Conferencia General Octubre 1987
Obedeced a las autoridades generales
por el élder L. Aldin Porter
del Primer Quórum de los Setenta
«¿Qué podemos hacer para aprender a amar a los profetas videntes y reveladores? Leamos las Escrituras, hagamos lo que piden los profetas y oremos por ellos.»
Poco tiempo después de recibir mi llamamiento actual, mientras viajaba por avión desde Baton Rouge, Luisiana, a Salt Lake City, Utah [ambas en EE.UU.] se acercó a mi un joven empresario y se presento como Santo de los Últimos Días. Me pregunto si el motivo de mi viaje era asistir a algunas conferencias, a lo cual respondí que sí.
-¿Va a ver al presidente Benson?-inquirió.
-No estoy seguro, en vista del tipo de reuniones a las que voy -respondí.
-Si lo ve, ¿seria tan amable de decirle que aunque no lo conozco personalmente siento un profundo amor por él? -agregó.
Luego de esto volvió a su asiento.
Ya era de noche y pronto se amortiguaron las luces permitiéndome esto pensar detenidamente sobre aquel incidente.
Hermanos sabed que se experimenta gran seguridad al amar a las Autoridades Generales. Durante ese vuelo nocturno, recordé una experiencia que había tenido en este mismo tabernáculo algunos años atrás. Me parece que fue la ultima vez que el presidente Joseph Fielding Smith hablo en una reunión general del sacerdocio. En esa ocasión, él dijo:
«Queridos hermanos, considero que hay una cosa que debemos comprender con toda claridad. Ni el Presidente de la lglesia, ni la Primera Presidencia, ni la voz unánime de esta con la de los Doce desviaran jamas a los miembros, ni aconsejarán al mundo algo que sea contrario a la sabiduría y voluntad del Señor» (Ensign, julio de 1972. pág. 88).
En aquel entonces el Espíritu me testificó que esa declaración del presidente Smith era verdadera. Y hoy día ese mismo Espíritu me vuele a confirmar tal testimonio.
El presidente Spencer W. Kimball contó una vez el caso de un hombre que »en los días de Brigham Young. . . se rebeló contra el llamado de este de ir a los valles del sur. Su objeción era: «Nadie puede decirme lo que debo hacer». Por causa de su rebelión personal, alejo a toda su familia de la Iglesia. ¡Cuán insignificante fue la decisión de este hombre para el gran programa de colonización de la Iglesia! Los valles fueron colonizados de todas formas. Ni en lo mas mínimo perjudicó a la Iglesia con su errado proceder. A pesar de todo, la Iglesia ha seguido creciendo ininterrumpidamente. Pero, en cambio ¡cuánto ha sufrido él en su progreso eterno! En contraste, aquellos miembros que dejaron sus hogares y colonizaron nuevas regiones se establecieron por sí mismos y criaron familias llenas de fe y devoción» (La fe precede al milagro. Pág. 306).
¿Qué podemos hacer para aprender a amar a los profetas, videntes y reveladores? Permitidme sugeriros tres cosas.
Primero, leamos las Escrituras, especialmente el Libro de Mormón. Hablando de éste, el profeta José Smith dijo: «El que lo lea con mayor frecuencia será el que más lo disfrutará, y el que lo conozca a fondo reconocerá en todo su contenido la fuente divina de la que proviene» (History of the Church, 2:14).
Leamos las Escrituras y sabremos de donde provienen.
El mismo Espíritu que se siente al leer la palabra del Señor en las Escrituras es el que acompaña las declaraciones de sus profetas. Cuando aprendamos a amar la palabra escrita del Señor en las Escrituras, amaremos también su palabra cuando nos la declare por medio de sus profetas.
Segundo, hagamos lo que piden los profetas. Prestad atención a las palabras del Salvador en el siguiente pasaje:
«Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?
«Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.
«El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta» (Juan 7:15-17).
En la conferencia de Abril de 1986 el presidente Benson dijo: «El Libro de Mormón no ha sido, ni es hoy en día, la base de nuestro estudio, de lo que enseñamos a nuestra familia, de nuestra predicación, ni de la obra misional. De esto tenemos que arrepentirnos» (Liahona, Julio de 1986, pág. 2).
Hermanos, hagamos lo que nos pide el profeta y muy pronto sabremos que sus palabras son las del Señor.
Tercero, oremos por ellos. Supliquemos que se derramen las bendiciones celestiales sobre la cabeza de los profetas, videntes y reveladores. No dudemos de que el Señor responde a las oraciones que los miembros de la Iglesia elevan para apoyarles. Además, a medida que volquemos nuestro corazón en su favor nos llenaremos de amor hacia ellos.
Estamos a salvo al amar a las Autoridades. ¿Que clase de seguridad? El Gran Maestro concluyó el Sermón del Monte, tal como se registra en Mateo y en 3 Nefi, con la siguiente declaración:
»Cualquiera que oye estas palabras mías, y las hace, lo comparare a un hombre prudente que edificó su casa sobre una roca;
«y descendió la lluvia, y vinieron los torrentes, y soplaron los vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre una roca.
«Y todo el que me oye estas palabras, y no las hace, será comparado al hombre insensato que edificó su casa sobre la arena:
«y descendió la lluvia, y vinieron los torrentes, y soplaron los vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó y grande fue su caída» (3 Nefi 14:24-27).
¿Notasteis, hermanos, que la lluvia descendió y que fluyeron los torrentes y soplaron los vientos sobre ambas casas? El hecho de que cumplamos con la palabra del Señor no significa que estaremos libres de malas influencias; significa más bien que las venceremos espiritualmente.
El profeta Mormón con gran poder nos aconseja en cuanto a los profetas con estas palabras: «¡Ay de aquel que niegue las revelaciones del Señor, y del que diga que el Señor ya no obra por revelación, ni por profecía, ni por dones, ni por lenguas, ni por sanidades ni por el poder del Espíritu Santo!» (3 Nefi 29:6).
Lideres del sacerdocio, ¿queréis elevar el nivel espiritual de vuestra mayordomía? Obedeced a las Autoridades Generales.
Esposos, ¿queréis que vuestras esposas tengan mas confianza en vosotros y en vuestra capacidad como líderes? Obedeced a las Autoridades Generales.
Padres, ¿queréis que vuestros hijos perciban vuestro amor por ellos y estén mas dispuestos a aceptar vuestros consejos? Amad a las Autoridades Generales.
Hemos escuchado en esta conferencia lo que el Señor desea que sepamos. Lo que se ha dicho y lo que se dirá se debe estudiar y meditar; se debe orar acerca de ello y se debe cumplir. No permitáis que nadie dude de vuestra creencia. Declarad con dulces acentos que amáis a las Autoridades Generales y que las obedeceréis con toda entereza. Dad énfasis a vuestras palabras mediante vuestra silenciosa y fiel obediencia.
Entonces descubriréis el gozo »de las palabras de vida eterna en este mundo, y la vida eterna en el mundo venidero» (Moisés 6:59).
Yo soy testigo de que esta es la obra de Dios. En medio de nosotros hay un profeta, el presidente Ezra Taft Benson. En el nombre de Jesucristo. Amén.
























