Ven, sígueme
Doctrina y Convenios 64–66
16 – 22 junio: “He aquí, el Señor requiere el corazón y una mente bien dispuesta”
Contexto histórico
En el año 1831, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días estaba en sus primeros años de organización y crecimiento. José Smith y sus primeros seguidores estaban enfrentando desafíos tanto internos como externos mientras trataban de establecer la iglesia y vivir conforme a las revelaciones recibidas.
Durante este tiempo, la comunidad mormona se encontraba principalmente en Kirtland, Ohio, un lugar que se convirtió en un centro clave para el desarrollo doctrinal y la edificación de la iglesia. En medio de ese proceso, los miembros de la iglesia estaban aprendiendo a vivir en un nuevo sistema de orden, donde la obediencia, la fe y la unidad eran esenciales para la prosperidad espiritual y temporal.
Las revelaciones contenidas en las secciones 64, 65 y 66 fueron dadas en respuesta a situaciones específicas que enfrentaban los santos en esa época, y también para fortalecer su compromiso con el evangelio y su llamado a ser una luz para el mundo.
En esta sección, dada en septiembre de 1831, el Señor instruye a los miembros a perdonar a quienes los han ofendido. La comunidad estaba pasando por momentos de prueba, donde las relaciones personales y la unidad podían verse amenazadas por rencores y errores humanos. Esta revelación enfatiza la importancia del perdón como un principio central para la vida cristiana, indicando que si no perdonan, tampoco serán perdonados por Dios. En el contexto, era un llamado urgente para que la iglesia se mantuviera unida y fortalecida ante la oposición externa e interna.
La sección 65 es una breve revelación en forma de oración dirigida al Señor, pidiendo su guía y misericordia. Refleja la actitud humilde y dependiente de los santos, conscientes de que solo a través de la ayuda divina podrían cumplir con su misión. El momento histórico implicaba muchas incertidumbres y pruebas, por lo que esta súplica mostraba la necesidad de confiar plenamente en el Señor.
En esta sección, dada poco después, el Señor llama y comisiona a dos miembros específicos, Ezra Thayre y Northrop Sweet, para una misión de predicación. Sin embargo, también les da instrucciones y les advierte acerca de las condiciones de obediencia necesarias para su éxito. Esto refleja la realidad de la iglesia en crecimiento: el envío de misioneros era fundamental, pero debía hacerse con rectitud y compromiso. La revelación muestra que no solo la llamada es importante, sino que la disposición y la fidelidad a las indicaciones del Señor determinan el éxito del trabajo misional.
En resumen, estas revelaciones reflejan una iglesia en proceso de formación, enfrentando desafíos humanos, estableciendo principios esenciales como el perdón, la dependencia de Dios, y la responsabilidad en la obra misional. El contexto de estas secciones es un momento decisivo para fortalecer la fe y la unidad de los santos, mientras continúan su labor de llevar el evangelio al mundo.
Doctrina y Convenios 64:1–11
“Perdonaros los unos a los otros”
Este pasaje es una revelación dada por el Señor a través del profeta José Smith en un momento en que la Iglesia estaba creciendo y enfrentando tensiones naturales entre sus miembros. La revelación no solo tiene un carácter doctrinal, sino que también es pastoral y práctico, pues instruye sobre un principio esencial para la vida en comunidad y para el desarrollo espiritual individual: el perdón mutuo.
1. El mandato divino del perdón como requisito para el perdón divino (v. 9)
El versículo clave, “Perdonaros los unos a los otros” (v. 9), no es un simple consejo, sino una condición explícita para que Dios nos perdone. Esto revela una conexión profunda entre nuestra conducta hacia los demás y nuestra relación con Dios. No es suficiente buscar el perdón de manera individual; es indispensable que estemos dispuestos a extenderlo a quienes nos han ofendido.
Este mandato indica que el perdón es un principio que opera en ambas direcciones: es un requisito para nuestra reconciliación con Dios y para nuestra paz interior. El no perdonar bloquea la recepción completa del perdón divino, afectando así nuestro progreso espiritual y nuestra capacidad de recibir bendiciones.
2. La naturaleza dual del perdón: justicia y misericordia
El perdón no es solo un acto emocional o un gesto amable; es una obra de justicia divina y misericordia humana que implica voluntad, humildad y amor. El Señor perdona porque es justo, pero también porque es misericordioso; de igual manera, espera que sus hijos imiten esa combinación al perdonar a otros.
El acto de perdonar libera tanto al que perdona como al que es perdonado. Para el que perdona, significa soltar la carga del resentimiento, la amargura y el deseo de venganza; para el que es perdonado, representa la oportunidad de arrepentirse, cambiar y sanar. Así, el perdón es un puente que restablece relaciones rotas y promueve la sanación espiritual y emocional.
3. El perdón como medio para sanar aflicciones internas y externas (v. 8)
El pasaje habla de las “aflicciones” que resultan cuando no perdonamos. La falta de perdón genera heridas internas, como el odio, la tristeza y la amargura, que afectan la salud espiritual y emocional. Además, produce divisiones y conflictos en las relaciones interpersonales y comunitarias.
La reconciliación y el perdón, aunque pueden requerir esfuerzo y fe, actúan como un bálsamo que cura esas heridas y restablece la paz. La experiencia demuestra que el perdón sincero es un proceso que puede incluir la oración, la reflexión, la paciencia y la ayuda del Espíritu Santo.
4. El perdón como mandato universal e incondicional (v. 10)
El Señor nos manda “perdonar a todos”, sin excepciones. Esto implica que el perdón no puede estar condicionado a la actitud o arrepentimiento del otro. En ocasiones, la dificultad mayor radica en perdonar a quienes no reconocen su error o que incluso continúan causando daño.
Este mandato universal resalta que el perdón es una elección personal que refleja nuestro compromiso con el Evangelio y nuestro deseo de seguir el ejemplo de Jesucristo. Perdonar a todos nos libera de la esclavitud del odio y nos santifica.
El análisis del discurso del élder Jeffrey R. Holland “El Ministerio de la Reconciliación” y el mensaje de Kristin M. Yee “Gloria en lugar de ceniza” refuerzan la idea de que el perdón no es solo un acto humano, sino una experiencia profundamente espiritual que Cristo facilita. Él comprende nuestro dolor y nos da el poder para dejar ir las heridas.
El Salvador es el modelo perfecto de perdón, habiendo perdonado incluso a quienes lo crucificaron. Al buscar Su ayuda, podemos trascender nuestras limitaciones humanas y alcanzar un perdón genuino que transforma el corazón y renueva la vida.
Las familias son contextos privilegiados donde se ponen a prueba nuestra capacidad de perdonar. El pasaje menciona que cuando no perdonamos, estamos “afligidos” —esto puede entenderse como sufrimiento emocional, falta de paz y unidad rota.
Perdonar en el ámbito familiar no solo mejora las relaciones, sino que también crea un ambiente propicio para la revelación personal y colectiva. La paz familiar fomenta la felicidad, el crecimiento espiritual y la fortaleza para enfrentar las pruebas de la vida.
El pasaje invita a una autoevaluación honesta sobre nuestra disposición a perdonar y a ser perdonados. Reconocer el perdón del Señor nos llena de gratitud y esperanza, nos impulsa a mejorar y a extender ese mismo perdón a los demás.
Superar el orgullo, la amargura y el dolor requiere esfuerzo, pero es posible mediante la fe, la oración y la dependencia de Cristo. El perdón es tanto una liberación personal como una obligación espiritual.
Doctrina y Convenios 64:1–11 es una revelación fundamental que enseña que el perdón es un principio divino indispensable para la salvación y la felicidad. Perdonar es una ordenanza del Señor, una manifestación de amor y misericordia, y un proceso sanador que requiere fe y humildad. Quienes practican el perdón se acercan más a Dios, experimentan paz interior y fortalecen sus relaciones con sus semejantes. Este pasaje es un llamado a examinar nuestro corazón, imitar a Cristo y vivir en la libertad que ofrece el perdón sincero.
