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El modelo de nuestro progenitor
“¿Qué puede inspirar a una persona a la pureza y a la dignidad mas que la confirmación espiritual que posee de que somos hijos de Dios?”
Es día de reposo y afuera se ve un día tan glorioso que parece que toda la naturaleza estuviera declarando las obras de Dios. No puedo refrenarme de decir las palabras de un poeta:
Ni las flores de junio,
Ni el cielo de verano,
se asemejan en belleza
a lo que un buen día de otoño
trae de la mano.
(Helen Hunt Jackson, “October’s Bright Blue Weather”.)
Quisiera compartir con vosotros una doctrina fundamental de la Iglesia.
Lo que diré esta basado en estas convicciones:
Primero: Las enseñanzas que son fundamentales para nuestra salvación no están escondidas en algún versículo o pasaje impreciso de las Escrituras, sino que, por el contrario, todo lo que es de vital importancia se repite una y otra vez.
Segundo: Todo versículo, ya sea de los mas comúnmente citados o de los menos conocidos, debe ser considerado a la luz de otros versículos. Encontramos en las Escrituras enseñanzas que se complementan y dan temple, las cuales sirven para equilibrar nuestro conocimiento en cuanto a la verdad.
Tercero: Existe una compatibilidad total entre lo que el Señor dice y lo que hace, y de ello da evidencia toda la creación. La naturaleza puede enseñarnos lecciones valiosas en cuanto a asuntos espirituales y doctrinales. El Señor extrajo lecciones de las flores y de los zorros, de las semillas y de la sal y de los pajarillos y los crepúsculos.
Cuarto: No todo lo que Dios ha hablado se encuentra en la Biblia. Otros libros de escritura, tales como el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y la Perla de Gran Precio, son de igual validez y se complementan.
Quinto: Si bien es cierto que muchas cosas debemos aceptarlas por fe, tenemos derecho a la revelación personal por medio de la cual obtenemos conocimiento de la verdad. “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda.” (Job 32:8.) Todo lo que tal vez no este muy claro en las Escrituras puede quedar aclarado por medio del don del Espíritu Santo. Podemos gozar de un conocimiento tan pleno de las cosas espirituales como por el cual estemos dispuestos a trabajar.
Y agrego una convicción más. Tenemos un adversario que cuenta con sus propios canales de comunicación espiritual. Él confunde a los descuidados e inspira a aquellos que le sirven a maquinar doctrinas falsas cuidadosamente diseñadas para que parezcan genuinas.
Menciono esto porque hoy día, como siempre sucede, hay portavoces autoasignados que menoscaban nuestras creencias y dan una imagen falsa de lo que enseñamos.
Ve Con Sus Amigos
Cuando era un joven maestro en el programa de seminarios, aprendí de uno de mis directores, Able S. Rich, una valiosa lección. En una ocasión me dijo: “Si realmente quieres saber lo que una persona es y en lo que cree, no trates de averiguarlo entre sus enemigos. Ve a la persona misma o a sus amigos. Nadie confía los sentimientos de su corazón a sus enemigos. Pero sus amigos si lo conocen bien; saben tanto acerca de sus puntos fuertes como de sus debilidades, y lo representaran bien. Sus enemigos no tendrán nada positivo que decir.”
La doctrina que quiero tratar tiene que ver con la naturaleza del hombre y de Dios.
La Pregunta
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento nos encontramos con una pregunta que dice:
“¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Sal. 8:4; véase también Heb. 2:5-7.)
La respuesta se enseña de una forma muy sencilla en el himno que hemos cantado como intermedio.
Soy un hijo de Dios,
Por Él enviado aquí;
Me ha dado un hogar
Y padres caros para mí.
Soy un hijo de Dios,
No me desamparéis;
A enseñarme hoy su ley,
Precisa que empecéis.
(Canta conmigo, B-76.)
Hijos De Dios
La letra nos enseña una doctrina básica de la Iglesia. Somos en verdad los hijos de Dios. Esa doctrina no se encuentra escondida en un versículo ambiguo, sino que se enseña repetidamente en las Escrituras. He aquí algunos ejemplos claros de la Biblia:
“Vosotros sois . . . todos . . . hijos del Altísimo” (Sal. 82:6).
