- Padres exitosos
- Un año de posibilidades
- Tres cosas para un feliz Nuevo Año
- Dichosa anticipación
- La ventana del alma
- Dar más, recibir menos
- La fiesta del amor
- Presentes de Navidad
- Buenas nuevas de gran gozo
- El anhelado regocijo
- Cuando llega la Navidad
- El amor llega en la Navidad
- Milagros de Navidad
- Noche de noches
- La primera Navidad
- Ilumina todo el universo
- La necesidad de ser valorados
- La necesidad de dar
- La promesa de días mejores
- Gratitud hacia las madres
- La oportunidad de dar las gracias
- Una nota de agradecimiento
- El corazón agradecido
- Oración de gratitud
- En armonía con otras personas
- Una sola palabra
- Somos llamados
- El significado del amor
- El mejor ejemplo de liderazgo
- Amar
- Una luz al final del túnel
- Momentos para decidir
- Poco a poco
- Un bálsamo sanador
- Cuando los hijos se descarrían
- La gran vía
- La fortaleza para ser humilde
- Una cadena de bondad
- El mayor ejemplo de caridad
- Cuando estamos equivocados
- Momentos, dichas, y la paternidad
- Lo imperecedero
- ¿Mirar o ver?
- Recordemos y demos gracias
- Tener el fin presente
- Madre Teresa:»Vayan a su casa y amen a su familia»
- Todos necesitamos amor
- Tratemos de ser más respetuosos
- Libera nuestros corazones
- Puentes y transiciones
- Nuestra cuerda salvavidas
- El cambio con el paso del tiempo
- Voces de paz, corazones de amor
- Al comparar damos muerte a la dicha
- Forjar una vida Buena
- No teman (General Washington)
- Detenerse, pensar, y aprender
- Elevar nuestro cociente de felicidad
- La mayor de las batallas de la vida
- Que el amor gobierne nuestra vida
- Sigamos al sol
- Una cesta de bendiciones
- Un catalizador de cambios positivos
- Potencial en vez de problemas
- El poder de la humildad
- El trabajo: El mejor medicamento
- La lección de los zapados desiguales
- Liberados
- Lo que solo el corazón ve
- Con un destino en el corazón
- Los padres son siempre importantes
- Amar con valor
- Una decisión personal
- El amor de una madre
- El corazón de una madre
- La madre de alguien
- La ausencia de un ser amado
- ¡Luchemos hasta el final!
- A quien vemos en el espejo
- El precio de esta vida
- La voz apacible de la conciencia
- Conocimiento versus sabiduría
- Encendamos las luces bajas
- Acostarse temprano y temprano levantarse
- Una historia que contar
- La ventana del alma
- No crea todo lo que piense
- La madurez es más que años
- ¿Ha leído algún buen libro últimamente?
Libera nuestros corazones
Muchas personas se sienten solas, deambulando en medio de la noche. Buscan propósito y tratan de sentirse conectadas a los demás; desean amar y ser amadas, quieren ayudar y recibir ayuda, pero a menudo sienten que no merecen ninguna de las dos cosas. Tal vez hayan fallado, o no hayan cumplido con expectativas propias y ajenas.
En el clásico de Víctor Hugo Los miserables, Jean Valjean es condenado a prisión por robar una hogaza de pan. Tras 19 años, es dejado en libertad, pero debido a sus antecedentes, nadie confía en él y no está dispuesto a darle empleo ni hospedaje —ni siquiera una palabra de afecto. Descorazonado, llega a una catedral, donde se le ofrece alimento y un lugar donde dormir.
Esa noche, Valjean se marcha con unos cuantos objetos de plata de la iglesia y es detenido por la policía. Los oficiales lo llevan a rastras a la catedral, donde, para sorpresa de todos —especialmente de Valjean— el clérigo indica que él le había regalado todo aquello al hombre y que quería que también se llevara los candeleros. La policía se marcha y el clérigo le pide a Valjean que use el regalo para volverse un hombre honrado. Tal acto de gracia —un regalo que podría considerarse no merecido— cambia la vida de Valjean para siempre.
¿No nos sentimos nosotros a veces necesitados de una ayuda que quizá no merezcamos? ¿No recibimos favores por los cuales no hemos hecho nada? Todos nos quedamos cortos y necesitamos que se nos perdone. En tales momentos en que tememos que nuestros errores nos hayan privado de sentir paz, podemos volvernos a Dios y hallar lo que el compositor Charles Wesley llama “amor divino que rebosa”. El amor de Dios es “puro e ilimitado”, y Él lo ofrece no porque seamos fuertes, sino porque necesitamos serlo; no porque seamos buenos, sino porque Él es bueno.
Ese tipo de amor parece penetrar con más facilidad el “corazón estremecido”, y cuando penetra nuestro corazón y nuestra vida indigna, cambiamos para siempre. Ya no podemos ver a nadie como no merecedor de los dones de la gracia y del amor que estemos en condiciones de ofrecer. Es de este modo en que Dios, como lo afirma Charles Wesley, “libera nuestros corazones”.