1. Piensa en alguna ocasión en que el Señor te haya perdonado. ¿Qué sentiste?
Sentí una profunda paz y alivio, como si un peso enorme se quitara de mis hombros. También sentí amor y gratitud, porque reconocer el perdón del Señor me llevó a querer cambiar y ser mejor. Experimentar el perdón divino renovó mi esperanza y me motivó a perdonar a otros.
2. ¿Hay alguien a quien debas perdonar? ¿Por qué puede ser tan difícil perdonar a otras personas? ¿Qué te ayuda a superar esas dificultades?
Sí, a veces hay personas con las que me cuesta perdonar porque el daño fue profundo o la ofensa muy repetida. Es difícil perdonar porque implica dejar ir el orgullo, el dolor y la justicia propia. Me ayuda recordar que todos somos imperfectos, que el perdón es un mandamiento del Señor, y que al perdonar libero mi corazón del resentimiento. La oración y el ejemplo de Jesucristo también me fortalecen para perdonar.
3. ¿Qué verdades sobre el perdón contenidas en Doctrina y Convenios 64:1–11 te parecen importantes? ¿Por qué piensas que el Señor nos manda “perdonar a todos”? (Versículo 10).
Me parecen esenciales las verdades de que el perdón es una condición para que Dios nos perdone y que debemos perdonar a todos, sin excepción. El mandato de perdonar a todos muestra que el perdón es una obra universal que libera y santifica. El Señor quiere que no guardemos rencores, porque estos dañan el alma y obstaculizan nuestro progreso espiritual y la unidad entre los santos.
4. Si tienes dificultades para perdonar, considera estudiar el mensaje del élder Jeffrey R. Holland “El Ministerio de la Reconciliación” y el mensaje de Kristin M. Yee “Gloria en lugar de ceniza: El camino sanador del perdón”. ¿Qué aprendes sobre la forma en que Cristo puede ayudarte a perdonar?
Aprendo que Cristo no solo nos manda perdonar sino que también nos ofrece Su poder para hacerlo. Él comprende nuestro dolor y nos ayuda a superar el resentimiento. Al buscar Su ayuda, podemos encontrar fuerza para soltar heridas y transformar nuestro corazón, haciendo posible un perdón sincero que sana y libera.
5. Las relaciones familiares pueden brindar muchas oportunidades para perdonar. Piensa en los miembros de tu familia. ¿A quiénes necesitas perdonar? ¿En qué sentido somos “afligidos” (versículo 8) cuando no nos perdonamos unos a otros? ¿Cómo influiría el perdón en tus relaciones familiares?
Necesito perdonar a familiares con quienes han habido malentendidos o heridas pasadas. Cuando no perdonamos, estamos “afligidos” porque cargamos con dolor, resentimiento y división que afectan la paz y la unidad familiar. El perdón mejoraría mis relaciones familiares al traer paz, amor y comprensión, fortaleciendo los lazos y creando un ambiente donde el Espíritu pueda habitar y sanar.
El perdón es un principio divino esencial para nuestra salvación y felicidad. Es a la vez un mandamiento y una bendición. Perdonar nos libera y nos acerca al Señor, nos hace más semejantes a Cristo y fortalece nuestras relaciones. Este pasaje nos invita a examinar nuestro corazón y a seguir el ejemplo perfecto de perdón de nuestro Salvador.
Dialogo de Doctrina y Convenios 64:1–11
Alumno: Maestro, he estado leyendo Doctrina y Convenios 64:1–11 y siento que este pasaje sobre el perdón es muy profundo, pero también difícil. ¿Podría ayudarme a entender mejor qué quiere decir cuando el Señor manda “perdonaros los unos a los otros”?
Maestro: Por supuesto. Ese mandato no es simplemente un consejo amable o una sugerencia. Es una condición esencial para que podamos recibir el perdón de Dios. En otras palabras, para que Dios nos perdone, nosotros debemos estar dispuestos a perdonar a quienes nos han ofendido.
Alumno: ¿Quiere decir que si guardo rencor o no perdono, Dios no me perdonará?
Maestro: Exactamente. El versículo 9 lo deja claro: “Si no os perdonáis unos a otros, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras ofensas.” Esto muestra una relación profunda entre cómo tratamos a los demás y cómo Dios nos trata a nosotros. No es suficiente buscar el perdón solo para nosotros; debemos extenderlo también.
Alumno: Pero a veces es muy difícil perdonar, especialmente cuando la ofensa es grave o cuando la persona no se arrepiente. ¿Cómo podemos hacerlo?
Maestro: El perdón no es solo una emoción o un simple acto superficial. Es una obra que combina justicia y misericordia. Dios es justo y misericordioso al mismo tiempo; Él perdona porque es justo, pero también porque es misericordioso. Nosotros, al imitar a Cristo, debemos actuar igual: perdonar con justicia, es decir, reconociendo el daño y su gravedad, y con misericordia, dejando ir el resentimiento y el deseo de venganza.
Alumno: ¿Entonces el perdón nos ayuda a sanar?
Maestro: Sí. Tanto el que perdona como el que es perdonado se benefician. Para quien perdona, es liberar la carga del odio, la amargura y el dolor que puede consumir el alma. Para quien es perdonado, significa tener la oportunidad de arrepentirse y cambiar. Así, el perdón es un puente que restaura relaciones y trae sanación espiritual y emocional.
Alumno: En el pasaje se habla de aflicciones cuando no perdonamos. ¿Podría explicarme qué significa eso?
Maestro: Claro. La falta de perdón genera heridas internas profundas: odio, tristeza, rencor, y eso nos aflige —nos duele y nos roba la paz. También genera conflictos entre las personas, fracturas en familias y comunidades. Estas aflicciones pueden manifestarse como problemas emocionales, separación y discordia.
Alumno: Entonces perdonar también tiene un efecto sanador para la comunidad, ¿verdad?
Maestro: Exacto. La reconciliación y el perdón actúan como un bálsamo que cura esas heridas y restaura la paz. Aunque puede ser un proceso que requiere fe, oración, paciencia y la ayuda del Espíritu Santo, sus frutos son incalculables.
Alumno: Pero el versículo 10 dice que debemos perdonar a todos. ¿Eso significa sin excepciones, aunque la persona no se arrepienta o siga causando daño?
Maestro: Sí, el perdón es universal e incondicional. No podemos condicionar nuestro perdón a que la otra persona cambie o pida perdón. Esto es un llamado a la verdadera libertad espiritual: perdonar a todos, porque así nos liberamos del odio y nos santificamos.
Alumno: Eso suena muy difícil. ¿Cómo podemos encontrar la fuerza para hacerlo?
Maestro: La clave está en seguir el ejemplo de Jesucristo, quien perdonó incluso a sus verdugos en la cruz. Al pedir Su ayuda, Él nos da el poder para dejar ir las heridas y transformar el corazón. Además, en la vida diaria, especialmente en el hogar y la familia, donde las ofensas pueden ser frecuentes, podemos practicar el perdón como una muestra de nuestro compromiso con el Evangelio.
Alumno: ¿Qué pasa cuando no perdonamos en la familia?
Maestro: El pasaje menciona que cuando no perdonamos, estamos “afligidos”. Eso significa sufrimiento emocional, falta de paz, y ruptura en la unidad familiar. La familia es un contexto donde el perdón se pone a prueba constantemente, pero también donde se puede crear un ambiente lleno de paz y revelación si perdonamos.
Alumno: ¿Entonces el perdón también abre la puerta a la revelación y bendiciones?
Maestro: Sí, porque el perdón sincero crea paz interior, y esa paz es un terreno fértil para que el Espíritu Santo actúe. Cuando hay unidad y perdón, la felicidad y el crecimiento espiritual florecen.
Alumno: Pero, ¿cómo podemos hacer una autoevaluación honesta para saber si realmente perdonamos?
Maestro: Es importante preguntarnos si guardamos resentimiento, si pensamos en venganza o si evitamos a la persona que nos ofendió. También, si experimentamos paz o inquietud en el corazón. Reconocer cuánto hemos sido perdonados por Dios nos llena de gratitud y nos impulsa a perdonar. Superar el orgullo y la amargura requiere esfuerzo, oración y fe en Cristo.