Y, somos, “pues, linaje de Dios”. (Hch 17:29.)
Las verdades doctrinales están relacionadas entre sí, como el viejo dicho que expresa que si uno toma un extremo de una vara, toma el otro también. Si concluimos que somos sus hijos, debemos también aceptar que Dios es nuestro Padre.
Dios, Nuestro Padre
Ese hecho se repite también una y otra vez en las Escrituras. Existen tantas referencias que no me daría el tiempo que tengo asignado para mencionarlas todas.
No obstante, quisiera recalcar que Cristo no se refirió solamente al Padre, ni a mi Padre, sino que hablo de vuestro Padre y nuestro Padre. Hasta puso todas estas definiciones juntas en una sola frase cuando dijo “vuestro Padre, y vuestro Dios y mi Dios”. (D. y C. 88:75; cursiva agregada.) En el mundo cristiano, todos conocemos a Dios por Padre. ¿No fuimos acaso instruidos a orar diciendo “Padre nuestro que estas en los cielos”?
Es factible que se diga que todos los cristianos saben eso. Tal vez así sea, pero muchos que se llaman a sí mismos cristianos, con la ayuda del clero, rebajan en las formas más anticristianas nuestras enseñanzas de que somos literalmente hijos e hijas de Dios.
De esa gran verdad emanan otros ideales. Sabiendo eso, uno comprende que todos somos hermanos. Y eso surte un cambio, pues ¿cómo entonces podría uno injuriar a otra persona o transgredir contra ella?
El Autorrespeto
Esa doctrina tan simple y profunda bien vale la pena aprenderla por otra razón. Nos da un sentimiento de dignidad personal, de autorrespeto, y así la conmiseración personal y la depresión se desvanecen. Podemos entregarnos a la disciplina de un Padre amoroso y aceptar aun las lecciones mas duras de la vida.
Cristo nos enseñó a ser “perfectos, como vuestro Padre que esta en los cielos es perfecto” (Mat. 5:48); a imitar sus atributos y a seguir el modelo de nuestro progenitor celestial.
Una niñita me enseñó una profunda lección en cuanto a este asunto. Por cierto que nadie es lo suficientemente sabio como para no aprender de los niños. Mucho de lo que se, que tiene alguna importancia, lo aprendí como padre.
Los Polluelos
Hace algunos años llegue a mi casa y encontré a nuestros hijos pequeños esperando en la entrada. Habían descubierto unos polluelos recién nacidos en un rincón del granero. Cuando habían tratado de tomarlos con la mano. La madre protectora los había picado. Y vinieron a pedirme ayuda.
Entonces fui con ellos y logre tomar algunos de los polluelos a fin de que los niños los pudieran tocar.
Cuando una de mis hijitas tomo a uno de ellos en la mano, bromeando, le dije: “Cuándo crezca va a ser un buen perro guardián, ¿no crees?” Me echo una mirada con la compasión con que se mira a alguien que poco sabe.
Entonces cambiando un poco de tono le dije: “No va a ser un perro guardián, ¿verdad?”, y me dijo: “No, papa.” Y le dije: Va a ser un hermoso caballo.”
Otro gesto de lastima hacia mi ignorancia se dibujó en su rostro, pues hasta una niña de cuatro años sabe que un polluelo, cuando crezca, no va a ser un perro o un caballo y ni siquiera un pavo, sino que será una gallina. Seguirá el modelo de su progenitor. Ella sabía eso sin necesidad de haber tomado un curso en la genética y sin que nadie tuviera que explicárselo.
De Acuerdo Con Su Propia Especie
No encontramos en la naturaleza ninguna lección más clara que el hecho de que todas las cosas vivientes hacen como el Señor mandó en la creación. Se reproducen “de acuerdo con su propia especie”. (Véase Moisés 2:12, 24. ) Siguen el modelo de su progenitor. Todos sabemos eso; todo niño de cuatro años lo sabe. Un pájaro no crecerá para llegar a ser un animal, ni un pez. Un mamífero no engendrara reptiles, ni los hombres recogerán “higos de los abrojos” (Mat. 7:16).
