El Valor de las Escrituras
Discurso dado en la conferencia gfeneral, el 4 de octubre de 1952
Tomaré como tema unos versos de la cuadragésima sexta sección de las Doctrinas y Convenios:
“Mas en todo se os manda pedir a Dios, quien da dadivosamente; y lo que el Espíritu os testificare, aun eso quisiera yo que hicieseis con toda santidad de corazón, andando rectamente ante mí, considerando el fin de vuestra salvación, haciendo todas las cosas con oración y acción de gracias, para que no seáis seducidos por espíritus malos, ni doctrinas de diablos, ni los mandamientos de hombres; porque algunos son de los hombres y otros son del diablo.
“Por lo tanto, cuidaos a fin de que no os engañen; y para que no seáis engañados, buscad diligentemente los mejores dones, recordando siempre para qué se dan”.
El presidente Clark dijo que somos una gente cantante, pero soy propenso a pensar, aunque eso sea verdad, que no somos una gente estudiosa, que como miembros de la Iglesia no hemos aprovechado nuestras oportunidades de aprender, de saber el plan de salvación, los mandamientos del Señor que pertenecen a nuestra exaltación. No hemos tomado en cuenta el Libro de Mormón y las Doctrinas y Convenios, y la Perla de Gran Precio, ni tampoco la Biblia como es debido que lo hagamos.
El Señor, en su bondad y misericordia, mandó ángeles de su presencia a revelar el evangelio y publicar al mundo el registro de los habitantes antiguos de este continente, los jareditas, los nefitas y los lamanitas. En igual manera, por medio de la inspiración y la guía de su Espíritu, reveló al profeta José Smith muchas de las cosas preciosas que fueron sacadas completamente de los escritos de los profetas, y las tenemos restauradas otra vez. ¿Pero las estamos nosotros leyendo? ¿Estamos estudiando estos mandamientos, estas verdades preciosas que se han manifestado para nuestro bienestar?
¿Hemos pensado en la ventaja tan grande que tenemos sobre el resto del mundo cristiano en este hecho, de que ellos reclaman que la Biblia contiene toda la palabra de Dios, y que la revelación de él cesó hace casi dos mil años? El mundo tiene que poner su confianza en la palabra escrita. Pero el Señor nos ha revelado la historia de estas otras gentes antiguas. Nos ha dado sus mandamientos y revelaciones que les fueron dados, y tan vehemente sintió la responsabilidad de darnos esta información adicional, que mandó a un ángel de su presencia para revelarla.
No se leen las escrituras
¿Es para nosotros, quienes profesamos creencia en la misión de José Smith, testificar que ángeles le visitaron, y por medio de ellos el evangelio fué restaurado y el Sacerdocio revelado y dado de nuevo al hombre? ¿Nos sentimos responsables de escudriñar estas Escrituras y familiarizarnos con ellas? Me pregunto. Entiendo, aunque espero que estoy equivocado, que una gran multitud de miembros de esta Iglesia nunca ha leído el Libro de Mormón y que no está enterada de las Doctrinas y Convenios, quienes no han tomado el tiempo para considerar los mandamientos que han sido revelados para nuestro bien, lo cual es para nuestro perjuicio.
Sabemos que hay muchos espíritus en el país, y como dijo el Señor, algunas de sus doctrinas son doctrinas de diablos; y otras son los mandamientos de hombres. ¿Estamos preparados por nuestro conocimiento para separar de la verdad estas doctrinas falsas de los hombres y diablos? ¿Estamos viviendo bastante cerca del Señor, para tener ese espíritu de discernimiento, el cual merecemos, como lo seríamos por medio de humildad y fe, para saber la verdad que nos librará?
En una revelación anterior, el Señor dijo: “Y confirmaréis en mi Iglesia por la imposición de manos a quienes tengan fe, y yo les daré el don del Espíritu Santo”. Tenemos el derecho de recibir la guía del Espíritu Santo, pero no podemos recibir tal ayuda si voluntariamente no consideramos las revelaciones que se nos dan para ayudarnos a entender el evangelio eterno y para damos la luz y la verdad de él. No podemos esperar recibir esta guía, cuando no consideramos estas grandes revelaciones que, tanto espiritual como temporalmente, nos quieren decir tanto.