Alumno: Entonces, en resumen, ¿por qué es tan importante el perdón según esta revelación?
Maestro: Porque es un principio divino indispensable para la salvación y la felicidad. El perdón es una ordenanza del Señor, una manifestación de amor y misericordia, y un proceso que sana y transforma. Quienes perdonan se acercan más a Dios, reciben Su perdón y experimentan verdadera paz interior.
Alumno: Gracias, maestro. Me doy cuenta de que perdonar no es solo para beneficiar a los demás, sino para liberarme a mí también. Voy a esforzarme en vivir ese principio.
Maestro: Esa es una decisión sabia. Recuerda que no estás solo; el Señor y Su Espíritu están contigo para ayudarte en cada paso del camino. Perdonar es un acto de fe y humildad que abre puertas a la verdadera libertad.
Comentario personal
Este pasaje es una revelación muy importante que nos enseña un principio fundamental del Evangelio: el perdón mutuo como requisito para recibir el perdón de Dios. El mandato divino de “perdonaros los unos a los otros” va mucho más allá de una recomendación. Es una condición indispensable para nuestra reconciliación espiritual y crecimiento personal.
El Señor establece una relación directa entre la manera en que tratamos a nuestros semejantes y la forma en que Él nos trata a nosotros. Esto nos recuerda que el Evangelio no solo se vive en nuestra relación personal con Dios, sino también en cómo nos relacionamos con los demás. No podemos pretender recibir la misericordia divina si negamos la misma misericordia a quienes nos han ofendido.
Además, el perdón es un acto que requiere voluntad, humildad y amor. No siempre es fácil perdonar, sobre todo cuando el daño es profundo o la persona no muestra arrepentimiento. Sin embargo, el perdón es un proceso sanador que libera tanto a quien perdona como a quien es perdonado. Cuando guardamos rencor, nos afligimos internamente; el resentimiento se convierte en una carga que afecta nuestra paz y salud espiritual. Por eso, el perdón es también un bálsamo que cura heridas emocionales y fortalece nuestras relaciones.
El Señor nos llama a perdonar a todos, sin excepciones ni condiciones, lo cual puede ser difícil en la práctica. Pero este llamado refleja nuestra aspiración a imitar a Jesucristo, el perfecto ejemplo de perdón. Al seguir Su ejemplo y pedir Su ayuda, podemos encontrar la fuerza para perdonar aun cuando parece imposible.
Finalmente, este principio tiene un impacto especialmente significativo en el ámbito familiar, donde las heridas y conflictos pueden ser frecuentes. Perdonar dentro de la familia crea un ambiente de amor, unidad y revelación espiritual. Nos acerca a Dios y nos permite experimentar la verdadera felicidad y paz interior.
En conclusión, Doctrina y Convenios 64:1–11 nos invita a examinar nuestro corazón, a reconocer cuánto hemos sido perdonados por el Señor y a extender ese mismo perdón a otros. Vivir este principio es clave para nuestro progreso espiritual, para recibir las bendiciones de Dios y para construir relaciones sanas y duraderas.
Doctrina y Convenios 64:31–34
El Señor requiere “corazón y una mente bien dispuesta”
En este pasaje, el Señor se dirige a los miembros de la Iglesia con un mensaje esencial sobre la actitud y disposición que Él valora en quienes colaboran en Su obra. El énfasis no está en la magnitud o rapidez de las acciones, sino en la calidad interior: un “corazón y una mente bien dispuesta”. Esto significa estar mental y emocionalmente comprometidos, tener buena voluntad, y estar preparados para actuar con diligencia y fe.
El Señor declara que no busca “cosas grandes y difíciles” hechas de manera impulsiva o sin preparación, sino un compromiso genuino y humilde. Esta enseñanza rompe con la mentalidad mundana que valora lo espectacular, lo inmediato y lo grandioso, y en cambio pone el foco en la disposición interna y la fidelidad en lo pequeño.
Esto implica que Dios mira la intención, la sinceridad y la constancia más que el impacto inmediato o la magnitud aparente. Una mente bien dispuesta está abierta a la inspiración divina y una voluntad preparada a obedecer aun en las cosas sencillas.
El Señor admite que la obra que ha encargado es “grande” y “extraordinaria”, lo que reconoce la dimensión trascendental y eterna del evangelio restaurado. Sin embargo, la realización de esta obra depende de la suma de esfuerzos individuales, aunque sean pequeños o aparentemente insignificantes.
El Señor enseña que incluso los “pequeños y simples” actos, cuando se suman y se hacen con un corazón fiel, forman “los cimientos” sobre los cuales se construye el avance de Su reino. Esta analogía enfatiza la necesidad de cada contribución, sin menospreciar nada por pequeño que parezca.
Este mensaje es una fuente de esperanza y fortaleza para los miembros que enfrentan limitaciones personales, fatiga, dudas o sentimientos de insuficiencia. El Señor asegura que no se espera que uno haga todo a la vez ni de manera grandiosa.
La invitación es a perseverar con fe, a hacer lo que esté a nuestro alcance con sinceridad y dedicación. Esta constancia y el amor con que se realizan los pequeños actos tienen un valor eterno y un impacto profundo.
Tener un “corazón y una mente bien dispuesta” también implica cultivar una actitud de humildad, apertura al Espíritu y voluntad de aprender. Es una disposición que se afina con la experiencia, la oración y la búsqueda constante de la voluntad de Dios.
Esta actitud favorece que el miembro no solo cumpla obligaciones, sino que participe activamente en el plan del Señor, transformándose a sí mismo en el proceso.
Este pasaje invita a cada miembro a examinar su propia disposición. ¿Estamos realmente abiertos a hacer la voluntad de Dios con fidelidad, incluso en las tareas que parecen rutinarias o menores?
Nos recuerda que ningún servicio es pequeño para el Señor si se hace con amor y dedicación. La suma de nuestros actos humildes y constantes contribuye al crecimiento del reino de Dios y a nuestro propio progreso espiritual.
Este pasaje de Doctrina y Convenios 64:31–34 me parece una enseñanza sumamente profunda y alentadora, especialmente en el contexto moderno donde a menudo nos sentimos presionados por hacer grandes cosas, rápidos logros o cambios dramáticos. El Señor nos tranquiliza y nos anima al recordarnos que lo que verdaderamente importa es la disposición interna, el compromiso sincero y la perseverancia.
Me conmueve la imagen de “los pequeños y simples” actos que, al unirse, forman los cimientos de una gran obra. Esto me recuerda que en el reino de Dios no hay “trabajos menores” ni “actos insignificantes” si se realizan con fe y amor. Cada oración hecha con sinceridad, cada servicio pequeño a un hermano, cada acto de paciencia o humildad, tiene un valor eterno y contribuye a un propósito divino mayor.
También siento que este mensaje es un llamado a cultivar la humildad, a no desanimarnos si no vemos resultados inmediatos o grandes reconocimientos. La paciencia y la constancia en las cosas simples son la base sobre la cual se edifica todo progreso espiritual y organizacional.
Finalmente, este pasaje me invita a reflexionar sobre mi propia disposición. ¿Estoy haciendo mi parte con un “corazón y una mente bien dispuesta”? ¿Estoy abierto a hacer incluso lo pequeño con diligencia y amor? ¿Confío en que el Señor usará esos pequeños actos para hacer avanzar Su obra?
En resumen, esta revelación es un consuelo y un desafío: consuelo porque no se nos exige la perfección ni las grandes hazañas instantáneas; desafío porque sí se nos llama a la fidelidad, a la preparación mental y emocional y al compromiso sincero. Dios honra el corazón dispuesto, y con esa disposición, la obra de Su reino puede crecer y prosperar a través de nosotros.
1. ¿Alguna vez te has sentido “cansado” con todo lo “bueno” que estás tratando de lograr? ¿Qué desea el Señor que hagas para llevar a cabo Su “gran obra”?
