis que los egipcios, que componían los ejércitos de Faraón, se ahogaron en el mar Rojo.
Y también sabéis que los hijos de Israel fueron alimentados con maná en el desierto.
Sí, y también sabéis que Moisés, por su palabra, según el poder de Dios que se hallaba en él, hirió la roca, y salió agua, para que los hijos de Israel pudiesen calmar su sed.
Y a pesar de ser guiados, yendo el Señor, su Dios y Redentor, delante de ellos, conduciéndolos de día y dándoles luz de noche, y haciendo por ellos cuanto al hombre le era prudente recibir, endurecieron sus corazones, cegaron sus mentes e injuriaron a Moisés y al verdadero Dios viviente.
Y aconteció que según su palabra, los destruyó; y según sus palabras, los guio; y según su palabra hizo por ellos todas las cosas; y no se hizo nada que no fuese por su palabra.
Y después que hubieron atravesado el río Jordán, él les dio fuerza para arrojar a los habitantes del país, sí, esparciéndolos hasta su destrucción.
Y ahora, ¿pensáis vosotros que los hijos de ese país, que se hallaban en la tierra de promisión, y que fueron echados por nuestros padres, pensáis vosotros que eran hombres justos? He aquí, os digo que no.
¿Pensáis vosotros que nuestros padres hubieran sido más favorecidos que los habitantes del país, si éstos hubiesen sido justos? Yo os digo que no.
He aquí, el Señor estima a toda carne igual, y aquel que es justo es favorecido de Dios. Pero he aquí, este pueblo había rechazado a Dios, y se había madurado en la iniquidad; y la plenitud de la cólera de Dios estaba sobre ellos. Y el Señor maldijo la tierra para ellos, y la bendijo para nuestros padres. Sí, la maldijo para su destrucción, y la bendijo para que nuestros padres se enseñoreasen de ella.
He aquí, el Señor ha creado la tierra para que sea habitada; y ha creado a sus hijos para que la posean.
Y levanta a la nación justa, y destruye a las malas.
Conduce a los justos a tierras ricas, y destruye a los perversos, maldiciendo la tierra a causa de ellos.
Reina en las alturas de los cielos, porque son su trono; y esta tierra es el escabel de sus pies.
Y ama a los que lo aceptan por Dios. He aquí, él amó a nuestros padres, e hizo alianza con ellos, sí, con Abrahán, Isaac y Jacob; y recordó las alianzas que había hecho, y los sacó del país de Egipto. (1 Nefi 17:25-40.)
Las Naciones que Sirven al Señor Prosperan
Nefi ha dado su testimonio de haber sentido la mano del Señor en la empresa de guiar a su pueblo hacia el continente americano, atesorando Su promesa:
Y si guardáis mis mandamientos, prosperaréis y seréis conducidos a una tierra prometida; sí, a una tierra que yo he preparado para vosotros, una tierra escogida sobre todas las demás. (1 Nefi 2:20.)
El patriarca Lehi, percibiendo también la mano del Señor en la orientación de su pueblo hacia la Tierra de Promisión, predijo:
. . .Hemos obtenido una tierra de promisión, una tierra escogida sobre todas las demás; la cual, según el convenio que el Señor Dios ha hecho conmigo, será el país de la herencia de mi posteridad. Sí, el Señor por pacto me ha dado esta tierra a mí y a mis hijos para siempre, y también para todos los que la mano del Señor traiga de otros países.
Y yo, Lehi, profetizo según el Espíritu que obra en mí, que nadie vendrá a esta tierra si no fuere traído por la mano del Señor.
Por lo tanto, esta tierra está consagrada a los que él conduzca aquí. Y si le sirvieren según los mandamientos que ha dado, será para ellos una tierra de libertad; por lo que nunca serán llevados cautivos; y si lo fueren, será por causa de la iniquidad; porque si abundare la iniquidad, maldito será el país por causa de ellos; pero para los justos siempre será una tierra bendita. (2 Nefi 1:5-7.)
No obstante, la benéfica influencia del Señor no iba a estar solamente sobre la Casa de Israel. Concerniente a las naciones gentiles en los últimos días, un mensajero celestial declaró a Nefi:
Y sucederá que si los gentiles escucharen al Cordero de Dios el día en que verdaderamente se manifieste a ellos tanto en palabra como en poder, para quitar sus tropiezos,
Y no endurecieren sus corazones contra el Codero de Dios, serán contados entre la posteridad de tu padre; sí, serán contados entre los de la casa de Israel; y serán para siempre un pueblo bendito sobre la tierra de promisión, y no serán llevados más al cautiverio. Y la casa de Israel ya no será confundida. (1 Nefi 14:1-2.)
Destrucción de las Naciones Inicuas
El Libro de Mormón resulta ser una verdadera advertencia para todos aquellos pueblos que maduran en la iniquidad, pues presenta a los historiadores un cuadro sin precedentes del nacimiento y la caída de dos grandes civilizaciones, junto a un interesante análisis de las causas, lo cual es aún más impresionante. Tanto los observadores nefitas como los jareditas, atribuían el surgimiento y la caída de las naciones a los íntimos deseos de los corazones de sus habitantes. Cuando el corazón del pueblo está saturado por la iniquidad, nada hay que pueda salvarlo, porque la iniquidad impulsa a la contienda y ésta sólo causa destrucción. A Nefi le fue mostrado en una visión cómo la iniquidad contamina y destruye la civilización:
Y aconteció que vi que la posteridad de mis hermanos, que había vencido a la mía, se repartía en multitudes sobre la superficie del país.
Y los vi reunirse en multitudes; y vi entre ellos guerras y rumores de guerras; y en guerras y rumores de guerras, vi pasar las muchas generaciones.
Y el ángel me dijo: He aquí, éstos caerán en la incredulidad.
