Enseñanzas del Libro de Mormón

Capítulo 33

La Tierra es Escogida para todo Pueblo Justo


Los antiguos hebreos consideraban a Palestina una tierra prometida, y la describían como “una tierra que fluye leche y miel.” (Éxodo 3:8, 17.) En verdad, era una tierra de promisión porque el Señor mismo la había asignado a ellos como un lugar de refugio y de libertad religiosa. Y ciertamente la mayor parte de las riquezas espirituales que han bendecido a la humanidad, ha provenido de ese pequeño país. Y en la actualidad, Palestina continúa siendo una tierra prometida para los judíos, quienes regresarán a ella en justicia. Allí ha de aparecer nuevamente Jesucristo.1

Conforme a las Escrituras, podría decirse que toda tierra es de promisión si sus habitantes han recibido la palabra del Señor en tal sentido. Así es que el continente americano mismo constituye una tierra prometida, como lo aseveran dos de los antiguos pueblos que lo han habitado. Y esto es literalmente aceptado y reconocido por los Santos de los Últimos Días en la actualidad.

Promesas a los Jareditas

La más antigua promesa hecha a pueblo alguno con respecto al continente americano, fue recibida por un grupo que llegó a ser conocido como los jareditas, quienes como sus propios anales lo relatan, abandonaron la región de la trágica Torre de Babel en ocasión de la confusión de lenguas, y se internaron en el desierto.

Y aconteció que Jared dijo otra vez a su hermano: Ve y pregunta al Señor si nos va a echar del país, y si nos va a echar, pregúntale dónde hemos de ir. Pues quién sabe si el Señor nos llevará a un país que es el más favorecido de toda la tierra. Y si así fuere, seámosle fieles al Señor, con objeto de que lo recibamos como herencia nuestra. (Éter 1:38.)

Respondiendo a la oración del hermano de Jared, el Señor prometió:

. . .Iré delante de ti a un país escogido sobre todos los países de la tierra. (Éter 1:42.)

Moroni nos dice que el Señor aclaró a los jareditas que no les llevaría simplemente a la tierra de promisión, sino que

. . .todos los que poseyeran esta tierra de promisión deberían servirlo a él, el verdadero y único Dios, desde entonces y para siempre, o serían talados cuando cayera sobre ellos la plenitud de su cólera.

Y así podemos ver los decretos de Dios respecto a este país: que es una tierra de promisión; y las gentes que la poseyeran servirán a Dios, o serán taladas cuando la plenitud de su cólera cayera sobre ellas. Y la plenitud de su ira les sobrevendrá cuando hayan madurado en la iniquidad.

Porque he aquí, ésta es una tierra escogida sobre todas las demás; por tanto, aquellos que la posean servirán a Dios o serán talados, porque es el eterno decreto de Dios. Y no serán talados sino hasta cuando llegue al colmo la iniquidad entre los hijos del país.

Y esto se os comunica, oh gentiles, para que conozcáis los decretos de Dios, a fin de que os arrepintáis y no continuéis en vuestras iniquidades hasta llegar al colmo, para que no hagáis venir sobre vosotros la plenitud de la ira de Dios, como lo han hecho hasta aquí los habitantes del país.

He aquí, éste es un país escogido, y la nación que lo posea se verá libre de la esclavitud, del cautiverio y de todas las naciones debajo del cielo, si tan sólo sirve al Dios del país, que es Jesucristo, que ha sido manifestado por las cosas que hemos escrito. (Éter 2:8-12.)

Esta promesa fue condicional y el Señor mantuvo Su palabra mientras los jareditas permanecieron fieles, pero cuando como nación cayeron en la iniquidad, fueron destruidos.

Promesas a los Nefitas

América pasó a ser también una tierra prometida para el pequeño grupo que siguió al patriarca Lehi, cuando éste salió de Jerusalén unos 600 años antes de Jesucristo. El Señor entonces prometió a Nefi:

. . .En tanto que tus descendientes guarden mis mandamientos, prosperarán en la tierra de promisión. (1 Nefi 4:14.)

También su padre, Lehi, había recibido esta misma promesa antes de salir del Viejo Mundo, por cuanto dijo:

. . .He aquí, he obtenido una tierra de promisión y me gozo en estas cosas. . . (1 Nefi 5:5.)