Sí, a veces me he sentido cansado o abrumado por querer hacer muchas cosas buenas o cumplir con muchas responsabilidades espirituales y temporales. El Señor me recuerda que lo que realmente Él quiere es que tenga un corazón sincero y una mente dispuesta, que haga mi parte con fidelidad y perseverancia, confiando en que cada esfuerzo pequeño y constante contribuye a Su obra. Que no me desanime, sino que continúe con diligencia y fe, poniendo los cimientos día a día.
2. Piensa en una lección práctica que ilustraría el versículo 33: algo grande compuesto por cosas pequeñas, como un mosaico o un edificio de ladrillos.
Un ejemplo sería la construcción de una casa: nadie levanta un edificio enorme de un solo golpe. Cada ladrillo, colocado con cuidado y dedicación, es necesario para que la estructura sea sólida. Otro ejemplo es armar un mosaico donde cada pequeña pieza contribuye a la belleza y al significado del conjunto. En la vida espiritual, cada oración, acto de servicio, estudio de las escrituras y muestra de amor son “ladrillos” o “piezas” que, juntos, edifican la obra del Señor.
3. ¿Qué “cosas pequeñas” podemos hacer todos los días para “poner los cimientos” de la obra de Dios?
- Orar diariamente con sinceridad.
- Leer y estudiar las Escrituras con atención.
- Mostrar amabilidad y servicio hacia los demás.
- Cumplir con los convenios y responsabilidades del evangelio.
- Participar en las reuniones de la Iglesia y colaborar con otros.
- Esforzarnos por ser honestos y humildes.
Estos actos, aunque simples, fortalecen nuestra fe y ayudan a edificar la comunidad de los santos.
4. ¿Cuáles son algunos ejemplos de la “gran obra” que el Señor te ha dado?
- Fortalecer mi propia fe y la de mi familia.
- Servir en llamamientos y apoyar a los hermanos y hermanas en la Iglesia.
- Testificar del Evangelio en mi entorno, siendo ejemplo de vida.
- Contribuir a la enseñanza y al bienestar espiritual de otros.
Cada uno de estos es parte de la gran obra de extender el Reino de Dios, y mi responsabilidad es aportar lo que esté en mis manos, con un corazón dispuesto.
Este pasaje nos anima a no desanimarnos ante la magnitud de la obra que el Señor nos confía. Nos invita a enfocarnos en la calidad y la intención de nuestro corazón, en la disposición de nuestra mente, y en ser constantes en las pequeñas acciones diarias. Así, cada uno se convierte en un constructor esencial del Reino de Dios aquí en la tierra.
Diálogo Doctrina y Convenios 64:31–34
Maestro: A vamos a estudiar Doctrina y Convenios 64, versos 31 al 34. Este pasaje contiene una enseñanza muy importante sobre la disposición que el Señor busca en sus siervos y miembros para colaborar en Su obra. ¿Has leído ese texto antes?
Alumno: Sí, lo he leído, pero a veces siento que no termino de comprender bien lo que significa “un corazón y una mente bien dispuesta”. ¿Podrías ayudarme a entenderlo mejor?
Maestro: Por supuesto. Veamos primero qué dice el Señor. Él no espera que hagamos cosas grandes y espectaculares de inmediato ni que actuemos sin preparación. Más bien, valora una disposición interior sincera, humilde y firme. Es decir, una mente y un corazón abiertos, listos para hacer lo que Él pida, aunque sea algo sencillo o pequeño.
Alumno: Entonces, ¿no se trata tanto de hacer grandes obras, sino más bien de tener buena voluntad y hacer con fe lo que se pueda, aunque sea poco?
Maestro: Exactamente. Muchas veces en la sociedad y hasta en la Iglesia podemos caer en la tentación de pensar que solo lo grande o lo rápido vale la pena. Pero el Señor nos recuerda que la obra que ha encargado es “grande y extraordinaria” en su totalidad, sí, pero se edifica sobre la suma de actos pequeños hechos con un corazón fiel y dispuesto.
Alumno: ¿Eso quiere decir que incluso las acciones simples, como una oración diaria sincera o un acto de servicio pequeño, tienen mucho valor para Él?
Maestro: Así es. Cada pequeño acto de fe, paciencia, humildad o amor es un “cimientos” sobre el que se construye el avance del reino de Dios. El Señor mira más la intención y la constancia que la magnitud aparente del acto. Es una invitación a ser fieles en lo pequeño.
Alumno: Eso me da mucha esperanza, porque a veces me siento limitado o insuficiente para grandes cosas. Pero si Dios valora el corazón dispuesto, entonces puedo contribuir de manera significativa aunque sea con pequeñas cosas.
Maestro: Justamente ese es el consuelo y el desafío que este pasaje nos da. No se nos exige perfección ni logros grandiosos de un día para otro, pero sí fidelidad, preparación mental y emocional, y un compromiso sincero con Su obra.
Alumno: ¿Cómo podemos cultivar ese “corazón y mente bien dispuesta”? ¿Es algo que solo viene con el tiempo o podemos desarrollarlo activamente?
Maestro: Es una actitud que se desarrolla con la oración, la humildad, la búsqueda constante de la voluntad de Dios y la apertura al Espíritu Santo. También se afina con la experiencia y la perseverancia. Cuando decidimos hacer lo que está a nuestro alcance con amor y fe, nuestra mente y corazón se van preparando para mayores responsabilidades.
Alumno: Me gusta mucho eso. Pero, ¿qué pasa cuando no vemos resultados inmediatos? ¿Cómo evitar que el desánimo nos quite esa disposición?
Maestro: Es un reto común. El Señor nos enseña que la obra es grande, pero también que todo progreso espiritual y organizacional se basa en la constancia en las cosas sencillas y rutinarias. La paciencia y la fe en que el Señor usará nuestros actos, aunque parezcan insignificantes, son esenciales.
Alumno: Entonces, ¿el Señor está invitándonos a no subestimar nuestro propio servicio, a no compararnos con otros que hacen “cosas grandes”, sino a valorar lo que podamos hacer con fe?
Maestro: Precisamente. Nadie está exento de contribuir, y cada contribución, por pequeña que parezca, cuenta. Dios honra el corazón bien dispuesto y con esa disposición, Su obra puede avanzar. No hay “trabajo menor” para Él si se hace con amor.
Alumno: Esto me hace pensar en cómo a veces yo mismo he postergado tareas o responsabilidades pensando que no tienen importancia o que alguien más las hará mejor. Ahora entiendo que Dios quiere que yo esté dispuesto y que haga mi parte con sinceridad.
Maestro: Muy bien dicho. Cada miembro es un ladrillo necesario en el edificio del reino de Dios. ¿Quieres compartir algún ejemplo personal en que hayas sentido esa disposición o donde el hacer algo pequeño te haya bendecido?
Alumno: Sí. Recuerdo cuando me sentía cansado y dudaba en ir a visitar a un hermano enfermo. Pero hice el esfuerzo y fui con un pequeño presente y palabras de ánimo. Después, él me dijo que ese detalle le había levantado mucho el ánimo. Eso me enseñó que el corazón dispuesto no depende del tamaño del acto sino de la intención y el amor.
Maestro: Eso es un ejemplo precioso. Así construimos los cimientos de la obra. Recuerda siempre que el Señor conoce nuestro corazón y valora cada esfuerzo sincero.
Alumno: Gracias, maestro. Ahora siento más paz y ánimo para hacer mi parte, sea grande o pequeña, porque sé que con un corazón y una mente bien dispuesta, mi trabajo es valioso ante los ojos de Dios.
Maestro: Me alegra escucharlo. Que esta enseñanza te acompañe y fortalezca en cada paso. Siempre podemos pedir al Señor que nos ayude a cultivar esa disposición, porque es fundamental para el progreso espiritual y para ser instrumentos en Sus manos.
Comentario personal
En estos versículos, el Señor nos enseña una verdad fundamental sobre cómo Él evalúa el servicio y la colaboración en Su obra. Más que buscar acciones grandiosas o rápidas, Dios valora la disposición interna de cada persona: un “corazón y una mente bien dispuesta”.
Este pasaje destaca que el Señor no espera que hagamos grandes cosas sin preparación ni fe sincera. Lo que Él desea es que estemos mental y emocionalmente comprometidos, con buena voluntad, humildad y un verdadero deseo de hacer Su voluntad. La calidad de nuestro compromiso es más importante que la magnitud externa de lo que hagamos.
