Conferencia General Octubre 1982
Los principios de bienestar en el hogar
por Barbara B. Smith
Presidenta General de la Sociedad de Socorro
Mis queridos hermanos, «En el principio era el Verbo» (Juan 1:1), o, de acuerdo con la traducción de José Smith: «En el principio el evangelio fue predicado por medio del Hijo, y el evangelio era el verbo». Mas adelante dice: «En [el Hijo] era el evangelio, v el evangelio era la vida y la vida era la luz de los hombres.» (Juan 1:1, 4.)
Es triste ver que no todos los hombres gozan de la luz que les fue asignada. Así también no todos los que poseen el evangelio saben la manera de incorporar estos destellos de luz en su vida.
Sé de una mujer que pensaba que la luz que tenía en su vida era mínima. Su esposo tenía que viajar tres días de la semana por razones de trabajo; por lo tanto, se quedaba sola para dirigir la casa v cuidar de sus dos pequeños hijos. Cuando contrajo matrimonio, solo tenia diecinueve años, y su experiencia para hacerse cargo del cuidado de los niños era muy limitada y no tenía confianza en sí misma. A menudo encontraba abrumadores los apremiantes deberes del hogar. En su frustración, su resentimiento aumentó y se tornó dura con sus hijos hasta el punto en que su comportamiento llegó a atemorizarla. Sintiéndose sola, avergonzada y con un sentimiento de capacidad, a menudo se encontró en las profundidades de la desesperación. ¿Que luz le ofrecía el evangelio?
Ella y su esposo se consideraban buenos miembros de la Iglesia, ¿pero de que le servía este conocimiento cuando los niños lloraban, aumentaban los montones de ropa para lavar, la carta para su madre permanecía sin contestar, y el vestido que tenia que terminar para la fiesta de la compañía de su esposo estaba sobre la maquina de coser, todavía sin terminar? Todas esas frustraciones eran pruebas tangibles del desanimo que sentía y hacían que las bendiciones del evangelio pareciesen muy lejanas.
Afortunadamente, hubo quienes le ayudaron a aprender la manera de aplicar los principios del evangelio para resolver muchos de sus problemas. Las maestras visitantes, como respuesta a la ansiedad de esta joven madre por la relación que tenía con sus hijos, llevaron un regalo especial para cada uno de los niños: Cuidadosamente seleccionaron juegos que un adulto pudiera utilizar con un niño en una manera productiva y educacional; luego dedicaron el tiempo necesario para enseñarle la forma de relacionarse con los hijos por medio de actividades, v ella se sorprendió al ver que los niños reaccionaban con tanta sensibilidad y felicidad, pues comenzaron a esperar anhelosamente aquellos momentos de jugar con su madre. Se dio cuenta de que por medio del juego estaba satisfaciendo sus necesidades y se sentían mas a gusto con ella.
Debido a la relación que se iba estableciendo por medio de las actividades, los niños mostraron mas deseos de obedecerla y hacer lo que ella les pedía, como por ejemplo, guardar su ropa, poner los juguetes en su lugar y dormir la siesta; esto, a su vez, le dio mas tiempo para organizar sus otras responsabilidades. Aprendió a ser considerada con los niños y sensible a sus necesidades, y ha continuado dando esta atención especial a los niños todos los días. Ahora el amor en este hogar es algo mas que un concepto, es la forma en que se satisfacen las necesidades mutuamente.
La palabra del evangelio como se predica y se aprende es solo un comienzo. El conocimiento solamente no siempre es suficiente para brindarnos la luz prometida, sino que debemos vivir de acuerdo con cada palabra. En la Iglesia a menudo hablamos de traducciones. Se utilizan computadoras como ayuda auxiliar y cientos de especialistas en lingüística trabajan en esta importantísima obra. Pero, cada uno de nosotros también es responsable de una traducción: la de convertir (traducir) las palabras del evangelio en obras, actitudes y hábitos.
El principio del evangelio de amor sugiere obras en la amonestación: «Que os améis unos a otros» (Juan 13:34). Cuando estas palabras se traducen en un esfuerzo determinado por cambiar un comportamiento que produce dolor, vergüenza o pesar a una persona a quien amamos, se convierte en la clave para resolver un problema familiar. Las siguientes líneas, escritas por una mujer a su marido, puntualizan la necesidad de hacer que un principio sea algo mas que palabras.
Querido Bill:
Siento que hoy te amo mas que todos los veintitrés años que hemos pasado juntos. Aunque siempre me has expresado tu afecto, nada me ha convencido mas de que realmente nos quieres como tu preparación reciente para llevar a nuestra familia al templo,
A pesar de todas las cosas agradables que hemos hecho juntos. siempre había sentido un vacío. una tristeza, una especie de añoranza porque en realidad no éramos uno. Estoy a la expectativa, llena de emoción y de gozo al pensar en la unidad que tendremos al estudiar el evangelio juntos, al compartir los mismos amigos y. sobre todo, la eternidad que ahora se abre para nosotros, con nuestros hijos y con toda nuestra descendencia.