Y aconteció que vi que después de haber caído en la incredulidad, se convirtieron en una gente obscura, sucia y repulsiva, llena de ocio y de todo género de abominaciones. (1 Nefi 12:20-23.)
Toda nación que rechace al Señor, está destinada a degenerarse. Moroni, dirigiéndose a las naciones que habrían de recibir el Libro de Mormón, advierte solemnemente:
. . .Quien provocare iras y contiendas contra la obra del Señor, y contra el pueblo de la alianza del Señor, que es la casa de Israel, y dijere: Destruiremos la obra del Señor, y el Señor se olvidará del convenio que ha hecho con la casa de Israel, tal persona está en peligro de ser talada y arrojada al fuego;
Porque los eternos designios del Señor han de seguir adelante, hasta que se cumplan todas sus promesas. (Mormón 8:21-22.)
Y posteriormente, en su notable despedida, declara:
Y ahora hablo a todos los extremos de la tierra: Si llega el día en que dejan de existir entre vosotros el poder y los dones de Dios, será por la incredulidad.
Y ¡ay de los hijos de los hombres si esto llegare a suceder; porque no habrá entre vosotros quien haga lo bueno, ni uno solo! Porque si hubiere entre vosotros quien hiciere lo bueno, será por el poder y los dones de Dios.
Y ¡ay de aquellos que hicieren cesar estas cosas y murieren, porque morirán en sus pecados y no podrán ser salvos en el reino de Dios! Y lo digo de acuerdo con las palabras de Cristo, y no miento.
Y os exhorto a que os acordéis de estas cosas; pues se acerca rápidamente el tiempo en que sabréis que no miento, porque me veréis ante el tribunal de Dios; y el Señor Dios os dirá: ¿No os declaré mis palabras, que fueron escritas por este hombre, como si fuese uno que clamaba de entre los muertos, sí, como uno que hablaba desde el polvo? (Moroni 10:24-27.)
Los Siervos de Dios
“La tierna misericordia del Señor abriga a todos aquellos que a causa de su fe él ha escogido, y los fortalece con el poder de librarse.”1
Los profetas del Libro de Mormón no eran hombres llamados por sí mismos a servir como tales al Señor. Sus llamamientos provenían de Dios, quien indudablemente les dijo, como a Sus discípulos de Jerusalén: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto.”2
Todo verdadero profeta predica, escribe y hace lo que el Señor le manda; y se distingue por su notable confianza en que podrá hacer todo lo que Él le ordene. Es precisamente ésta la actitud manifestada por Nefi, quien dijo:
. . .Iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque sé que él nunca da ningún mandamiento a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que puedan cumplir lo que les ha mandado. (Nefi 3:7.)
Esa confianza superior que Nefi tenía en el Señor, le llevó a efectuar grandes y maravillosas realizaciones. Nefi no era un marino y carecía tanto de la habilidad como de las herramientas para construir una nave que le permitiera surcar las aguas del océano. Sus propios hermanos se rieron de él apenas intentó hacerlo. Pero cuando Dios le mandó fabricar un barco, no vaciló un solo instante. Y el barco fue construido. Aunque la tarea requería la fundición de metales, la colección de materiales adecuados y años de labor denodada, su fe maravillosa le permitió coronar con el éxito su empresa. El Señor no hizo fácil la obra ni proveyó el barco con un simple ademán milagroso de Sus manos, pero inspiró a Su siervo con un coraje y una visión equivalente a la magnitud del cometido.
La fe de Jared y del hermano de éste son también notables ejemplos. Aunque estos dos hombres tenían cierta experiencia como armadores de barcazas, nunca habían construido una nave capaz de atravesar el océano. Pero tampoco vacilaron en emprender la tarea que el Señor les encomendó. Tenían una confianza suprema en El y sabían que Sus instrucciones contra arrestarían los efectos de sus incapacidades manuales.
Tal clase de fe no pasa desapercibida. Todos los escogidos de Dios están cobijados por Su “tierna misericordia” y todos los caminos son abiertos para que puedan llevar a cabo lo que Él les encomienda.
El patriarca Lehi, llamado de Dios, había recorrido las calles de Jerusalén profetizando la destrucción de aquella Ciudad Santa. Pero los jefes judíos rechazaron su mensaje e intentaron quitarle la vida.3 Mas el Señor le preservó, ordenándole que tomara a su familia y huyera al desierto.4
Una vez que Lehi y los suyos se establecieron en la tierra de promisión, sus hijos Lamán y Lemuel, junto con sus seguidores, conspiraron contra Nefi y tramaron su muerte. Pero el Señor previno a éste y le ordenó que tomara a los que eran justos y huyera con ellos al desierto.
Cabe destacar también la experiencia de Abinadí, cuando. . .el pueblo del rey Noé no se atrevió a echarse sobre él porque el Espíritu del Señor estaba sobre él, y su rostro resplandecía con un brillo extraordinario, así como el de Moisés en el monte de Sinaí, mientras hablaba con el Señor. (Mosíah 13:5.)
No fue sino una vez que terminó de proclamar el mensaje que le había mandado declarar, que el Señor retiró del profeta Abinadí la protección de Su Espíritu y permitió que sus enemigos le quitaran la vida. Estos no se vieron privados del libre albedrío, pero sí fueron impotentes ante la presencia del poder de Dios, quien luego tomó a Abinadí y le introdujo en el mundo de los espíritus para que siguiera allí su justo ministerio.
1 1 Nefi 1:20.
2 Juan 15:16.
3 1 Nefi 1:20.
4 Ibid., 2:1-4.

























Gracias por tan importante altura Gracias bendiciones saludos
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Gracias por este bello mensaje Gracias excelente explicacion
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