El Señor reconoce que la obra que ha encomendado es “grande” y “extraordinaria”, pero también nos recuerda que el avance de Su reino depende de la suma de pequeños actos hechos con fidelidad. Así, incluso los esfuerzos “pequeños y simples” —una oración sincera, un acto de servicio humilde, una demostración de paciencia o amor— se convierten en los cimientos sobre los cuales se edifica la obra del Señor.
Esta enseñanza rompe con la mentalidad mundana que valora solo lo espectacular o inmediato. Nos invita a cultivar una actitud de perseverancia, fe y humildad en las responsabilidades diarias, por más pequeñas que parezcan.
Además, un “corazón y una mente bien dispuesta” significa estar abiertos a la inspiración del Espíritu Santo, a aprender, y a obedecer con diligencia. Es una disposición que se fortalece con la experiencia, la oración y la constante búsqueda de la voluntad divina.
Este pasaje también es un mensaje de consuelo para quienes se sienten limitados o insuficientes. Nos asegura que Dios no requiere perfección ni logros instantáneos, sino fidelidad y sinceridad. Con esta disposición, cada miembro puede contribuir significativamente al avance del Evangelio y a su propio crecimiento espiritual.
En conclusión, Doctrina y Convenios 64:31–34 nos llama a examinar nuestra actitud y compromiso, invitándonos a hacer nuestra parte con amor, constancia y un corazón dispuesto. Así, seremos verdaderos colaboradores en la obra del Señor, ayudando a edificar Su reino desde los cimientos.
Doctrina y Convenios 64:31–34
“El corazón y una mente bien dispuesta”
El élder Donald L. Hallstrom nos ofrece una perspectiva valiosa sobre esta frase clave que el Señor utiliza para describir la actitud que espera de nosotros en la “gran obra” que nos ha encomendado.
El corazón simboliza amor y compromiso. Cuando amamos genuinamente, estamos dispuestos a hacer sacrificios y asumir cargas que no aceptaríamos por ninguna otra razón. Este amor es el motor que impulsa nuestro compromiso con Dios, con los demás y con Su obra. Sin amor, el compromiso se debilita y nuestras acciones pierden sentido.
Por otro lado, una mente bien dispuesta implica dar nuestro mejor esfuerzo intelectual, una dedicación continua al aprendizaje y la búsqueda de la sabiduría divina. No se trata solo de conocimiento superficial, sino de un estudio de por vida, enfocado en lo eterno y guiado por la obediencia a la palabra de Dios. Esto refleja que la verdadera fe está unida a la comprensión y la aplicación constante de los principios eternos.
Juntas, estas cualidades —un corazón lleno de amor y una mente comprometida a aprender y obedecer— forman la base para cumplir con la obra del Señor. No basta con querer hacer el bien; debemos amar sinceramente y buscar la verdad con toda nuestra capacidad, permitiendo que ese conocimiento transforme nuestras acciones.
Este análisis nos invita a evaluar nuestro propio compromiso espiritual: ¿Mi corazón está realmente lleno de amor hacia Dios y hacia los demás? ¿Mi mente está abierta, dispuesta y activa para aprender y vivir la verdad? Cultivar estas cualidades es fundamental para avanzar en la obra de Dios y para experimentar crecimiento personal y espiritual.
Doctrina y Convenios 64:41–43
Sion como “estandarte al pueblo”
En estos versículos, el Señor declara que Sion será un “estandarte al pueblo,” es decir, una señal visible y poderosa que reúne, guía y anima a quienes la siguen. El término “estandarte” remite a una bandera o enseña levantada en alto para que el pueblo se junte bajo ella con un propósito común, una identidad compartida y un compromiso firme.
Sion en la doctrina de la Iglesia simboliza la comunidad justa y unida de los fieles, donde reina la pureza, el amor y la obediencia al Señor. Ser un “estandarte” significa que Sion no solo es un refugio para sus habitantes, sino también un faro y ejemplo para el mundo — una luz que brilla en medio de la oscuridad.
Ejemplos bíblicos y del Libro de Mormón que ilustran el concepto de estandarte:
- Números 21:6–9: El Señor manda a Moisés levantar la serpiente de bronce en un palo para que quien la mirara fuese sanado. Esta serpiente fue un estandarte visible, un símbolo que reunió y dirigió la fe del pueblo para la sanación.
- Mateo 5:14–16: Jesús enseña que sus seguidores son “la luz del mundo” y que no deben ocultar su luz, sino dejar que brille para que otros vean sus buenas obras y glorifiquen a Dios. La luz es un estandarte que guía y atrae.
- Alma 46:11–20: En el Libro de Mormón, el Capitán Moroni levanta un estandarte llamado “Estandarte de la Libertad” para reunir a los nefitas y defender su libertad y religión. Este acto fue un poderoso llamado a la unidad y la defensa de los valores del evangelio.
Otras formas en que el Señor describe a Sion en Doctrina y Convenios 64:41–43:
- Sion será un “lugar de refugio” para los pobres y necesitados.
- Será un “lugar santo” donde el Señor morará con su pueblo.
- Será una comunidad justa y unida que actuará con justicia y rectitud.
Esto muestra que Sion es mucho más que un lugar físico; es una manifestación del reino de Dios en la tierra, una comunidad de santos que reflejan Su luz y Su poder.
Para mí, la Iglesia y Sion han sido un estandarte porque representan un lugar y un ideal hacia el cual puedo mirar para encontrar guía, fortaleza y esperanza. Saber que pertenezco a una comunidad que busca vivir conforme a la voluntad de Dios me inspira a seguir adelante, especialmente cuando enfrento pruebas. Como un estandarte, la Iglesia levanta en alto principios de verdad y amor que atraen y unen a quienes desean seguir a Cristo.
La comparación con ejemplos bíblicos me ayuda a entender que un estandarte no es solo un símbolo, sino una invitación a la acción, a la fe y a la unión con otros que comparten los mismos valores. En este sentido, Sion es un llamado a construir un mundo mejor, a ser luz en medio de la oscuridad y a proteger la libertad espiritual y moral.
Diálogo de Doctrina y Convenios 64:41–43
Maestro: Hoy vamos a estudiar Doctrina y Convenios 64, versos 41 al 43, donde el Señor habla de Sion como un “estandarte al pueblo”. ¿Qué impresión te deja esta idea?
Alumno: Me parece que un estandarte es como una bandera o señal que alguien levanta para que otros la vean y se unan. Pero me gustaría entender mejor qué significa que Sion sea ese estandarte.
Maestro: Muy buena observación. Exactamente, un estandarte es una señal visible y poderosa que reúne, guía y anima a quienes la siguen. En tiempos antiguos, las tribus o ejércitos levantaban sus estandartes para que la gente se juntara bajo ellos con un propósito común. En este caso, Sion es esa señal que llama a la unidad y a la obediencia a Dios.
Alumno: ¿Y qué es Sion en este contexto? ¿Solo un lugar físico?
Maestro: No solamente un lugar físico. Sion simboliza la comunidad justa y unida de los fieles, donde reina la pureza, el amor y la obediencia al Señor. Es tanto un lugar como un estado espiritual. Sion es el ideal de una sociedad que vive conforme a los principios del evangelio.
Alumno: ¿Hay ejemplos en las escrituras que ayuden a entender mejor este concepto?
Maestro: Sí, varios. Por ejemplo, en Números 21:6–9, el Señor manda a Moisés levantar una serpiente de bronce en un palo para que quien la mirara con fe fuera sanado. Esa serpiente era un estandarte que guiaba la fe del pueblo hacia la sanación.
Alumno: Es decir, una señal que atraía y unía al pueblo en fe.
Maestro: Exacto. Otro ejemplo es en Mateo 5:14–16, donde Jesús enseña que sus seguidores son “la luz del mundo” y que deben dejar que su luz brille para que otros vean sus buenas obras y glorifiquen a Dios. Esa luz es también un estandarte que guía y atrae.
Alumno: Y en el Libro de Mormón, ¿también hay ejemplos?
