Julio de 1979
Bajo circunstancias adversas
por el élder Robert E. Wells
del Primer Quorum de los Setenta
He volado en muchos tipos de aviones en los últimos treinta años, tanto en los Estados Unidos como en los países latinoamericanos. No hace mucho, al regresar a los Estados Unidos después de una ausencia de varios años, un buen amigo mío me ofreció que usara su nuevo aeroplano Cessna bimotor. Este es exactamente mi tipo de avión favorito. No sólo tenía motores especialmente potentes para llevarlo a mucha altura, sino que también teñía todas las radios, todo el equipo electrónico para aeronavegación, equipo para medir distancias, toda clase de instrumentos para vuelo bajo cualquier condición de tiempo, oxígeno,
etc., tal como los de las líneas aéreas comerciales. No podía pensar en otro avión que me atrajera más para volar; pero aún con todo ese equipo, (lo que lo hacía muy caro y complicado) en contra de mi voluntad rehusé la oportunidad diciendo: “Algún día volaremos a México juntos”.
Pasaron algunos meses, y cada vez que me encontraba con mi amigo él me reiteraba su ofrecimiento, pero nunca sentí que debía aceptarlo, aun cuando aquél era muy sincero. Hasta que un día fue a mi oficina llevando un juego de llaves y un manual para pilotos, como evidencia de que realmente deseaba que yo usara su hermoso aeroplano algún día. El sentir las llaves en la mano me produjo un fuerte deseo de volar a México y visitar algunos de mis lugares favoritos de pesca en el mar. Desafortunadamente, mi amigo no podía viajar esos días que yo tenía libres, pero me aseguró que yo podría ir solo. Conversamos sobre si yo estaría calificado para que me cubriera su póliza de seguro, y nos dimos cuenta de que para ello necesitaba un examen de vuelo con un inspector autorizado, dado que ya hacía algún tiempo que no volaba en ese tipo particular de aviones.
Se hicieron los arreglos del caso y me encontré con el inspector al lado del avión, a la hora concertada, con mis licencias de los Estados Unidos, Argentina, Paraguay y Ecuador, y los libros de vuelo que mostraban que había manejado aviones Cessna 319 a través de selva, montañas, desiertos, fronteras internacionales, etc. Él sonrió con calma pero no se impresionó, y me dijo:
— He oído hablar de usted, y no tengo dudas sobre todos los vuelos que ha hecho; pero supongo que en todos esos vuelos no hubo anormalidades y nada anduvo mal. Ahora despeguemos en este avión y veamos qué tal vuela usted cuando todo anda mal.
¡Y durante la hora siguiente se encargó de que todo marchara mal! Simuló cada emergencia que pudo ocurrírsele. Apagó los dispositivos que debían estar encendidos, y encendió los que se suponían debían estar apagados; trató de infundir en mí desorden y pánico. ¡Era evidente que quería saber cuán bien podía pilotear yo cuando todo andaba mal! Al final bajó del avión, firmó en mi libro de vuelos y me dijo:
— Usted es un buen piloto. Dejaría a mi esposa y a mis hijos que volaran con usted.
Tomé sus palabras como un gran cumplido.
Uno de los propósitos de esta vida es que seamos examinados y puestos a prueba, para ver cuán bien serviremos al Señor. El profeta José Smith dijo que seríamos probados para ver si serviríamos y permaneceríamos fieles a través de todo peligro. Sabíamos antes de venir que habría muchas circunstancias adversas para comprobar nuestra fidelidad: accidentes, enfermedades y muertes para probarnos; tentaciones y distracciones para sondearnos; desilusiones, desaliento, infortunios, caídas y toda clase de situaciones para determinar nuestro carácter. A veces pasamos varios años sin problemas, y luego parece que se nos vinieran encima todos a la vez, y las cargas parecen ser más pesadas que lo que podemos soportar. Pero sobre todo, tenemos dos fuerzas principales en las cuales apoyarnos: 1) Supimos antes de venir que sería así, y a pesar de ello quisimos venir porque la bendición de permanecer fieles hasta el final, nos dará la salvación eterna. 2) Jamás seremos tentados más allá de nuestra habilidad de resistir (ver 1 Corintios 10:13).
No sólo nos preparamos mediante las pruebas de emergencias, accidentes, enfermedades, muertes, desilusiones, desalientos, infortunios, caídas y tentaciones, sino también con situaciones que a veces no consideramos como pruebas. Una de éstas es la prosperidad. A veces la prosperidad nos hace difícil el permanecer espirituales; a veces el lujo de poder salir de pesca nos hace quebrantar el día de reposo; a veces el poseer una propiedad de recreación nos mantiene alejados de aceptar o cumplir en posiciones apropiadas en nuestros barrios. La prosperidad es una prueba. ¿Podemos manejar riquezas y aún así permanecer espirituales?
¿Podemos usar nuestros talentos con sabiduría? ¿Podemos mantenernos espirituales cuando nuestros talentos nos llevan a seguir carreras donde debemos presentarnos en público, actuar en clubes nocturnos, en el teatro, o en cualquier escenario, donde es difícil seguir una vida normal de Santo de los Últimos Días? Aun cuando nuestros talentos se desarrollen y usen, la pregunta es: ¿Somos lo suficientemente fuertes como para estar en el mundo artístico sin que seamos corrompidos por él? A veces las diferencias normales de opinión, de culturas, o de prioridad entre esposo y esposa, le permiten a Satanás tentarlos con una pregunta: “¿Eres feliz? ¿No serías más feliz con otra persona? ¿Acaso no es la felicidad lo más importante en la vida?”. Estas dudas vienen de Satanás, el padre de las mentiras. Debemos determinarnos a pasar esta prueba sobre todas las otras, la de permanecer fieles a nuestros compañeros eternos aun cuando se presenten interrupciones temporales de nuestra “felicidad”.
Muchos padres normales, con hijos normales, fracasan en la prueba espiritual de ser probados en todas las circunstancias, porque pierden de vista la meta de ser exaltados en conjunto. En lugar de esto permiten que la independencia natural que los adolescentes quieren, en contra de una excesiva disciplina paternal, provoque que el niño, o el padre, o ambos, fracasen en esta prueba.
La pregunta sigue siendo: ¿Cuán bien podemos reaccionar bajo circunstancias adversas? ¿Cuán bien podemos vivir cuando se nos presenta cada problema, cada tropiezo y cada prueba para comprobar nuestra fidelidad?
