Ahora, si nos encontramos en tales condiciones de incredulidad y con falta de voluntad en buscar la luz y el conocimiento que el Señor ha puesto a nuestro alcance, entonces estamos susceptibles, es decir, estamos en peligro de ser engañados por los malos espíritus, las doctrinas de diablos y las enseñanzas de los hombres. Y cuando se nos presenten estas influencias falsas, no tendremos bastante discernimiento para poder apartarlas y saber que no son del Señor. Y así podemos ser víctimas de los malvados, de los viciosos, y en fin, víctimas de todas las artimañas de los hombres.
Conozcan la verdad
Todos tenemos el derecho de saber la verdad. Es un requisito que el Señor hace de cada miembro de la Iglesia, éste es, que conozca por sí mismo y tenga un testimonio de la verdad en su propio corazón. Y que no tenga la necesidad de poner su confianza en otro, para saber que Jesucristo es el Hijo de Dios, o que José Smith es un profeta de Dios. Si entre las personas que me escuchan hay quien no sepa, en su corazón, que el Padre y el Hijo aparecieron a José Smith y que se revelaron y que dieron a conocer otra vez la doctrina verdadera tocante a Dios, entonces tal persona no ha vivido de acuerdo con lo que se requiera de ella, ni ha vivido de acuerdo con los mandamientos del Señor que están sobre nosotros; porque todos debemos saber esto.
Debemos saber que Juan, el Bautista, vino y restauró el Sacerdocio de Aarón. No debe haber necesidad de otra fuente, únicamente la luz de la verdad que es puesta en nuestros corazones por el Santo Espíritu por causa de nuestra fidelidad. Debemos saber que vinieron Pedro, Santiago y Juan y restauraron el Sacerdocio de Melquisedec con todos sus poderes, a fin de que se predicara el evangelio de nuevo y que se declarara el conocimiento de Dios, y para que se encontrara la rectitud otra vez sobre la tierra; y todo esto para la salvación de todos los que se arrepintiesen de sus pecados y viniesen a Dios.
Tengo en mi bolsillo una invitación, mandada a mí, personalmente, que me invita a asistir a una de las iglesias para enterarme de sus doctrinas. Tal vez ustedes también las hayan recibido. Pues, el hombre que me mandó esta, tenía derecho completo de mandármela. Él tiene el derecho de mandar ésta a usted, el derecho de dar a usted una invitación, pero si usted fuera a ir para visitarle y escuchar sus doctrinas, ¿tendría usted bastante fe, bastante conocimiento del evangelio de Jesucristo para no ser engañado por las doctrinas de la iglesia de este hombre? ¿Sabe usted la verdad?
Definitivamente, positivamente, tengo un testimonio de que nuestro Padre en los Cielos restauró el Evangelio de Jesucristo y que José Smith dijo la verdad. Sé que el Padre y el Hijo le aparecieron, tanto como sé que estoy aquí. Sé que Jesucristo es el Hijo de Dios, el Redentor del mundo, el Salvador de los hombres que se arrepientan y reciban su evangelio. ¿Estamos listos y preparados para resistir los engaños de los hombres, las doctrinas falsas del mundo y las enseñanzas que están en contra del plan de la salvación? Si no estamos preparados, entonces tenemos que arrepentimos.
Les voy a leer una declaración que di hace tiempo y creo que es la verdad, y que para mí ha sido provechosa y espero que les pueda servir a ustedes.
“En cuanto a la filosofía y sabiduría del mundo son en balde si no están conformes a la palabra revelada de Dios. Cualquier doctrina, si viene con el nombre de la religión, la ciencia, la filosofía o lo que sea, si está en contra de la palabra revelada del Señor, perecerá. Puede parecer razonable. Puede ser presentada en un lenguaje que agrade y que sea difícil de contestar. Y por apariencia puede ser apoyada por evidencia que no se puede contradecir; pero nada más hay que esperar. El tiempo ajustará todas las cosas.
“Encontrarán que cada doctrina, cada principio, no importa cuán aceptado sea, si no está de acuerdo con la divina palabra del Señor y sus siervos, perecerá. Tampoco es necesario procurar en vano interpretar la palabra del Señor, para que esté de acuerdo con estas teorías y enseñanzas. La palabra del Señor no pasará sin que se cumpla, mas estas doctrinas y teorías fallarán. La verdad, únicamente la verdad, quedará cuando todo lo demás haya perecido. El Señor ha dicho: “Y la verdad es el conocimiento de las cosas como son, eran y como han de ser”.
Que el Señor les bendiga, pido, en el nombre de Jesucristo. Amén.