Maestro: Sí. En Alma 46, el Capitán Moroni levanta el “Estandarte de la Libertad” para reunir a los nefitas y defender su libertad y religión. Este estandarte simbolizaba la unión y la defensa de valores fundamentales del evangelio.
Alumno: Entonces, Sion como estandarte es un símbolo que invita a la acción y a la unión, ¿verdad?
Maestro: Así es. Más allá de un símbolo, es una llamada a construir una comunidad justa, un lugar de refugio para los necesitados, un lugar santo donde el Señor mora con Su pueblo, y un ejemplo para el mundo.
Alumno: Me gusta esa idea. A veces siento que pertenecer a la Iglesia es como mirar hacia ese estandarte que da esperanza y guía.
Maestro: Esa es una forma hermosa de verlo. Sion levanta en alto principios de verdad y amor que atraen y unen a quienes quieren seguir a Cristo, especialmente en tiempos difíciles.
Alumno: ¿Y qué nos enseña este pasaje sobre nuestra responsabilidad personal?
Maestro: Que cada uno de nosotros es llamado a ser parte de Sion, a vivir con pureza y justicia, y a reflejar esa luz en nuestro entorno. Como miembros de la Iglesia, somos llamados a levantar ese estandarte con nuestras acciones y testimonios.
Alumno: Entonces, Sion no es solo algo que esperamos, sino algo que construimos activamente, ¿no?
Maestro: Exactamente. Es una invitación a la fe, la acción y la unión para proteger la libertad espiritual y moral y para ser luz en medio de la oscuridad.
Alumno: Gracias, maestro. Ahora veo más claramente cómo Sion funciona como un estandarte que guía y une, y cómo todos tenemos un papel en eso.
Maestro: Me alegra mucho. Que esta enseñanza te inspire a ser un reflejo de esa luz y a contribuir a la edificación de Sion.
Comentario personal
En estos versículos, el Señor describe a Sion como un “estandarte al pueblo”, una imagen poderosa que nos ayuda a comprender el propósito y el papel de Sion en la obra del Señor. Un estandarte es una bandera o señal levantada en alto para guiar, reunir y motivar a quienes la siguen hacia un propósito común. Así, Sion no es solo un lugar físico, sino una manifestación viva del reino de Dios que reúne a los fieles bajo principios de justicia, pureza y amor.
Este concepto nos recuerda pasajes bíblicos como la serpiente de bronce en el desierto (Números 21:6–9), que Moisés levantó para sanar a los israelitas, o el “Estandarte de la Libertad” levantado por el capitán Moroni en el Libro de Mormón para defender la fe y la libertad de su pueblo. En ambos casos, el estandarte es un símbolo visible y concreto que representa la fe, la esperanza y la unidad.
Sion es también descrita como un “lugar de refugio” para los pobres y necesitados y un “lugar santo” donde Dios mora con Su pueblo. Esto implica que Sion es un espacio donde reina la justicia y la rectitud, y donde se protege y fortalece la comunidad de creyentes. Más allá de lo físico, Sion representa la meta espiritual de unión y santidad a la que todos los santos están llamados.
Para los miembros de la Iglesia hoy, Sion funciona como un faro de esperanza, guía y fortaleza. Saber que somos parte de una comunidad que busca vivir conforme a la voluntad de Dios nos anima a perseverar y a reflejar esos principios en nuestras vidas.
Finalmente, este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestra propia participación en Sion. ¿Estamos viviendo de tal manera que somos parte de ese estandarte visible? ¿Ayudamos a guiar y a reunir a otros hacia los principios del evangelio? El llamado es a ser activos constructores y defensores de Sion, encarnando la luz y el amor que el mundo necesita.
Doctrina y Convenios 65
El reino de Dios prepara al mundo para la Segunda Venida
En esta revelación, el Señor da una visión amplia y profunda de Su reino en la tierra y la gran obra que se debe realizar en los últimos días. Él declara que Su obra es para hacer resplandecer Su luz en medio de las tinieblas y para que el mundo conozca Su verdad, se arrepienta y se prepare para la Segunda Venida de Jesucristo.
El Señor desea que Su reino sea un faro de justicia, paz y luz, que influya en todo el mundo y que reúna a los dispersos de Israel, así como a todos los que estén dispuestos a seguir Sus mandamientos. El reino no es solo una organización humana, sino la manifestación viva de Su voluntad y poder.
Se destaca que la labor es urgente y continua, y que cada miembro tiene una responsabilidad personal para ayudar a llevar adelante esta obra divina, ya sea por medio del testimonio, el servicio, la obediencia o el ejemplo.
1. ¿Qué desea el Señor que Su reino logre en la tierra?
El Señor desea que Su reino lleve luz y verdad a un mundo oscuro y perdido. Quiere que el evangelio verdadero sea predicado a todas las naciones, para que los hijos de Dios se arrepientan, se conviertan y se unan bajo Su bandera. El reino debe ser un lugar de paz, santidad y preparación para la venida gloriosa del Salvador.
2. ¿Qué desea Él que haga yo para ayudar?
El Señor espera que cada uno de nosotros:
- Sea un testigo fiel del evangelio en nuestro entorno.
- Cumpla con sus convenios y viva según las enseñanzas de Cristo.
- Sirva a los demás con amor y dedicación.
- Participe activamente en la obra misional, según las oportunidades y llamamientos.
- Busque ser una luz que inspire a otros a acercarse a Dios.
Cada acción, por pequeña que parezca, contribuye al avance de Su reino.
Doctrina y Convenios 65 nos invita a entender que somos parte de una obra eterna y grandiosa. La preparación para la Segunda Venida depende del esfuerzo conjunto y personal de los santos para extender el evangelio y vivir con santidad. En ese contexto, nuestra disposición a actuar con fe, amor y diligencia es fundamental para cumplir el propósito divino.
Doctrina y Convenios 66
El Señor conoce los pensamientos de mi corazón
Esta sección fue dada poco tiempo después de que William E. McLellin se uniera a la Iglesia. Él buscaba respuestas claras sobre la voluntad de Dios para su vida y le pidió a José Smith que intercediera para recibir revelación. Aunque no conocemos con certeza las cinco preguntas específicas que William hizo, la revelación dada responde a todas sus inquietudes para su satisfacción completa.
Lo más notable es que el Señor no solo responde en términos generales, sino que demuestra un conocimiento profundo y personal de las intenciones, deseos y dudas del corazón de William. Esto resalta la verdad eterna de que Dios conoce íntimamente a cada uno de Sus hijos, incluso antes de que expresen sus preguntas o preocupaciones.
- ¿En qué forma te ha mostrado el Señor que te conoce?
Muchas veces, al orar o al reflexionar, he sentido una paz especial o una respuesta que no pudo haber sido coincidencia, sino un indicio de que Dios sabe exactamente lo que necesito y me conoce mejor que yo mismo. También lo he sentido en momentos en que mi corazón estaba atribulado y una impresión o un consuelo llegó de manera inesperada, confirmando que Él conoce mis pensamientos y sentimientos más profundos. - Si has recibido tu bendición patriarcal, considera estudiarla. ¿Qué te ayuda a entender el Espíritu Santo sobre la voluntad de Dios para contigo?
Al estudiar mi bendición patriarcal, el Espíritu Santo me ayuda a comprender que Dios tiene un plan personal y específico para mí, que mis dones, desafíos y responsabilidades están interrelacionados para ayudarme a crecer y cumplir Su obra. La bendición me fortalece en la fe y me guía en las decisiones importantes, confirmando que Él conoce mi potencial y mis necesidades.
Este pasaje y su historia nos recuerdan que podemos acercarnos al Señor con nuestras preguntas y preocupaciones, confiando en que Él escucha, comprende y responde según Su perfecta voluntad y conocimiento de nuestro corazón. Nos invita a buscar Su guía mediante la oración, la revelación personal y la obediencia fiel.
Diálogo sobre Doctrina y Convenios 65 y 66
Alumno: Maestro, he estado leyendo Doctrina y Convenios, y en particular las secciones 65 y 66. Me llama la atención que en la sección 65 se menciona que “Sion será un estandarte al pueblo.” ¿Podría explicarme qué significa que Sion sea un estandarte?