En los innumerables billones de veces que tiene lugar la reproducción de vida en cualquiera de sus formas, una especie jamas engendra a otra. Y si se cruzan las especies, el producto de ese cruce jamas podrá engendrar. Todas las especies siguen el modelo de su progenitor.
Esto queda demostrado de tantas formas tan obvias, que aun la mente más común puede llegar a entenderlo. Sin duda, nadie que tenga respeto hacia Dios puede llegar a creer que sus hijos evolucionaron del lodo o de los reptiles. (¡No es de sorprendernos, entonces, que aquellos que aceptan la teoría de la evolución no muestran mucho entusiasmo por la investigación genealógica!) La teoría de la evolución, y cabe destacar que es simplemente una teoría, adquirirá una dimensión totalmente diferente cuando las obras de Dios tocante a la creación sean completamente reveladas.
Teniendo en cuenta que toda forma de vida sigue el modelo de su progenitor, ¿debemos suponer que Dios tenia pensado para Su progenie alguna otra forma distinta? Por cierto que nosotros, sus hijos, no somos, en el lenguaje de la ciencia, de una especie distinta a la que es él.
¿Qué hay de equivocado, entonces, cuando afirmamos que el destino supremo de la humanidad es llegar a ser dioses? Sin duda que en el momento presente nos encontramos en un estado joven de progreso en comparación con él. Sin embargo, en las eternidades futuras, si somos dignos, podremos llegar a ser como él, entrar en su presencia y ver como somos vistos, y conocer como somos conocidos, habiendo recibido de su plenitud (D. y C. 76:94).
Esta doctrina no contradice las Escrituras. No obstante, resulta fácil entender que algunos cristianos la rechazan puesto que presenta la posibilidad de que el hombre alcance la estatura de Dios.
Un Dios
Su preocupación se centra en algunos versículos de las Escrituras, puesto que hay muchas referencias (por lo menos veinte en la Biblia sólo), que hacen referencia a un dios. Por ejemplo, Efesios 4:6 dice que hay “un Dios y Padre de todos”.
Dios En Forma Plural
Pero si uno se aferra demasiado a una interpretación muy rígida de tales versículos, se crea para sí serios problemas teológicos, puesto que hay muchos otros versículos, por lo menos una cantidad comparable en la Biblia, que hacen referencia en forma plural a “señores” y “dioses”. En el primer capitulo de Génesis dice:
‘Entonces Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen conforme a nuestra semejanza.” (Gen. 1:96: cursiva agregada.)
Encontramos referencias como ésta en todo lo largo de la Biblia. La más inequívoca de todas la da Cristo mismo cuando citó el Salmo 82:
“¿No esta escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?
“Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada.)
“¿Al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tu blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?” (Juan 10:34-36; cursiva agregada.)
El aceptar esta verdad no quiere decir que se tiene que aceptar la existencia de la multitud de dioses de la mitología ni el politeísmo de los paganos que fue tan severamente condenado por Isaías y otros profetas.
Hay un Dios, el Padre de todos. Esto aceptamos como doctrina fundamental.
Hay un solo Redentor, Mediador y Salvador. Esto sabemos.
Existe un Espíritu Santo, un personaje de espíritu que completa la Trinidad.
En cada frase hice énfasis en la palabra un, pero la he empleado tres veces y tres es plural.
Pablo utilizó el plural “muchos” y el singular “un” en el mismo versículo:
“Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre.” (1 Cor. 8:56.)
Todo aquel que cree y enseña de Dios el Padre, y acepta la divinidad de Cristo y del Espíritu Santo, enseña en cuanto a una pluralidad de dioses.
El Razonamiento Humano
Tras la muerte de los apóstoles, aquellos que tomaron sobre sí el liderazgo de la Iglesia se apartaron de la revelación y se ampararon en el razonamiento humano. La idea de tres dioses independientes les ofendía pues parecía ir en contraposición a los pasajes de las Escrituras que hablaban de un solo Dios.