Mi admiración por ti ha ido en aumento a medida que has ido venciendo todas las dificultades para dejar a un lado los hábitos esclavizantes que formaban parte de ti.
Nuestros hijos y yo no solamente estamos sumamente orgullosos de ti sino también profundamente agradecidos.
Con amor, Ellen.
No toda la infelicidad conyugal nace de los malos hábitos. Parte se desarrolla en silencio, casi imperceptiblemente, a medida que nos desenvolvemos en nuestras ocupaciones, atendiendo a múltiples demandas. Consideremos a la pareja que había dedicado toda su vida matrimonial al servicio en la Iglesia y a sus hijos. Los hijos habían crecido y se habían ido del hogar, los llamamientos en la Iglesia ya no requerían tanto de ellos; repentinamente los cónyuges, que se habían pasado años ayudando a otros a resolver sus problemas, enfrentaban problemas propios. Preocupados por servir a sus hijos, se habían olvidado de expresarse amor el uno al otro. Siempre listos para brindar afecto a todos los que los rodeaban, se habían olvidado de hacerse sencillas demostraciones de amor y estima. Al encontrarse entonces en una época de su vida en la que podían gozar al máximo de la experiencia de la vida conyugal, se daban cuenta de que sus relaciones eran muy tirantes; sentían que algo faltaba en su relación matrimonial, a tal grado que fácilmente se criticaban y se quejaban. Sin embargo, los años de actividad en la Iglesia les habían enseñado un camino mejor; habían gozado de la luz del evangelio y en ese momento la añoraban.
Se dieron cuenta de que al poner en practica los principios del evangelio desde otro punto de vista, aplicándolos para resolver sus propios problemas, podrían volver a aprender la manera de servirse el uno al otro. Comprendieron que el expresarse su cariño en esos años de madurez les producía un sentimiento muy dulce y una gran satisfacción, seleccionaron tareas para llevar a cabo en la casa en las cuales podían estar juntos; las actividades en la Iglesia les parecieron más significativas; prepararon registros e historias familiares y aprendieron a conservar otros documentos de mucho valor. En el evangelio ya tenían los principios que ellos necesitaban y eran mas que adecuados para resolver sus propios problemas.
- K. Chesterton, en su ensayo intitulado «A Piece of Chalk» («Un trozo de tiza»), escribió que había ido a la campiña en el sur de Inglaterra para hacer unos dibujos con tizas de colores. Cuando llegó al lugar, se dio cuenta de que le faltaba una blanca; debido a que se encontraba muy lejos de una tienda para comprarla y remediar la situación, pensó que su expedición se habla arruinado. Pero repentinamente se dio cuenta de que la piedra sobre la cual estaba sentado, era de piedra caliza. (Robert K. Thomas, ed., The Joy of Reading, Salt Lake City: Bookcraft 1978, págs. 35-40.)
Ahí, en la pradera de Sussex, estaba «sentado en medio de un inmenso depósito de tiza blanca». Que él pensara que no tenía tiza allí era semejante a que un químico buscara en medio del océano agua salada para llevar a cabo un experimento, o a alguien que buscara en el inmenso desierto de Sahara arena para llenar el vaso de un reloj. Muchas veces las soluciones de nuestros problemas esperan solo que las descubramos, ya que tenemos la clave para las respuestas; pero es necesario que aprendamos a utilizarla eficazmente.
Muy a menudo vemos esto en la vida de las personas. Un ejemplo es el de aquella mujer que no tenía mucho dinero pero deseaba dar un regalo de Navidad a sus vecinos. Sabia que no podía comprar ni siquiera envases baratos, pero era autosuficiente, y con lo que tenia a la mano decoro bolsas de papel, les puso un techo blanco, una puerta y ventanas y escribió «Feliz Navidad, vecinos»; y aquellas casitas de papel llenas de pedazos de manzana deshidratados fueron regalos muy bien recibidos.
Esa misma clase de creatividad para resolver nuestros problemas con lo que tenemos se puede ver en otra mujer que confeccionó para sus niños lindos abrigos de pantalones de mezclilla viejos. En cada caso, el trabajo, el servicio, el amor y la autosuficiencia fueron las llaves que abrieron el camino para resolver los problemas y satisfacer necesidades.
Muchas dificultades son serias y debilitantes, causan miedo, culpabilidad y dolores de cabeza. A menudo, la clave para que estas personas encuentren el camino o descubran las soluciones de sus problemas es la comprensión y amabilidad que nosotros les podemos dar en las reuniones del sacerdocio y de la Sociedad de Socorro, así como en otras reuniones dentro de la Iglesia. Muchas veces es la palmadita en la espalda o la sonrisa sincera lo que da al desanimado la esperanza o al desconsolado el valor para intentar otra vez. Podemos ayudarles a que sepan que otros también luchan con esos mismos problemas, pero que la fortaleza de la familia y el carácter que se desarrollan por medio de vivir los principios del evangelio les han permitido salir adelante a pesar de las dificultades en su vida.