Maestro: Excelente pregunta. En Doctrina y Convenios 65:2, el Señor dice que Sion “será un estandarte al pueblo.” La palabra “estandarte” significa una bandera, una señal o un símbolo visible que guía y reúne a las personas bajo una causa común. En términos espirituales, Sion representa la comunidad de los fieles, el pueblo que vive en rectitud y unidad. Por eso, Sion es un estandarte porque sirve como un punto de referencia espiritual y moral para todos los que desean seguir el evangelio.
Alumno: Entonces, ¿Sion no es solamente un lugar físico, sino también un símbolo espiritual para los fieles?
Maestro: Exactamente. Sion tiene un doble significado. Por un lado, se refiere a un lugar específico, como la ciudad o comunidad de los santos en los últimos días — por ejemplo, la comunidad en Independence, Misuri, que fue designada por el Señor como la tierra de Sion. Por otro lado, es un ideal espiritual que representa pureza, unidad y justicia entre el pueblo de Dios. Como “estandarte,” Sion atrae, guía y fortalece a quienes desean vivir bajo sus principios.
Alumno: ¿Qué cualidades o características debe tener ese pueblo que sigue a Sion como estandarte?
Maestro: El Señor lo aclara en otras escrituras: un pueblo humilde, obediente, justificado por la fe, que guarda sus mandamientos y se ama unos a otros. Sion no puede ser una comunidad dividida o llena de contiendas. Por eso, el estandarte no solo señala un lugar, sino que llama a la pureza y a la santidad. Los que se acercan a Sion deben esforzarse en ser dignos y vivir el evangelio con integridad.
Alumno: ¿Hay ejemplos en las Escrituras o en la historia de la Iglesia donde Sion haya sido un estandarte o un símbolo visible?
Maestro: Sí, hay varios ejemplos. En el Antiguo Testamento, Jerusalén fue llamada Sion, y fue un centro espiritual y símbolo para el pueblo de Israel. En el Libro de Mormón, la ciudad de Sion era también una comunidad de los justos. En la historia moderna, las primeras comunidades de los Santos en Misuri y Utah buscaban establecer un Sion literal y espiritual. En todo caso, la idea es que Sion funciona como faro, guía y refugio para el pueblo de Dios.
Alumno: Me queda claro lo de Sion como estandarte. Ahora, en Doctrina y Convenios 66, veo que el Señor le dice a William E. McLellin: “Yo conozco los pensamientos de tu corazón.” ¿Qué importancia tiene esta declaración para nosotros hoy?
Maestro: Esa declaración es muy profunda. El Señor conoce no solo nuestras acciones externas, sino también lo más íntimo de nuestros pensamientos y sentimientos. En D&C 66:2, Él enfatiza que no hay nada oculto para Él, y que sus respuestas y mandamientos tienen en cuenta ese conocimiento perfecto. Para nosotros, esto significa que debemos ser sinceros y transparentes con Dios, que Él entiende nuestras luchas, dudas y anhelos, aunque no siempre los expresemos en palabras.
Alumno: ¿Entonces el Señor conoce nuestra verdadera intención incluso cuando no somos capaces de expresarla bien?
Maestro: Así es. A veces tenemos pensamientos confusos o sentimientos encontrados, pero el Señor ve el corazón y puede discernir nuestras verdaderas intenciones. Esto nos brinda consuelo, porque no necesitamos pretender o esconder nada; al contrario, debemos acudir a Él con humildad y honestidad.
Alumno: En esta revelación, ¿qué otras enseñanzas importantes podemos encontrar para nuestra vida diaria?
Maestro: Observa que esta sección también muestra cómo el Señor responde personalmente a las preguntas y preocupaciones de William McLellin, un hombre con dudas, temores y desafíos propios. El Señor se comunica con amor y claridad, adaptando Su mensaje a las necesidades de cada persona. Esto nos enseña que el diálogo con Dios es personal y relevante para nuestra situación particular.
Alumno: Entonces, tanto en Sion como estandarte, como en el conocimiento profundo del Señor sobre nuestros corazones, hay un llamado a la sinceridad y a la unidad, ¿no es así?
Maestro: Sí, buen punto. Sion representa la comunidad justa y unida, y para ser parte de ella debemos vivir con integridad y pureza de corazón. Al mismo tiempo, el Señor nos invita a abrir nuestro corazón sin temor, porque Él nos conoce y nos ama. La relación con Dios es íntima y profunda; por eso, nuestra comunidad de fe debe basarse en esa sinceridad y en el deseo genuino de seguir Su voluntad.
Alumno: ¿Cómo podemos aplicar estas enseñanzas en nuestra vida cotidiana, en nuestras familias y en la Iglesia?
Maestro: Primero, debemos buscar tener un corazón limpio y humilde para ser dignos de formar parte de Sion, el estandarte que guía a otros. Esto implica arrepentimiento constante, obediencia y amor al prójimo. Segundo, debemos cultivar una comunicación sincera con Dios, confiando en que Él conoce nuestros pensamientos y nos ayuda en nuestras debilidades. Y finalmente, debemos esforzarnos por ser un ejemplo para otros, siendo parte de esa comunidad unida y justa que representa Sion.
Alumno: Me parece una gran responsabilidad y a la vez una bendición. ¿Hay algo más que deba saber sobre estas secciones?
Maestro: Sí. Recuerda que en D&C 65:1 el Señor dice que “todas las cosas son conocidas por Él desde el principio,” y en D&C 66 se refleja esa misma omnisciencia y amor personal. La perfecta combinación de justicia y misericordia es la base para la edificación de Sion. Como discípulos, estamos llamados a reflejar esa misma pureza y honestidad en nuestro andar diario.
Alumno: Gracias, maestro. Entiendo ahora mejor cómo Sion es un símbolo que nos llama a la santidad, y cómo el Señor nos conoce profundamente para guiarnos y bendecirnos.
Maestro: Me alegra mucho que así sea. Que siempre busques estar bajo el estandarte de Sion y confíes en el amor perfecto del Señor, que conoce tu corazón mejor que nadie.
Comentario personal
Al meditar en estos capítulos, siento un profundo consuelo y una invitación clara a vivir con integridad y sinceridad. La imagen de Sion como “estandarte al pueblo” me recuerda que no estamos solos ni dispersos en nuestra fe, sino que somos parte de una comunidad que busca ser un faro de luz y rectitud en el mundo. Eso implica un compromiso personal y colectivo de vivir con pureza de corazón, unidad y amor.
Al mismo tiempo, el saber que el Señor “conoce los pensamientos de mi corazón” me llena de esperanza y humildad. No puedo esconder nada de Él, ni siquiera mis dudas o mis miedos más profundos, y eso es liberador. Me invita a acercarme con confianza, sabiendo que Él entiende mi intención y mis luchas, y que siempre está dispuesto a guiarme con paciencia y amor.
Estas secciones me recuerdan que el camino hacia Sion no es solo geográfico ni externo, sino un proceso interno de sinceridad, fe y amor que transforma el corazón. También me anima a ser un reflejo de esa comunidad justa, para que otros puedan ver en mí un estandarte que los invite a acercarse a Cristo.
En definitiva, me desafían a examinar mi corazón, a abrirlo sin miedo y a buscar con empeño ser parte activa de esa Sion espiritual que el Señor está edificando hoy, confiando en que Él conoce mis pensamientos y me ayuda a avanzar, paso a paso.
Resumen Final
En 1831, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días estaba en una etapa inicial de organización y expansión. José Smith, junto con los primeros conversos, enfrentaban retos internos —como las tensiones entre miembros— y externos —persecuciones, oposición y dificultades para establecerse— mientras buscaban vivir según las revelaciones que recibían.
Kirtland, Ohio, era entonces el centro principal de la Iglesia, convirtiéndose en un lugar clave para la edificación doctrinal y comunitaria. Los santos aprendían a vivir bajo un nuevo sistema de orden, basado en la obediencia, la unidad y la fe, principios esenciales para su bienestar espiritual y temporal.