A fin de solucionar el problema, tomaron un versículo aquí y otro allá e hicieron a un lado todo lo demás que trata sobre el asunto. Procuraron entrelazar los tres en uno, como UllFd suerte de unidad misteriosa, y concluyeron en unos credos que resultan incompatibles con las Escrituras. Como resultado surgió una filosofía que se opone a todo lo que sabemos de la creación y de las leyes de la naturaleza. Y resulta interesante que tal filosofía contradice la razón misma de la cual depende.
Lorenzo Snow, un apóstol de nuestra era, escribió un poema dedicado a Pablo, su colega de la antigüedad, del cual cito sólo una estrofa:
Aquel que anhela ser un dios
No es profano ni malsano.
Pues si así siente en su interior
Se mantendrá lejos del pecado.
(Improvement Era, junio de 1919, pág. 661.)
La Pureza
¿Qué puede inspirar a una persona a la pureza y a la dignidad mas que la confirmación espiritual que posee de que somos hijos de Dios? Nada puede inspirar mas respeto hacia uno mismo ni más amor hacia la raza humana.
Esto no me llena de arrogancia, mas bien de una humildad abrumadora. Tampoco me hace sentir inclinado a adorarme a mí mismo ni a ningún otro hombre.
La doctrina que enseñamos no deja lugar a la mentira ni al robo, ni a la pornografía, ni la inmoralidad, el abuso de menores, el aborto o el asesinato. Estamos sujetos por las leyes de Su Iglesia, como hijos e hijas de Dios, a evitar todas estas y otras practicas impuras.
No inventamos esta doctrina. La mayor parte de ella fue preservada en la Biblia tal como les fue revelada a los profetas de la antigüedad, y como ellos predijeron, se reveló mas luz y conocimiento.
Junto con la restauración de la plenitud del evangelio vino el Libro de Mormón, otro testimonio de Jesucristo. Se han recibido y se continuaran recibiendo otras revelaciones, y ciertos versículos que parecían contradecirse ahora gozan de armonía.
El profeta José Smith dijo: “El primer principio del evangelio es saber con certeza la naturaleza de Dios.” Y se nos ha dado ese conocimiento. (Enseñanzas del profeta José Smith, pág. 427.)
El Padre sí es el único Dios verdadero. Por cierto que nadie le superara, ni nadie ocupara su lugar. Tampoco nada cambiara la relación que nosotros, su progenie literal, tenemos con él. Él es Elohim, el Padre. Él es Dios, y él es una sola persona. Reverenciamos y adoramos a nuestro Padre y nuestro Dios.
Hay un solo Cristo, y un solo Redentor. Aceptamos la divinidad del Hijo Unigénito de Dios en la carne. Aceptamos la promesa de que podremos llegar a ser coherederos con él. Pablo escribió a los romanos:
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
“Y sí hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo.” (Rom. 8:15-17.)
Muchas son las personas que se burlan de nuestras creencias de las formas mas anticaritativas que uno se puede imaginar, mas aguantaremos tales actitudes con paciencia, pues nada de ello cambiara la verdad. Y hay veces en que sus acciones repercuten favorablemente en nuestra obra. Continuaremos enviando a nuestros misioneros al mundo para enseñar que somos literalmente hijos e hijas de Dios.
Seguiremos esforzándonos para enseñar lo que él Señor enseñó para vivir como él vivió y para perseverar como él perseveró.
Comenzamos con esta pregunta: “¿Qué es el hombre, para que tengas de la memoria?” Cristo, nuestro Redentor, y hermano mayor, pregunto: “¿Qué clase de hombres habéis de ser?” Y él mismo respondió: ‘En verdad os digo, aun como yo soy.’ (3 Nefi 27:27.)
Doy testimonio solemne de que Jesús es el Cristo, el Unigénito del Padre en la carne, que él es nuestro Redentor, nuestro Salvador. Que Dios es nuestro Padre, esto sabemos gracias al don del Espíritu Santo. Y yo humilde pero resueltamente afirmo que no seremos ni podemos desviarnos de esta doctrina; de estas verdades fundamentales nunca nos desviaremos. En el nombre de Jesucristo. Amén.
Discurso pronunciado en la conferencia general de octubre de 1984
