Un ejemplo es el de la familia cuyo padre la abandonó cuando el hijo más pequeño tenía sólo cuatro meses de edad. Fue una época traumática con un divorcio muy difícil; pero la valiente madre estaba llena de fe y tenia la determinación de hacer todo lo que estuviera de su parte para tener éxito como jefe del hogar.
Descubrió, como muchos lo han hecho, que cuando el evangelio se pone en practica, no sólo proporciona la clave para resolver muchos de los problemas de bienestar, sino que también los puede evitar. Las dificultades que quizás nos llevarían a depender de otras personas pueden resolverse y convertirse en fortaleza y felicidad.
Esta madre reunió a sus hijos y les explicó la situación. Las mensualidades de la casa estaban atrasadas, había cuentas pendientes de toda clase, y no tenían ninguna entrada. Podían solicitar la ayuda de otros, pero ella pensó que si estaban dispuestos a trabajar juntos podrían mantener su casa y otra vez ser una familia feliz. Aprobaron esa decisión y los hijos que estaban en edad de trabajar encontraron la manera de ganar dinero. Cortaron césped, repartieron periódicos, cuidaron niños, recolectaron latas de aluminio para vender e hicieron trabajos domésticos. Uno de los hijos mayores tomo la responsabilidad de pagar el recibo del gas, otro, el de los servicios eléctricos, y la madre pagó las mensualidades de la casa. Además, limitaron sus gastos a las cosas más necesarias.
En esa forma pusieron al corriente las mensualidades de la casa y pudieron cumplir con sus otras obligaciones y hasta invirtieron un poco en otras cosas en las cuales pudieran obtener ganancia. Esto permitió que la madre se quedara en el hogar. Con lo que había logrado ya no era necesario que los niños contribuyeran con todas sus ganancias para el sostén material de la familia. Libres de deudas, la madre sugirió a los hijos que si su deseo era continuar trabajando, podrían asistir a la universidad, ir al campo misional y aun hasta viajar y conocer juntos el mundo. Los hijos continuaron trabajando para ganar y ahorrar dinero. Aprendieron el valor del trabajo y de la familia y han tenido la oportunidad de acompañar a su madre a lugares que muchos suenan visitar.
Todo esto se llevó a cabo mientras cumplían con sus obligaciones religiosas; y están listos para testificar en cualquier momento que la mayor recompensa que han recibido de las experiencias del pasado ha sido su desarrollo espiritual. La práctica de los principios del amor, trabajo, servicio, autosuficiencia y consagración, dio a la familia la dignidad de haber logrado algo y la unidad de propósito les ayudó a estar mas unidos el uno al otro y al Señor. Esto es evidente cuando uno esta en compañía de ellos.
Es cierto que la vida presenta sus problemas, y aunque el evangelio proporciona un medio para encontrar las respuestas, las soluciones no siempre se encuentran rápidamente. Sin embargo, desarrollamos fortaleza en aspectos muy importantes cuando tratamos de vencer las dificultades. A menudo es cuando luchamos hasta lo ultimo de nuestras fuerzas que nos damos cuenta de que nuestro Padre en los cielos esta cerca.
Saríah, la esposa de Lehi, tuvo la terrible experiencia de abandonar su hogar y sus posesiones para viajar al desierto. No se cuentan las pruebas por las cuales ha de haber pasado, pero bien podemos imaginarnos que el viajar a pie, vivir en tiendas de campana y cocinar sin la ayuda de una estufa o cocina debe de haber sido devastador después de haber vivido una vida tan cómoda en Jerusalén. Leemos de la angustia que sufrió al pensar que sus amados hijos habían perecido en el camino de regreso, después de haber ido a recoger las planchas (1 Nefi 6:2). A pesar de todos sus problemas, amó y sirvió a su familia. Con el regreso de sus hijos, reconoció que el Señor efectivamente había mandado a su esposo que huyeran al desierto y obtuvo la certeza de que el Señor estaba con ellos (1 Nefi 5:8). Las circunstancias no cambiaron, pues siguieron durmiendo en tiendas pero Saríah obtuvo gozo y el conocimiento de que Dios los guiaba. Con esa luz, podía seguir adelante y enfrentar a las dificultades conforme se presentaran.
Cada uno de nosotros, no importa cual sea nuestro conocimiento del evangelio, puede continuar aprendiendo; pero aprender es solo el comienzo. Recibimos la plenitud de las bendiciones cuando ponemos en práctica los principios en nuestra vida diaria, cuando hacemos que formen parte de nosotros mismos. Se nos promete que si vivimos de acuerdo con estos principios, ellos serán una luz para nosotros.
A medida que lleguemos a conocer esa luz, nos guiara aun en medio de las tinieblas. Y conforme esa luz forme parte de nuestro hogar, se convertirá en un faro para nuestros hijos y los hijos de estos. Que sigamos adelante «teniendo un fulgor perfecto de esperanza» para vencer nuestros problemas y teniendo, asimismo, «amor por Dios y por todos los hombres» (2 Nefi 31:20), es mi humilde oración, en el nombre de Jesucristo. Amen.
