Las revelaciones contenidas en las secciones 64, 65 y 66 se dieron en respuesta a situaciones específicas que atravesaba la comunidad, y buscaban fortalecer la fe, la unidad y el compromiso de los santos para ser luz y ejemplo en el mundo.
Doctrina y Convenios 64:1–11 — El mandato del perdón mutuo
Esta revelación, dada en un tiempo de pruebas y tensiones internas, enfatiza el perdón como un principio fundamental para la vida en comunidad y el desarrollo espiritual personal.
- Mandato divino y requisito para el perdón de Dios (v. 9):
Perdonar a los demás no es solo una recomendación, sino una condición indispensable para que Dios nos perdone. La revelación subraya que la relación con Dios está estrechamente ligada a cómo tratamos a otros: si no perdonamos, no podemos recibir perdón divino. - Justicia y misericordia en el perdón:
El perdón combina justicia (reconocer el daño y la responsabilidad) y misericordia (dejar ir el resentimiento). El Señor es justo y misericordioso, y espera que imitemos ese equilibrio. - Sanación espiritual y emocional:
No perdonar genera aflicciones internas (odio, amargura, resentimiento) y divisiones comunitarias. El perdón libera a quien lo otorga y a quien lo recibe, restaurando relaciones rotas y fomentando la paz. - Perdón universal e incondicional (v. 10):
El Señor manda perdonar a todos, sin excepciones ni condiciones, incluso cuando el otro no se arrepiente o sigue causando daño. Perdonar es una elección personal que refleja la verdadera libertad espiritual.
El mensaje se complementa con enseñanzas modernas, como las del élder Jeffrey R. Holland y Kristin M. Yee, quienes destacan que Cristo no solo manda perdonar, sino que también otorga el poder para hacerlo, sanando el corazón y fortaleciendo a los creyentes.
El perdón es especialmente vital en la familia, donde las heridas pueden ser frecuentes y donde la falta de perdón produce aflicción y desunión. Perdonar crea un ambiente propicio para la revelación, la felicidad y el crecimiento espiritual.
Doctrina y Convenios 64:31–34 — “Corazón y mente bien dispuesta”
Aquí el Señor enseña que para colaborar en Su obra no se requieren acciones espectaculares o inmediatas, sino un compromiso sincero y humilde. Valora la disposición interior más que la magnitud de lo hecho.
- Un “corazón bien dispuesto” implica amor genuino y compromiso que impulsa a servir con sacrificio y dedicación.
- Una “mente bien dispuesta” significa apertura al aprendizaje, la obediencia y la búsqueda constante de la verdad.
El Señor destaca que su obra es grande y extraordinaria, pero se edifica con pequeños actos fieles y constantes, los “cimientos” que sostienen el progreso del reino de Dios. Esto brinda esperanza a quienes se sienten insuficientes o cansados, recordándoles que cada esfuerzo, por pequeño que sea, es valioso.
La actitud que se requiere se cultiva con oración, humildad, perseverancia y apertura al Espíritu. Este pasaje invita a reflexionar sobre nuestra propia disposición y a valorar la fidelidad en lo pequeño, confiando en que Dios usará esos actos para avanzar Su obra.
Doctrina y Convenios 64:41–43 — Sion como “estandarte al pueblo”
El Señor declara que Sion será un estandarte, una señal visible y poderosa que guía, reúne y anima al pueblo fiel bajo un propósito común.
- Sion representa tanto un lugar físico como un ideal espiritual: una comunidad justa, unida, santa y llena de amor y obediencia a Dios.
- Como estandarte, Sion es un faro que brilla en medio de la oscuridad y un ejemplo para el mundo.
Ejemplos bíblicos y del Libro de Mormón ilustran esta idea:
- La serpiente de bronce levantada por Moisés (Números 21:6–9) que guiaba la fe para sanación.
- Jesús enseñando que Sus seguidores son la “luz del mundo” (Mateo 5:14–16), que debe brillar para guiar a otros.
- El “Estandarte de la Libertad” levantado por el Capitán Moroni para reunir a los nefitas en defensa de su libertad religiosa.
Sion también es descrita como un lugar santo, refugio para los necesitados y comunidad donde mora el Señor. La idea es que Sion es una manifestación viva del reino de Dios, que convoca a vivir en justicia y amor.
Los santos de hoy pueden ver en la Iglesia y en Sion un estandarte que ofrece guía, esperanza y fortaleza para perseverar y ser luz en el mundo. La invitación es a ser parte activa de ese estandarte, viviendo con pureza y unidad para atraer a otros al evangelio.
Doctrina y Convenios 65 — El reino de Dios prepara al mundo para la Segunda Venida
Esta revelación ofrece una visión amplia de la misión del reino de Dios en la tierra: ser luz en medio de las tinieblas y preparar al mundo para la Segunda Venida de Jesucristo.
- El reino debe reunir a Israel disperso y a todos los que se arrepientan, estableciendo justicia, paz y santidad.
- Cada miembro tiene una responsabilidad personal en esta obra mediante el testimonio, la obediencia, el servicio y el ejemplo.
- Aunque la obra es grande y urgente, depende del esfuerzo conjunto y fiel de todos.
Se enfatiza la importancia del compromiso individual y colectivo para ayudar a que la luz del evangelio resplandezca en el mundo, preparando a los hijos de Dios para el regreso glorioso del Salvador.
Doctrina y Convenios 66 — El Señor conoce los pensamientos de mi corazón
Esta sección se dio en respuesta a las inquietudes personales de William E. McLellin, quien recién se había unido a la Iglesia y buscaba claridad sobre su papel y el plan de Dios para él.
- El Señor muestra un conocimiento profundo y personal de los deseos, dudas y pensamientos íntimos de William, confirmando que Dios conoce perfectamente el corazón de cada uno.
- Esto nos enseña que podemos acercarnos a Dios con sinceridad y confianza, sabiendo que Él entiende nuestras luchas y nos guía según Su perfecta voluntad.
- La revelación destaca la naturaleza personal y amorosa de la comunicación entre Dios y Sus hijos, adaptándose a sus necesidades particulares.
Para los creyentes actuales, esta enseñanza invita a ser honestos y transparentes con Dios, confiando en que Él ve nuestras verdaderas intenciones, incluso cuando no las expresamos claramente, y que está dispuesto a guiarnos y fortalecernos.
Las secciones 64–66 de Doctrina y Convenios reflejan una Iglesia en crecimiento, enfrentando desafíos humanos y organizacionales, y buscan fortalecer tres pilares fundamentales:
- El perdón mutuo, como condición para recibir el perdón divino y vivir en unidad y paz.
- La disposición interna sincera (corazón y mente bien dispuesta), que valora la fidelidad en lo pequeño y el compromiso constante más que las grandes hazañas espectaculares.
- La visión de Sion como un estandarte visible y espiritual, un ideal de comunidad justa y santa que guía y atrae a otros a Cristo.
Además, se reafirma que el reino de Dios está en marcha para iluminar y preparar al mundo para la Segunda Venida, y que Dios conoce íntimamente a cada uno, respondiendo personalmente a nuestras necesidades.
Este conjunto de enseñanzas invita a los santos a examinar su corazón, cultivar el perdón, mantener una actitud humilde y fiel, y ser parte activa en la construcción de Sion y el avance del reino de Dios aquí en la tierra.
Dándole Sentido a Doctrina y Convenios — 64 — 65 — 66
Un análisis de Doctrina y Convenios — 64 — 65 — 66
Discusiones sobre Doctrina y Convenios: El Señor Requiere el Corazón D. y C. 63-65
“Un pacto y una escritura que no se pueden romper” La saga continua de la consagración

























gracias por compartir cada semana, es un material increíble para seguir aprendiendo y profundizando más en estos temas!
Me gustaMe gusta
gracias,
por ayudarnos a ampliar nuestro conocimiento y ayudarnos a profundizar más en el evangelio
Me gustaMe gusta
Gracias por el análisis profundo que nos permite ahondar en el tema y tener más conocimiento del evangelio
Me gustaMe gusta