Mediante una visión le fue concedido a Nefi ver este país, y en él a sus propios descendientes y a la simiente de sus hermanos.2 También pudo ver que su pueblo era bendecido sobre todos los demás pueblos de la tierra, por motivo de su obediencia a los mandamientos del Señor, aunque luego era exterminado por los descendientes de sus hermanos cuando comenzaron a apartarse del sendero de la verdad y la justicia. Esta visión le permitió asimismo ver que otras naciones llegarían a las playas del continente y esparcirían aun la simiente de sus hermanos.3

De igual manera supo Nefi que ésta iba a llegar a ser la tierra de promisión de los gentiles, quienes proclamarían al Cordero. El Señor dijo a Nefi:

. . .Serán contados entre la posteridad de tu padre; sí, serán contados entre los de la casa de Israel; y serán para siempre un pueblo bendito sobre la tierra de promisión, y no serán llevados más al cautiverio. Y la casa de Israel ya no será confundida. (1 Nefi 14:2.)

El día 2 de enero de 1831, el Señor reveló las siguientes palabras a los Santos de los Últimos Días:

. . .He hecho rico al mundo, y he aquí, es el estrado de mis pies; por lo tanto, de nuevo pondré mi pie sobre él.

Yo os extiendo, y condesciendo daros riquezas más grandes, aun una tierra de promisión, una tierra que fluye leche y miel, sobre la que no habrá maldición cuando el Señor viniere.

Y yo os la daré como tierra de vuestra heredad, si es que la procuráis con todo vuestro corazón.

Y éste será mi convenio con vosotros: Será la tierra de vuestra heredad, y la de vuestros hijos para siempre, mientras dure la tierra, y la poseeréis otra vez en la eternidad para nunca más volver a pasar.

Mas, de cierto os digo, que habrá tiempo cuando no tendréis ningún rey ni gobernante, porque yo seré vuestro rey, y velaré por vosotros.

Por lo tanto, escuchad mi voz y seguidme, y seréis un pueblo libre; y no tendréis más leyes que las mías cuando yo venga, porque yo soy vuestro legislador, y ¿qué podrá detener mi mano? (Doc. y Con. 38:17-22.)

Verdaderamente, el Señor ha hecho rica a la tierra. Dondequiera que haya vivido, el hombre ha podido encontrar sobre su superficie las cosas necesarias para sostener su propia vida, siempre que ha utilizado su inteligencia y trabajo para “multiplicar y henchir la tierra y sojuzgarla.” La tierra abunda en elementos aprovechables tales como combustibles, minerales, petróleo, animales y vegetales, peces y joyas—todo para el uso del hombre.

Porque, he aquí, las bestias del campo, y las aves del aire, y lo que viene de la tierra, se han destinado para el uso del hombre, por alimento y vestido, y para que tenga abundancia. (Doc. y Con. 49:19.)

Estamos viviendo precisamente en una era en que podemos ver que Dios nos ha proveído de poder en abundancia para alumbrar y calentar nuestros hogares y propulsar nuestras maquinarias. En esta edad atómica tenemos oportunidad de ver cómo la gente honesta puede lograr en todas las cosas una abundancia que supera todo cálculo. En verdad, la tierra toda podría llamarse de promisión.

También podemos comprobar que Dios nos ha suministrado las substancias apropiadas para dominar las enfermedades y promover la buena salud. Él nos ha dado las estaciones del año a fin de que diversas frutas puedan ser cosechadas en su debido tiempo y sazón, permitiendo al hombre contar con las medios necesarios para transportarlas adonde sean requeridas para su consumo.

En su visión, Nefi vio los días en que actualmente vivimos, cuando los Santos del Altísimo, aunque pocos en número, pueden ser encontrados sobre la superficie de casi toda la tierra. Aun siendo las fuerzas del diablo más potentes que nunca, los Santos tienen la promesa de que, estando armados de justicia y rectitud, tendrán el poder de Dios que ha de sostenerles en gran gloria.4 Al presenciar la edificación de las innumerables estacas de Sion y los magníficos Templos de Dios, llegamos a comprender que ello no es sino el establecimiento—prometido también—de lugares de refugio donde los puros de corazón pueden congregarse bajo la protección del Señor.

En realidad, todo lugar sobre la tierra hacia donde el Padre Celestial guíe a Sus hijos, habrá de ser una tierra de promisión para los que le amen y guarden Sus mandamientos. Pero es también evidente que los pueblos inicuos pueden usar esas mismas condiciones bendecidas para acarrear sobre sí y sobre otros la destrucción. Por tanto, no existe tierra de promisión alguna para los injustos.


1  Zacarías, capítulos 13 y 14
2  1 Nefi 12:1.
3  Ibid., 12:13-15; 13:14-15.
 4  1 Nefi 14:12-14.

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2 Responses to Enseñanzas del Libro de Mormón

  1. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Gracias por tan importante altura Gracias bendiciones saludos

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  2. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Gracias por este bello mensaje Gracias excelente explicacion

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